El Estado se ha hecho invisible, además de inservible, excepto para perseguir con saña y despiadada crueldad a quienes disienten del modo como se ejerce el poder en Venezuela o critican el régimen. O para seguir actuando inconstitucionalmente y fuera de la legalidad, promulgando leyes desde la ilegítima anc o desde el tsj usurpador, decidiendo con asombrosa celeridad todo cuanto refuerce la dominación de la camarilla civil militar que presiden Nicolás Maduro y sus cómplices, para aferrarse al poder.
Obedientes a los intereses de Raúl Castro y la satrapía cubana, con sus agentes y operadores en una invasión masiva que se ha enquistado en todos los ámbitos administrativos y de funciones gubernamentales, al punto de que el Embajador de Cuba podrá asistir a reuniones del gabinete del régimen como un miembro más, según anunció con desparpajo Nicolás Maduro por cadena nacional de radio y televisión, el chavismo sigue entregando la soberanía nacional a la isla caribeña y a los regímenes más execrables del planeta, convertidos en socios para saquear el país. La falta de escrúpulos extiende sus tentáculos hasta la mente y actitudes de los seguidores del supuesto “socialismo del siglo XXI” o de los llamados “enchufados” o de quienes, oportunistas, negocian y se lucran sin pudor para enriquecerse no importa cómo, transformada su conducta moral en un “me importa un bledo” o un “sálvese quien pueda”. Se ha quebrantado la ética pública. Se han generalizado en todos los sectores sociales la transgresión de las normas y la anomia.
Es un espejismo, una ilusión inconsistente esta aparente bonanza, pues en verdad solo acceden minúsculas minorías que pueden conseguir dólares, o se los traen del extranjero, o reciben remesas, mientras la mayor parte de la población cuyos sueldos son en bolívares, se derrumba por la desnutrición, la falta de medicamentos y tratamientos médicos adecuados, el éxodo masivo, la imposibilidad adquisitiva de bienes esenciales, no solo por los magros salarios sino por el desempleo camuflado tras el “rebusque” y el comercio informal. Muy angustiante ver que esta “burbuja” confortable en la que se mantienen muy reducidos sectores de la población puede prolongarse indefinidamente, como en Cuba, mientras es diezmada la población adulta y mayor o gravemente dañado el sector infantil o adolescente en su crecimiento sano, por falta de proteínas o simple abandono de sus mayores, por muerte prematura de niños a falta de medicinas y tratamientos, y un gobierno ausente de sus obligaciones, porque no hay Estado democrático, con instituciones que funcionen ni Estado de derecho.
Mientras la gasolina es regalada y el precio que se paga es para beneficiar a los operadores de las bombas, los precios en bolívares de servicios o bienes son exorbitantes por la hiperinflación desenfrenada. Para colmo, las refinerías de Amuay y Cardón acaban de ser apagadas, sus puertas cerradas. No va a ser suficiente la gasolina importada, pues los usurpadores no cesan de enviar a Cuba una parte mensual, evadiendo sanciones en altamar. Si los trabajadores, o bien reciben de las empresas privadas su pago semanal en dólares, en promedio 20 US $, o bien ganan el sueldo mínimo mensual, no más de 6 US $ ¿cómo parece haber una “normalización” de la economía? No ha crecido la demanda y el consumo ha bajado drásticamente, además de un descenso brutal del PIB acumulado desde 2013, del 62%, según estimaciones de Leonardo Vera entrevistado por Hugo Prieto en diciembre de 2019 y el aumento de la pobreza por ingresos a casi el 94% de la población.
Hasta 2017, la crisis económica y un sobreendeudamiento acumulado desde 2011, agudizaron la escasez porque las empresas producían cada vez menos y estaban impedidas de importar bienes de capital e insumos con la consiguiente destrucción del aparato productivo nacional, a la vez que la principal política económica, basada en el control de cambios y en el control de precios, fue destinar el mayor porcentaje de los ingresos por exportaciones al pago de la deuda externa. A ello se agrega la fuerte caída de la producción de petróleo. Las sanciones comerciales, que afectan el ingreso petrolero, no tienen más de un año, pero el desastre productivo se ha incrementado desde 2013.
Sin embargo, la estabilización de la miseria mayoritaria, el bienestar aislado y a veces opulento de minorías, indiferentes o ignorantes del sufrimiento de los otros, sean ellas de sectores oficialistas del alto poder, militares, comerciantes o falsos empresarios que disfrutan de prebendas y beneficios con dinero mal habido, mucho del cual hoy retorna al país, sean ellas de empresarios decentes que han logrado sobrevivir en medio de la crisis, pareciera condenarnos a una destrucción irreversible de la mejor Venezuela, cuyas secuelas son aterradoras a mediano y largo plazo.
Sin pausa ni tregua, venzamos el derrotismo o la resignación. El reto en 2020 para los ciudadanos y la dirigencia de las fuerzas democráticas es seguir impulsando, proactivamente, la resistencia contra la tiranía criminal que busca paralizar y someter. La exitosa gira del presidente interino Juan Guaidó, en Europa y América; la conjunción del apoyo internacional de los países democráticos, pese a la vergonzosa actuación del gobierno de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en España, son una esperanza cierta. Siempre y cuando ella esté basada en hechos y acciones orientados a acabar con la usurpación, ahora extendida a una ilegítima asamblea nacional de un grupo corrompido de diputados “comprados” pseudo-opositores al régimen. Aunque no es fácil el pluralismo, se requieren, por encima de apetencias personales, estrategias eficaces y consecuente unidad de propósitos.
El “Plan País” es sin duda un paradigma para la acción futura de reconstrucción. Consiste en un acuerdo político para rescatar Venezuela de la crisis social y del colapso económico. Han participado 56 equipos de trabajo con más de 300 profesionales y expertos en muy diversas áreas. Es el producto, ni improvisado ni manipulado, de un esfuerzo mancomunado de ciudadanos conscientes y formados, que saben anteponer el valor superior del bien del país a sus intereses particulares o partidistas. En detalle nos referiremos más adelante a este proyecto.