Thomas Markle está molesto. Desde hace tiempo. Y cualquier oportunidad que tiene la aprovecha para atacar a su hija, la actriz Meghan Markle y a su marido, el príncipe Harry. El ex cineasta indicó que ambos no tienen derecho a hablar contra la Reina y defendió la decisión de Isabel II de privar a los duques el uso de la marca “Sussex Royal”.
Por infobae.com
“Estoy muy molesto con Meghan y Harry en este momento. No creo que tengan derecho a usar la palabra Royal. No creo que tengan derecho a hablarle a la Reina en la forma en que le han hablado, creo que es un insulto a la Reina y al pueblo británico”, manifestó Markle (75 años) a la salida de un mercado en Rosario, México, donde vive actualmente. La reacción del padre de la duquesa se produjo luego de una aclaración que estos habían hecho sobre sus derechos en el exterior que habrían molestado a la realeza.
El rencor del padre de Meghan viene desde hace tiempo y los desencuentros mediáticos con su hija son continuos. Cada problema que surge en la vida de la popular pareja del Reino Unido, el hombre es consultado desde el otro lado del mundo para que dé su opinión sobre el tema. “Mi hija me dejó un día antes de casarse, dejó a mi familia, dejó a la familia de Doria, dejó a todas las familias y ahora está abandonando a la familia británica”, remarcó ante el periodista que lo sorprendió mientras hacía sus compras.
Sin embargo, los duques dejaron en claro en un comunicado en su sitio web que no están planeando el uso de la marca “Sussex Royal” pese a que podrían hacerlo en el extranjero donde la Reina no tiene jurisdicción sobre esa denominación. “Si bien la Monarquía o la Oficina del Gabinete no tienen jurisdicción sobre el uso de la palabra ‘Royal’ en el extranjero, el Duqe y la Duquesa de Sussex no tienen la intención de usar ‘Sussex Royal’ ni ninguna iteración de la palabra ‘Royal’ en ningún territorio (ya sea dentro del Reino Unido o no) cuando se produzca la transición en la primavera de 2020”.
Esa transición a la que hacen referencia será a partir del próximo 31 de marzo, día en el que dejarán de pertenecer a la Familia Real Británica.
El diario inglés DailyMail fue el primero en informar que Isabel II había prohibido a su nieto y a su esposa utilizar esa marca como registro propio ya que habían decidido dar vuelta la página y abandonar sus responsabilidades como miembros de la realeza. La noticia sobre la separación y mudanza de Harry y Meghan se conoció el pasado 8 de enero cuando anunciaron la decisión y provocaron un temblor en el Palacio de Buckingham.
A partir de entonces las especulaciones y las responsabilidades sobre el tan sonado Megxit tronaron contra el popular matrimonio. La actriz norteamericana fue uno de los blancos preferidos de cierta prensa británica, a la que mostraban como “culpable” de la decisión del hijo menor del príncipe Carlos y Lady Di.
“Después de muchos meses de reflexión y de discusiones internas, hemos escogido este año para comenzar una transición progresiva hacia nuestro nuevo papel en esta institución”, anunciaron el príncipe Harry, de 36 años, y Meghan Markle, de 38, en un comunicado difundido a través de su sitio web y sus cuentas en Instagram, una de las más visitadas en el Reino Unido.
Y añadieron: “Tenemos la intención de dar un paso atrás como miembros de la familia real y trabajar para ser financieramente independientes, mientras continuamos apoyando plenamente a Su Majestad, la Reina. Es con su aliento, particularmente en los últimos años, que nos sentimos preparados para hacer este cambio. Ahora planeamos equilibrar nuestro tiempo entre el Reino Unido y América del Norte, continuando honrando nuestro deber hacia La Reina, la Commonwealth y nuestros patrocinios”.
Un matrimonio fuera de lo esperado
Él era un playboy desenfrenado que sentó cabeza. Ella, una relajada actriz californiana que debió adaptar su estilo cuando se convirtió en duquesa. Harry y Meghan se mostraron desde su boda incómodos con las obligaciones impuestas de la familia real británica.
Gracias a su imagen de modernidad, desenfado y compromiso con causas sociales, la joven pareja logró, desde su boda en 2018, una enorme popularidad: abrieron una cuenta en Instagram el 2 de abril y en menos de seis horas alcanzaron el millón de seguidores, batiendo un récord mundial. Hoy alcanzan los 11 millones. Tendrán que cambiarle el nombre.
Pero en los últimos meses expresaron cada vez que pudieron su incomodidad con el estricto estilo de vida impuesto a los miembros de la realeza británica, escrutados con lupa por una prensa sensacionalista a menudo despiadada con unos jóvenes que rompieron los moldes tradicionales.
“A ambos nos apasiona el querer cambiar las cosas para mejor”, afirmó recientemente el príncipe, que antes de sentar cabeza era conocido como el miembro más disipado y problemático de la familia real. Muchos guardan todavía en la memoria la imagen del adolescente con aire perdido que caminaba junto a su hermano William siguiendo el féretro de su madre, la princesa Diana, por las calles de Londres en 1997.
Cuando nació Harry, el 15 de septiembre de 1984, era tercero en el orden sucesorio, una posición que exigía un comportamiento ejemplar. Sin embargo, el enérgico pelirrojo confesó a los 17 años haber fumado cannabis, y su afición por las fiestas regadas de alcohol lo convirtieron en una de las personalidades favoritas de la prensa sensacionalista.
Los tabloides publicaron innumerables fotos del joven príncipe, frecuentemente a la salida de bares y discotecas y en compañía de bellas jóvenes aristócratas, o de la que fue su novia en diferentes períodos, la zimbabuense Chelsy Davy.
En 2005 cometió un grave error al aparecer en una fiesta de disfraces vestido de oficial nazi. Tras aquel escándalo, este gran deportista, apasionado por el rugby, entró en la prestigiosa academia real militar de Sandhurst. En 2008, tras una indiscreción de la prensa, se supo que se encontraba en misión en Afganistán, por lo que todo el país lo acompañó en su decepción cuando tuvo que ser repatriado de urgencia por motivos de seguridad.
Y a partir de ahí empezó a cosechar éxitos mediáticos como cuando fue testigo de honor en la boda de su hermano en 2011, o cuando un año después presidió la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos de Londres.
Pero lo que pareció transformarlo definitivamente fue conocer en 2016 a la actriz Meghan Markle.
Hija de Thomas Markle, un director de iluminación de televisión que ganó un Emmy por su trabajo en la serie Hospital general, y de Doria Ragland, asistente social y profesora de yoga, Meghan nació el 4 de agosto de 1981 en Los Ángeles. Por parte de madre, desciende de los esclavos negros de las plantaciones de algodón de Georgia, en el sur de Estados Unidos. Por parte de padre, es descendiente del rey Roberto I de Escocia, que reinó entre 1306 y 1329. Sus padres se separaron cuando ella tenía dos años y se divorciaron cinco más tarde.
Markle se graduó en teatro y relaciones internacionales en la Northwestern University, cerca de Chicago, tras lo cual pasó seis semanas haciendo prácticas en la embajada estadounidense en Argentina.
La actriz alcanzó la fama gracias a la televisión, trabajando en la serie Suits, sobre un bufete de abogados de Nueva York. Y antes de contraer matrimonio con Harry estuvo casada con el productor Trevor Engelson, del que se divorció al cabo de dos años.
Viejos amigos la han acusado de haberlos dejado de lado a medida que iba progresando en la vida, y sus dos hermanastros, que no fueron invitados a la boda, le lanzaron críticas feroces, sugiriendo que se avergonzaba de ellos. Su padre, que tampoco asistió a la ceremonia, acaparó las portadas de todo el mundo tras prestarse a escenificar unas fotos para unos paparazzi.
Desde que se convirtió en duquesa de Sussex, Meghan, que cultivaba un estilo informal californiano de shorts y sandalias, tuvo que acostumbrarse a las reglas de vestir de la monarquía británica: medias de color carne o neutro, esmaltes de uñas discretos y vestidos por debajo de la rodilla.