Recordamos el comentario: lo más impresionante de la visita realizada al ministerio de la usurpación dedicado a la educación superior, fue apreciar sobre el escritor del viceministro una banderita cubana. No había otra en todo el despacho al recibir a la directiva de la FAPUV, quedando el asunto como algo más que una anécdota.
Ahora, Maduro Moros habla de la incorporación del embajador isleño al consejo de ministros, a quien debe fastidiarle la idea de intervenir directamente en una instancia que seguro conoce, con las supuestas formalidades que sugiere su presencia. Quienes, décadas atrás, rasgaban sus vestiduras por la presencia de la misión militar estadounidense, jamás hubiesen imaginado que Betancourt o alguno de sus sucesores, públicamente incurrieran en algo semejante con el embajador del norte: huelga agregar, absolutamente impensable para todos.
Luce obvio que el solo comentario miraflorino avala la ocupación cubana del país y la sistemática intromisión en cualesquiera de los despachos gubernamentales, pues, el ilustrado viceministro aludido (¿de apellido León?), por muy entusiasta revolucionario que fuese, sabe lo que implica tamaña devoción; además, la banderita, servirá de supersticiosa credencial, contraseña o quién sabe qué para aquellos que osen sospechar de alguna veleidad disidente. Las obviedades remiten inmediatamente a casos de traición a la patria, entrega a una potencia extranjera, al régimen como la mayor vulnerabilidad en relación a nuestra seguridad y defensa, por lo que la banderita o el anuncio en cuestión parecen una nimiedad.
A nuestro juicio, sin que ello desmienta una realidad que cursa mejor tras bastidores, el comentario constituye quizá una provocación bien calculada para el país y para los punteros de la comunidad internacional; una advertencia burocrática al embajador cubano, cuya directa coordinación parece necesaria ante la incompetencia del resto de los colaboradores; un gesto auto-demostrativo de poder, o cualesquiera otras conjeturas que se nos ocurra. Nadie duda de la condición de primus inter pares del enviado diplomático, a menos que tenga a un comisario político más poderoso detrás de la puerta, pero lo cierto es que, por todos estos años, se evidencian sendos delitos derivados de la cubanización del poder en Venezuela, por lo que la “propuesta” es ociosa: una raya más para el tigre.
Cualquier “boutade” la celebran, porque jamás responderán a algún periodista impertinente que asedie a los prohombres del poder establecido. Esta posibilidad está descartada, facilitando esta u otras travesuras que la molicie autorice.