En este caso la cuerda vendría siendo Venezuela y su gente. La crisis ya tocó fondo, “trepido muy abajo”, diría, con su clarividencia, el expresidente Carlos Andrés Pérez. Esa es la verdad que no pueden ocultar con sus payasadas las mafias de Maduro. De nada le servirán esas maromas militaristas con radares que no detectan los aviones que despegan diariamente de las decenas de pistas clandestinas controladas por el cártel De Los Soles. Miles de kilos de cocaína alzan vuelo rumbo al Caribe, México, EEUU y Europa. Eso está documentado. Como también hay registros de los aviones repletos de oro ensangrentado, como los llama el Pte Juan Guaidó. Son las variantes financieras de ese régimen fallido. Porque los que se robaron más de 700 mil millones de dólares, ni por asomo los colocan en la bandeja para financiar los programas sociales de la revolución, reducidos al reparto de cajitas con escasos alimentos.
La tragedia venezolana no da para más. No hay pueblo que pueda soportar tan prolongada tortura o suplicio. Eso es lo que se ve, a diario, en nuestro país. El costo de la canasta alimentaria sigue incrementándose. Más del 90% de los venezolanos no tienen ingresos suficientes para cubrir esos montos. Por eso siguen muriendo de hambre muchos ciudadanos. También se engrosa la lista de niños que acusan desnutrición crónica. Eso no puede verse como algo normal y punto. No. Tenemos que evitar que ese drama humano se convierta en parte del paisaje que pintan como cotidiano. Esa es la idea perversa de los asesores cubanos, tutores de Maduro. Tal cuál como sucedió en La Habana, donde la pobre gente celebra como un premio de lotería que les llegue agua potable o consigan un muslo de pollo.
Sigo insistiendo en que la herramienta que más le cuadra a esa estrategia de sometimiento, es la impunidad que le ofrecen a jueces para que dicten sentencias sin fundamentos legales, a policías para que arresten, allanen moradas, torturen y maten a disidentes. A malandros que integran los miles de bandas hamponiles para que sigan atracando o matando, y disfruten de los botines de la muerte a plena luz del sol y no les pasará nada porque el régimen los protege. Esa es la verdad.
La cuerda se estiró y se rompió hace rato en los centros de salud. Donde no sólo no hay personal suficiente ni medicinas, ni equipos, tampoco hay agua potable. Por eso miles de ciudadanos siguen muriendo de mengua. Esa es otra gran verdad.
Por eso es que hay que estar muy claros en que solos no podemos. Ya el Pte Juan Guaidó lo dijo sin titubear en su reciente gira internacional. Y es así, solos no podemos porque esas mafias no respetan acuerdos de diálogos ni reglas de convivencia.
Desde la comunidad internacional se han ofrecido las disposiciones de ayudar a generar más presiones para que ese régimen ceda en su empeño de usurpar los poderes públicos. A que vayamos a elecciones libres y soberanas, pero teniendo muy claro que ese proceso debe organizarlo un gobierno de transición, o sea con Maduro fuera del poder.
Es evidente que las presiones están haciendo su trabajo, los efectos están a la vista. Ya ni Rusia, ni Cuba, ni Irán podrán salvar ese esperpento de régimen venezolano. La salvación de Maduro esta pues en las manos de opositores que reincidirían en el error de meterse en elecciones fraudulentas, esta vez en parlamentarias que serían una gloria para esas mafias.