El inesperado y torpe giro que Nicolás Maduro ha permitido, más que propiciado, sobre la economía venezolana ha despertado en un sector del empresariado que se aferra a sobrevivir, la esperanza de que en el país se implante un “modelo chino”.
Resignados ante la eventualidad de que Maduro (o el chavismo) se sostenga indefinidamente en el poder algunos hombres de negocios expresan en privado (y más o menos en público) que la opción menos mala es que el chavismo admita alguna forma de economía de mercado.
Autoritarismo político con libertades económicas. Una luz al final del túnel para el disminuido capitalismo venezolano. Si no se puede sacar a Maduro del poder, al menos alentarlo a que siga por el camino de la liberalización económica.
Ese fue el rumbo que la economía venezolana tomó durante 2019 cuando el Estado chavista admitió la dolarización parcial de la vida cotidiana, liberó importaciones y dejó de inspeccionar los precios de las mercancías (aunque no ha suprimido la legislación regulatoria).
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