A menudo se ignora la letra pequen?a del po?ster promocional de la dictadura china, donde el individuo es sometido a la arbitrariedad de un sistema sin garanti?as.
Si el verdadero poder consiste en despedazar las mentes humanas, para despue?s unirlas en la forma que tu? quieras, como escribi?a Orwell en 1984, hay lugares donde el sistema se ha perfeccionado ma?s alla? de lo imaginado por el autor brita?nico. El re?gimen chino, mediante el ma?s sofisticado y tecnolo?gicamente avanzado sistema de control jama?s ideado, parece haber conseguido lo ma?s cercano a la dictadura perfecta. La combinacio?n que la hace tan efectiva se sostiene en cuatro pilares: adoctrinamiento desde la infancia, fomento de la uniformidad del pensamiento y exaltacio?n nacionalista, represio?n de cualquier disidencia sin dar tiempo a que crezca o se organice –Tiananme?n ensen?o? a Peki?n los riesgos del contagio democra?tico– y uso de las nuevas tecnologi?as para lograr un control absoluto.
Internet y las redes sociales, que en sus comienzos fueron vistas como fuerzas liberadoras, se han convertido en aliados del autoritarismo. El Gobierno chino las utiliza para medir la lealtad de sus ciudadanos, detectar grietas y premiar o castigar a sus ciudadanos, cuyas expectativas dependen de su «buen comportamiento». Son nuevos me?todos al servicio de viejas aspiraciones autoritarias. Pero la dictadura china presenta una clave adicional: mientras la mayori?a de las tirani?as viven entre el caos y la debacle econo?mica, desde Siria a Corea del Norte, el Partido Comunista Chino (PCCh) puede presentar un relato de prosperidad.
Que el pai?s haya logrado el mayor desarrollo en menos tiempo de su historia, sacando de la pobreza a 850 millones de personas en los u?ltimos 40 an?os, segu?n el Banco Mundial, incomoda a los defensores de las democracias liberales. ¿Es posible que una dictadura sea ma?s efectiva, garantice mayor estabilidad y promueva mejor el desarrollo econo?mico que una democracia? ¿Y si los defensores de esas democracias liberales estamos equivocados, con nuestros parlamentos bloqueados, nuestras partitocracias corrompidas y nuestros electorados cada vez ma?s descrei?dos?
La duda cobra especial relevancia en un momento en el que, incluso en las democracias ma?s establecidas, en Europa y Norteame?rica, li?deres populistas y autoritarios presentan una alternativa que atrae a un nu?mero creciente de ciudadanos. Quiza? el problema esta? en que, a menudo, se ignora la letra pequen?a del po?ster promocional de la dictadura china, donde el individuo es sometido a diario a la arbitrariedad de un sistema sin garanti?as, los mayores i?ndices de desigualdad del mundo o un desastre medioambiental sin precedentes. La fijacio?n en los datos rehu?ye una pregunta au?n ma?s relevante: ¿acaso no podi?a haber conseguido el pai?s sus logros en democracia y respetando los derechos de sus ciudadanos?
El re?gimen chino se sostiene gracias a un fra?gil pacto no escrito: sus ciudadanos aceptan la pe?rdida de libertades poli?ticas a cambio de una mejora econo?mica continuada. El di?a que Peki?n no pueda cumplir su parte, lo ma?s probable es que el sistema se desmorone. Mientras tanto, China seguira? siendo una influencia negativa para las libertades en todo el mundo al presentar su e?xito econo?mico como ejemplo de que se puede levantar la dictadura (im)perfecta.
Publicado originalmente en Ethic (España) el 28 de enero de 2020