Julio Márquez: Venezuela bajo la doctrina Gerasimov

Julio Márquez: Venezuela bajo la doctrina Gerasimov

El mundo ya no es lo que era. A la vista de la realidad actual, signada por el conflicto entre potencias mundiales, la unipolaridad fue un momento muy corto, aunque, eso sí, lo suficientemente espectacular como para llevar a no pocos pensadores a sentenciar el fin de la historia, y proclamar con él la supuesta victoria definitiva de la democracia liberal como la mejor y más deseable forma de gobierno.

Hoy la democracia en el mundo está en franco retroceso, y la libertad de expresión, allí donde todavía existe de forma genuina, está cada vez más amenazada por la infiltración de campañas de desinformación o la incursión de actores políticos en extremo polarizados. Freedom House da cuenta de esto en su reporte anual más reciente, resaltando que, durante los 13 años comprendidos entre el 2005 y el 2018, al menos 23 países han sufrido una degradación sustancial de sus libertades públicas; dato que cobra aún más importancia si se considera que al menos dos tercios de ese número son países que tuvieron un renacimiento democrático tras la caída del Muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética.

Muchos son los factores que han influido en el declive democrático global que nos ha tocado atestiguar. Son tantos y tan complejos, que forman una discusión inacabada y extensa que obviamente no puede encapsularse en estas pocas líneas. Sin embargo, a los ojos de la realidad venezolana, es menester resaltar el papel que actualmente juega el Kremlin en la aniquilación democrática y la consolidación de una dictadura tan brutal como rapaz, y de cómo ello, valga decir, se inserta en un escenario de escala global dejando al sufrido pueblo venezolano como un daño colateral.





De las tres potencias que pujan por la preeminencia mundial, Rusia es la más limitada. En Moscú saben muy bien que su país está lejos de contar con una potencialidad económica como la china o la estadounidense; y también saben que, desde el punto de vista marcial, su aparato militar está detrás del americano (aunque tal vez no a la distancia que muchos piensan), y que los chinos recortan sostenidamente la brecha en esa área. Ante esa realidad, Moscú, lejos de ocultarla bajo un manto dogmático como tantas veces hizo durante los tiempos de la Unión Soviética, ha ideado una fórmula para tratar de enfrentar los retos que saltan en su carrera por ser un país influyente en el mundo. Esa fórmula se sintetiza en la doctrina Gerasimov.

No viene al caso el debate académico sobre la idoneidad o no del nombre Gerasimov para referirse a dicha doctrina, lo importante es señalar la existencia y puesta en práctica, por parte del estado ruso, de un corpus lógico que define y orienta su estrategia bélica en la escena internacional, articulando esfuerzos de todo tipo para librar una “guerra de nueva generación” contra los Estados Unidos.

Tras la primavera árabe, proceso de convulsión social que desestabilizó e incluso acabó con algunos gobiernos autoritarios en el norte de África y el Medio Oriente, en Moscú concluyeron que dichas protestas, lejos de haber sido procesos orgánicos, fueron operaciones dirigidas por occidente para invadir países o derrocar gobiernos no democráticos, reduciendo así el área de influencia rusa en el mundo. A los ojos de Moscú, se hizo evidente que las operaciones militares y el despliegue de fuerzas ya no solo no eran necesarias para derrocar gobiernos aliados, sino que además sumamente inconvenientes por sus altísimos costos económicos y políticos. La guerra, concluyeron ellos, había evolucionado, y el nuevo campo de batalla era la conciencia.

Por ello, la (des)información es el eje central de la estrategia de guerra de nueva generación rusa, pues, como el principal campo de batalla es la conciencia, se busca manipular la percepción de la realidad de los centros de poder y decisión del adversario, para condicionar o incluso direccionar su actuación. De esta forma, se logra que las ventajas materiales que el adversario pueda tener sean irrelevantes o al menos no determinantes, pues ellas pierden su fuerza si se logra que falte la voluntad para usarlas o que se retrase en el tiempo hasta que sea extemporánea.

Hay muchos ejemplos concretos que pueden señalarse al momento de significar el despliegue táctico de la doctrina Gerasimov, Venezuela es uno de ellos. La alternativa democrática venezolana se bate en dos terrenos de lucha, ambos sistemáticamente atacados por campañas de desinformación tendientes a favorecer a la dictadura. En el plano nacional, esas campañas azuzan las emociones negativas de buena parte de la opinión pública, haciéndolas canalizar en contra del liderazgo político democrático, sembrando intrigas y frustraciones. Y en el plano internacional, con la lamentable anuencia de algunas agencias de noticias reconocidas, han orquestado un marco de comunicación que, en buena medida, se empeña en calificar como “autoproclamado” al presidente legítimo, o ahora, como exabrupto más reciente, al diputado Parra como “presidente de la Asamblea Nacional”.

El interés ruso por sostener a la dictadura venezolana no es solamente económico, sino también y principalmente geoestratégico. Rusia quiere demostrar que está de vuelta en el juego internacional, y que el cálculo de Obama, que en su momento la señaló como “una potencia regional”, fue una soberbia malinterpretación de la realidad; y eso lo quiere hacer Rusia, entre otras cosas, demostrando que puede sostener a regímenes aliados, todos ellos anti democráticos, en contra de la voluntad de los Estados Unidos. Lo hizo en Siria, lo hace en Crimea y lo hace también en Venezuela, pues, entre otras cosas, hay que reconocer que en Moscú han sido exitosos en ayudar a configurar un marco cognitivo internacional que ha ralentizado, condicionado, o cuando no paralizado, la reacción de sus principales adversarios occidentales que buscan respuestas absolutas en medidas parciales como las sanciones económicas.

La lucha que se libra en Venezuela va mucho más allá de la misma Venezuela. La lucha que libra el pueblo venezolano es el frente de la guerra contra la deriva dictatorial que los enemigos de occidente pretenden imponer