Consecuencia de lo anterior, el venezolano hoy a diferencia de otras épocas, no busca en el hecho político soluciones a su crisis particular, porque ya han sido muchas las veces en las que han puesto toda su esperanza en falsas ofertas de solución que luego no han sido cumplidas, causándole, además de la frustración y la desesperanza, pérdidas dolorosas en términos familiares, debido a la diáspora, a enfermedades no tratadas a tiempo, pérdidas de su propiedad, entre otras muchas causas que conocemos.
Cuando la barbarie ya no causa escozor, los desastres no asustan, y la corrupción en lo político es vista como una profesión en la que quieren estar muchos, hemos perdido los referentes éticos. Además, cuando perdemos la capacidad de aterrarnos, cuando las desgracias son hechos normales y cotidianos, estamos en el borde de un colapso social. Es por ello que la tarea de fortalecer la ciudadanía, y arraigar en torno a principios y valores, se constituye en la principal actividad que a nuestro juicio es menester realizar hoy, cada minuto y en cada lugar donde estemos, pero muy especialmente desde lo político. Sin un ciudadano fuerte, será prácticamente imposible transformar de raíz a nuestro país.
La condición ciudadana que necesitamos para que la libertad tan anhelada sea sostenible y se mantenga en el tiempo, conlleva mucho más que “el espacio en el que se habita y las leyes que lo definen”. El ciudadano que buscamos es un ciudadano con profunda conciencia de su dignidad humana, del valor de la libertad sin condiciones, y al mismo tiempo de la gran responsabilidad que conlleva ejercerla.
Es por eso que ser ciudadano en la Venezuela de hoy, como diría el profesor Alexander Campos, es una actividad de alto riesgo, en tanto implica creatividad, espíritu crítico, y valor para ejercer la libertad; implica tomar decisiones en algunos casos poco “populares”, y la responsabilidad al asumir los costos de dichas decisiones. Libertad y ciudadanía están íntimamente ligadas, porque el ejercicio de la ciudadanía es de alguna manera, el ejercicio de la libertad. El súbdito, en tanto sometido por el poder, carece de estos valores, pero el ciudadano, en tanto portador de las cualidades previamente citadas, tiene que ser libre, y ejercer activamente esa libertad.
Necesitamos un ciudadano con proyectos de vida, proyectos políticos propios, que sea proactivo y que debata, buscando en el espectro social y político aquel que más se aproxima a lo que él quiere desarrollar. En esa medida, aportará para la configuración de la sociedad sólida, libre y próspera que anhelamos, y la ciudad en la cual lleve adelante esos proyectos. No al revés. No estamos buscando colorear al ciudadano por fuera, eso es una falta de respeto y una subestimación brutal a la capacidad del venezolano.
Por todo ello, consideramos que el ejercicio de la ciudadanía en Venezuela debe concebirse como fundacional. Si diseñamos las ciudades y los espacios públicos ajenos a la realidad actual y a cómo es necesario transformarla, estaremos fomentando espacios para habitantes, no lograremos concretar el cambio imprescindible de sistema, y más temprano que tarde nos encontraremos de nuevo en una crisis equivalente a la actual. Por eso el trabajo debe ser al revés, fortalecer primero la ciudadanía para que desde allí se generen las interacciones, el re diseño institucional, y luego las ciudades en las que se ejercerá esa ciudadanía y esa libertad. Todo ciudadano es habitante, mas no todo habitante es ciudadano.
La buena noticia es que en todos los rincones del país hay venezolanos que, cuando con mucha humildad y respeto, se le incentiva a expresar sus inquietudes a partir de sus angustias o de su conocimiento y experiencia, ocurre una suerte de iluminación y despertar, que nos permite escudriñar, y revivir ese germen ciudadano que, afortunadamente sigue allí resistiendo. Otra buena noticia, aunque paradójica y difícil de asumir, es que este nivel de desastre y destrucción actual permite comenzar de cero y se constituye entonces en la gran oportunidad de la ciudadanía.
Los políticos tenemos que procurar en nuestros conciudadanos, como condición imprescindible de inicio, espacios de confianza mutua, para allí trabajar en conjunto en dos ejes principales: la búsqueda del arraigo en los valores como mecanismo para afianzar la fortaleza espiritual imprescindible por una parte; y por la otra, la profundización de la articulación entre las capacidades de las organizaciones sociales y los espacios políticos, como mecanismo generador de alianzas verdaderamente sostenibles que comiencen el trabajo de cohesión requerido para una sociedad vigorosa, que tendrá una dura tarea en el acompañamiento al rediseño institucional que sostenga la República.
Para ello, en Vente Venezuela estamos trabajando intensamente en facilitar esos espacios de confianza y encuentro con los ciudadanos, donde contribuyamos e incentivemos la búsqueda propia de la razón de ser de la libertad, donde fomentemos el reencuentro con el significado de tener aspiraciones, de la importancia del conocimiento y el mérito como motores para mejorar en la sociedad, y así acompañarlos en la búsqueda de su proyecto personal y de vida, e invitarlos a participar en su construcción.
Este es nuestro enfoque principal de actuación, porque estamos muy claros en la capacidad del venezolano a trabajar para desarrollarse y progresar, y en esa medida, construir ciudadanía y ciudad. Nuestra apuesta es transformar a Venezuela a partir de un sistema político basado en la libertad, y centrado en el autodesarrollo del ciudadano; que genere las oportunidades para que estos avancen, y junto a ellos, articular cada espacio de la vida del país, de la mano de su aporte, sea este a través de una organización o de su experticia, o simplemente, y muy importante, desde el ejercicio consciente, activo y profundo de su ciudadanía.