En una zona boscosa del centro de Francia, una joven pareja vive desconectada en una cabaña de madera y paja. Su objetivo no es ocultarse de la ley sino cambiarla.
Jonathan Attias, de 33 años, y Caroline Perez, de 34, son la fuerza detrás del movimiento “Desobeissance fertile”
(Desobediencia Fértil), que vincula a entusiastas de un regreso a la naturaleza con propietarios que están interesados en dejarlos construir viviendas en sus tierras.
Attias y Pérez construyeron una cabaña en un terreno de tres hectáreas compartido con un amigo. También viven allí otras dos personas.
“Queremos mostrar que es posible que la gente viva con y en la naturaleza”, dijo Attias, quien brinda asesoramiento legal y práctico a personas que quieren vivir desconectadas en cabañas, yurtas, pequeñas viviendas o casas temporales.
Hace un año, la pareja construyó su casa “compostable” con madera, piedra, fardos de paja y materiales reciclados como lonas y puertas antiguas. Cuando se vayan, la casa será biodegradable.
Pero en Francia, como en la mayor parte de Europa, la gente no tiene permiso para construir viviendas en bosques y tierras agrícolas sino sólo en áreas designadas para casas y donde deben respetar códigos de vivienda.
Attias quiere cambiarlo. “Presentaremos nuestro caso a los medios y queremos un debate público, queremos que cambie la ley”, dijo a Reuters.
Pero el alcalde está en desacuerdo. “Todos quieren cambiar la ley cuando les conviene. Lo que ellos están haciendo está prohibido”, dijo Jean-Paul Fronty, alcalde del pueblo de Chasteaux, que tiene 744 habitantes.
Attias y Pérez viven en el bosque por elección. Hace dos años eran profesionales urbanos en París. Attias todavía da clases en una universidad de la capital francesa dos veces por mes y trabaja como periodista freelance. Pérez asiste en el nacimiento de bebés.
La pareja tiene un auto, seguro médico y su hija de 4 años asiste al colegio en el pueblo, una caminata de 3 kilómetros desde su cabaña, que está calefaccionada con una estufa a leña y provista de energía solar.
Ambos son vegetarianos y cuidan un gran jardín de vegetales, pero también reciben productos gratis que no pudo vender una tienda natural del pueblo. El agua proviene de un manantial y la vuelven potable con un filtro de carbono. “Somos los guardianes del bosque. No degradamos nuestro ambiente, lo mejoramos”, dijo Attias.
Reuters.