Un muchacho de nombre Jesús Mendoza, dijo de otro llamado Ryan Mendoza. Ambos, hacen vida en la Universidad Central: el uno es representante estudiantil en el Consejo Universitario, mientras que, el otro, es secretario de reivindicaciones del Centro de Estudiantes de la Escuela de Derecho.
Archiconocido ya, una planta televisiva – por cierto, cuestionada – ofreció sus espacios a un debate dominical sobre la universidad y su destino, pero muy bien Mendoza desenmascaró a Ryan por su costosa vestimenta y camioneta. Éste se negó a responder y aseguró que la cosa no saldría al aire, en vacilante desafío al moderador Halim Naim, siendo otro – aseguró – el motivo de la discusión.
Los encapuchados de ayer, so pretexto de la autonomía universitaria que ahora impunemente violentan, adolecen de dirigentes universitarios y puede decirse que nunca los han tenido, cuales herederos de inmejorables condiciones, excepto los que hoy ostentan las gobernaciones de Falcón y de Miranda, y un grupo violento como fue el M28: en propiedad nunca ganaron elección alguna y todos los aspirantes a lucirse en la burocracia oficialista tuvieron y tienen por única característica, el nivel de vida de Ryan. Esto es suficiente para contrastar la nomenklatura, o los deseosos conformarla, con las grandes mayorías que se mueren de hambre y de mengua en este país.
Si algo ha fallado, además, es el liderazgo estudiantil de la oposición, encandilado y capturado por los partidos del status quo correspondiente y, entre el miedo extendido, en medio de la peor crisis existencial que ha sufrido la universidad en Venezuela, no sentimos el aliento histórico necesario y, a veces, nos antojamos, , pareciera como si Jóvito Villalba y Rómulo Betancourt, después del tronco de discurso que se mandaron en el Panteón Nacional o al celebrar a Beatriz I, en las jornadas de 1928, se hubiesen echado para atrás y negociado la cohabitación con Juan Vicente Gómez y su ministro de Educación, contentos y vanidosos con la repentina celebridad. Con las muy contadas excepciones del caso (LUZ y USB, por delante), las autoridades y los gremios, todos, están tan chorreados que sólo transmiten confusión, desorientación y, buscando negociar el plazo ordenado por la dictadura que se vence para la Central el 26 de febrero, oportunismo, vulgar oportunismo, tocándoles el deber de llevar adelante el artículo 109 de la Constitución, muy definido, muy expreso, muy preciso: esto es lo que les tocó, así de simple.
Si de los muchachos hablamos, me quito el sombrero por dos que, por cierto, rompen el formato que un día Yon Goicochea consagró: Daniel Ascanio, quien – siendo presidente de la FCU de la USB – recibió y le cantó sus verdades en la jeta al rector usurpador Holder y, suponemos, no querrá recibir el título – está por egresar – de sus manos, injustamente, olvidado y políticamente relegado; y, ya citado, Mendoza, cuyas palabras en la Asamblea Nacional, en los medios y en la propia universidad se hacen sentir, mientras que nadie se ocupa de reclamar ni siquiera la presencia del resto de la dirigencia en cualesquiera consejos de escuela, facultad, universitario o centro de estudiantes, y, peor, los partidos que la apoyaron hacen mutis. Ambos, actuaron y actúan sin mucha estridencia, con una modestia admirable, respondiendo a sus convicciones y pulsiones, cumpliendo con los más elementales deberes de la representación ejercida, desconocidas las ventajas y mimos de las que gozó la otrora estrella fulgurante del pasaje estudiantil, opositor, como Ricardo Sánchez, Ojalá, Daniel y Jesús, no se echen a perder.