Antiquísima consigna que he gritado junto a mis compañeros desde mis años de estudios superiores, quizá antes en el luceo, hasta hoy: “¡Viva la u… Viva la u… Viva la universidad…!” Expresa en su primera parte.
Simbólico, en cambio, el encuentro que aventuraba Carlos Delgado Chalbaud entre militares y universitarios en ese planeado corredor entre Fuerte Tiuna y la Universidad Central de Venezuela. Espacio largo concretado por el dictador del que hace unos días conmemoramos celebratoriamente la libertad de sus garras acabadoras, un 23 de enero. Una vez asesinado el ingeniero afrancesado, Pérez Jiménez entrega a Caracas ese Paseo Los Próceres, pulimentado permanentemente por los uniformados, buscando así un realce de su historia ahora tan mancillada, sin gloria alguna reciente de qué jactarse.
El proyecto de imbuir a los milicos en las universidades no es original, pero el actual resulta más peligroso por estar concatenado con un plan mayor de toma efectiva de los centros más importantes del país en cuanto a educación superior. Se busca una interrelación directa e inaceptable entre el Ministerio de Defensa y las universidades.
Así se evidencia en el proyecto cuarto de Convención Colectiva Única de los universitarios que está por aprobarse y que, una vez más, indiscutido por las partes interesadas, se tratará de imponer, resaltando los intereses ideológico-políticos por sobre el mayor interés socio-económico que debe primar en este tipo de”acuerdos”, que deberían más bien propender a la paz social, si atendemos, como es debido, los requerimientos de la Organización Internacional del Trabajo. O sea, la Convención no nos sacará de la pobreza extrema, pero sí intentará entregarnos impunemente a la Fuerza Armada.
Reza la Convención, en proyecto retrasado, perlas sigulares: “Módulo II: DEFENSA INTEGRAL DE LA PATRIA”, “…inspirados en el ideario bolivariano y chavista, en aras de contribuir con el fortalecimiento del poder defensivo nacional para proteger la independencia y la soberanía nacional…”, “Impulsar la creación y consolidación de los cuerpos de combatientes en cada institución universitaria, bajo el estandarte del sentimiento patriótico, ético y revolucionario, alistados y asimilados, como ejército universitario, con la Fuerza Armada Nacional Bolivariana…”.
¿De cuál de las rebuscadas mentes perversas que integran la dictadura actual surgió semejante ideario desafortunado? ¿Están al tanto los militares “decentes” de esta propuesta descabellada? ¿Tendremos que defendernos los universitarios de los uniformados y su invasión? ¿De qué modo? ¿Habrá órdenes en las casas de estudio superior en lugar de discusiones y hallazgos productivos? ¿Por qué tan pocas voces, o ninguna, se han alzado previamente ante este hórrido vislumbre de una vida universitaria poluta de gorras y charreteras, justo la antítesis conceptual de lo “universal” del pensamiento libre?
Con razón entonces Delgado Chalbaud urgía elecciones para que el control del Estado lo administraran los civiles. No en balde fue amigo de Rómulo Gallegos, a quien derrocó. Ya resulta harto ridículo el espectáculo grotesco de los milicianos haciéndose pasar por integrados a la Fuerza Armada, para que ahora se busque esta comiquería de tan mal gusto en las casas de estudio. La verdad ya no encuentran cómo domeñar las universidades y no encuentran en sus estertores políticos más que la fuerza, pseudo legal con el TSJ espurio, ahora dizque militar con este proyecto surgido de cerebros diezmados por los narcóticos, seguramente.
Las universidades, la ciudadanía venezolana, deben rebelarse cuanto antes y defenderse. Tal como lo planteé recientemente en la sesión de la Asamblea Nacional, la verdadera, la única reconocida, donde se discutió nuevamente el tema de la Autonomía Universitaria. Sin universidades con autonomía será más dificultoso el logro de la democracia y de la libertad. Por eso hoy vuelvo a gritar, con más encono, con la esperanza de que se escuche hasta en los cuarteles: ¡Fuera la bota militar!