Jesús Delgado: ¿Qué falló en el Caucus de Iowa?

Jesús Delgado: ¿Qué falló en el Caucus de Iowa?

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Foto del lunes de un grupo de personas reunidas fuera de la sede del Partido Demócrta en Iowa esperando los resultados de los caucus.
Feb 4, 2020. REUTERS/Brenna Norman

 

Al momento de escribir estas líneas se cumple una semana del caucus demócrata de Iowa, célebre por dar inicio al rally a nivel nacional.

Los caucus se celebran en 19 estados del país, y tienen distintas metodologías entre los demócratas y los republicanos. 





En el caso de Iowa, los simpatizantes y afiliados al partido demócrata votaban para la selección de delegados, para lo que se aplica una fórmula proporcional de acuerdo a los votos que recibe cada candidato.

Este tipo de prácticas combina mecanismos muy antiguos de selección de candidatos, como por ejemplo votación a mano alzada, y una descentralización tan profunda entre condados y estados que hace imposible la estandarización de los instrumentos de selección de candidatos a nivel nacional, lo que a su vez dificulta auditarlos.

La dirigencia del partido demócrata a nivel nacional tiene un nivel de injerencia en los procesos de los partidos estatales, pero finalmente son estos últimos los que deciden cómo dirimen sus diferencias en la selección de candidatos, y qué mecanismos usan para este fin.

Sin embargo, desde la llegada al poder de Trump en 2016 hay un consenso a nivel nacional de que existe un rezago en materia de tecnología en el partido demócrata, y que se evidencia en distintos aspectos, desde la incorporación de voluntarios, pasando por herramientas de marketing digital para la campaña, hasta el uso de soluciones tecnológicas que mejoren el desempeño de los equipos de los candidatos.

De esta manera, el partido demócrata en varios estados buscó incorporar innovaciones que promovieran y facilitaran la participación de sus simpatizantes. 

De hecho, colaboradores del partido crearon empresas de tecnología enfocadas en brindarle el impulso necesario al partido para entrar en la nueva era. O al menos tenían esa intención.

La incorporación de tecnología en los procesos electorales implica grandes desafíos que no tienen que ver solo con el aspecto logístico o de funcionamiento, sino que involucra temas tan sensibles como el manejo de datos personales de los empadronados (incluyendo en algunos casos datos biométricos), ya sea para unas elecciones internas de un partido o unas elecciones para cargos de elección popular. 

Es por ello que existen empresas que se dedican exclusivamente al desarrollo de soluciones tecnológicas que faciliten el proceso electoral en todas sus fases, al tiempo que brindan sólidas garantías en cuanto a la identidad de los votantes y sus preferencias electorales.

Sin embargo, esta advertencia no fue tomada en cuenta por el partido demócrata en Iowa, y se convirtió en uno de los ingredientes del coctel de desorganización que terminó con una caricaturesca elección, en la que los distintos actores se acusan unos a otros, minando aún más la credibilidad de los resultados.

El proceso de implementación de tecnología en alguna fase del ciclo electoral debe hacerse con suficiente antelación para someter a las soluciones a las pruebas de estrés correspondientes, de manera de anticiparse a cualquier desperfecto. 

Por ejemplo, la urna electrónica en Brasil se fue implementando parcialmente durante años hasta abarcar a la totalidad del electorado. Lo mismo ha ocurrido con la identificación biométrica en ese país. Ha sido un proceso paulatino y a día de hoy más del 78% de los electores han registrado sus datos biométricos

Es oportuno también hablar de la experiencia de Argentina en las últimas elecciones de octubre, ya que al igual que el caucus de Iowa, la tecnología se implementó en la transmisión de datos y la totalización.

Si bien es cierto que hablamos de un número de electores totalmente diferente (en Iowa votaron alrededor de 200 mil personas, y en Argentina 27 millones), en ambas elecciones se utilizó tecnología para la transmisión de los resultados y la totalización. 

En Argentina, en primer lugar se hizo un concurso público para seleccionar a la mejor oferta internacional. Luego se dio un proceso de meses para la implementación del sistema, en el que se capacitó en este caso al Correo Argentino para el uso del software de transmisión de telegramas, se realizaron varios simulacros y pruebas de estrés del sistema en los que participaron los organismos electorales, los partidos políticos, organizaciones de la sociedad civil y periodistas, e incluso el proceso fue acompañado por la justicia a través de “veedores judiciales”. Resultado: A tres horas del cierre de mesa, se habían cargado el 70% de los resultados.

En el caso de Iowa, una empresa (Shadow) sin experiencia, seleccionada sin ningún concurso a solo dos meses del caucus, fue la responsable del fracaso en la transmisión de los resultados. Según el NYT, incluso gigantes tecnológicos como Google advirtieron que sería imposible en tan poco tiempo poner en funcionamiento y probar una app de estas características. De hecho, se trabajó con tan poca anticipación, que ni siquiera pudieran cargar la app en la Apple Store para que se descargara desde el sistema operativo IOS, de manera que se tuvo que descargar de manera engorrosa, lo que además abría la ventana de vulnerabilidad, porque se tenía que instalar utilizando códigos de acceso PIN entregados a los voluntarios sin ninguna medida de seguridad.

Según trascendió, solo un 25% de los 1700 presidentes de distrito electoral pudieron descargar la app. De hecho, quizá esto redujo los daños, porque algunos voluntarios, ante la imposibilidad de transmitir los datos, tuitearon las actas donde estaban los pines, por lo que si la app hubiera funcionado, los hackers hubieran tenido el camino allanado para manipular los resultados.

Haciendo a un lado el análisis político con respecto a las consecuencias que este incidente tendrá en la elección del 3 de noviembre, es importante que en los Estados Unidos se dé una discusión sobre cómo equilibrar un profundo sistema federal con estándares mínimos de seguridad y calidad en materia de elecciones, y específicamente en lo que respecta a incorporación de tecnología.