Leí por estos días un supuesto Comunicado del señor ministro de Educación quien dejaba sin efecto las normas oficiales referidas, tanto a la escritura como a la forma oral de comunicación del español venezolano en todo el territorio nacional.
En la exposición de motivos, el ciudadano ministro Aristóbulo Istúriz Almeida indica que la práctica idiomática está siendo defendida por “un reducido grupo de individuos a quienes tienen el español como idioma derivado después de más de 500 años de colonialismo”.
Por lo tanto, en dicho comunicado el ministro Resuelve, “Dejar sin efecto (…) en toda la malla curricular de educación primaria, básica y bachillerato que la ortografía, gramática y cualquier otra forma de expresión autónoma del habla oral y escrita (…) sea evaluada como error o equivocación, teniendo los docentes en lo sucesivo que permitir la libertad de escritura en nuestros niños, niñas y adolescentes, como forma indeclinable de un nuevo pensamiento que vaya acorde con la libertad y soberanía de los pueblos…”
Partiendo del hecho cierto del derecho de todo hablante a comunicarse no deja de sorprender que para hacer la comunicación más efectiva y eficiente, se requiere siempre de un acuerdo (normas) para establecer el acto comunicativo.
Porque no hablamos de cualquier manera, eso es obvio. Desde la generación de formas de pronunciación específicas que nos vinculan siempre a un entorno geográfico y social concreto hasta la transcripción de esos actos de habla, trasladados al dibujo gráfico, la práctica del español venezolano tiene su base formal de aceptación soportada en los más adelantados estudiosos y defensores de la lengua nacional. Desde fray Juan Antonio Navarrete, Andrés Bello, Rafael María Baralt, hasta el profesor Ángel Rosenblat han resaltado y exaltado a nuestro español venezolano, tanto por su riqueza y fuerza idiomática como por su esplendoroso porvenir.
Resulta insólito semejante desprecio a la lengua nacional y las diferentes formas regionales e incluso, aquellos idiomas y formas dialectales de los pueblos indígenas que habitan en el territorio nacional, donde todos los venezolanos nos reconocemos, entrelazamos y resaltamos nuestros más sagrados valores y principios de lo que hemos sido, somos y seguiremos siendo.
La Enseñanza Idiomática tiene como principio permitir el derecho, volvemos a repetirlo, de todo hablante a expresarse. Pero dicha enseñanza posee un “rigor académico” en su proceso de enseñanza-aprendizaje.
Todo idioma se asimila desde la más temprana edad, incluso las más avanzadas investigaciones indican que posee un espacio genético que lo hace infinito de una a otra generación.
La lengua española ha sido una práctica idiomática en el venezolano superior a los 500 años. Más de la mitad de un idioma que ya supera el milenio. Una práctica de suavización fonética en sus múltiples variantes, mientras la adecuación morfosintáctica y de significaciones incorpora periódicamente neo lenguaje para enriquecimiento común.
La práctica idiomática del español hablado en Venezuela resulta de un inmenso dinamismo que se hace evidente en la inclusión permanente de todos los ciudadanos alrededor de una lengua donde todos nos sabemos partícipes de un mismo destino cultural.
Es imposible por decretos, comunicados o cualquier otro documento cuasi oficial, imponerle a un hablante, sea el uso de términos y hablas como de liberarlo de supuestas imposiciones de “imperialismo lingüístico”. Por otra parte, buscar visualizar las realidades de hablas indígenas para incentivar la práctica de esas lenguas, no pasan de ser bellos e idealistas deseos de resentidos idiomáticos quienes, muy posiblemente, tienen débiles conocimientos gramaticales de la lengua nacional y ahora buscan que “niños, niñas y adolescentes” se dediquen al aprendizaje y práctica de algún idioma o dialecto indígena.
Estos individuos al fin y al cabo lo que están buscando es llevar al rico, formal y potente español hablado en Venezuela, al desorden gramatical cuyas consecuencias se notarán en los escenarios de interpretaciones jurídicas y demás documentos que soportan la vida económico-financiera de una sociedad.
La ignorancia es libre, reza un dicho. En este caso, creo que es una estrategia bien diseñada para continuar desarticulando, tanto a las instituciones del Estado venezolano como a la misma sociedad, sus principios, valores y coherencia en el uso de su natural lenguaje.
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