Sin aire acondicionado en un lugar donde la alta temperatura lo convierte en un horno, sin ninguna salida al sol, le permiten bañarse dos veces a la semana, tiene prohibido hacer llamadas telefónicas, una celda con puertas de metal que siempre están cerradas y que a través de una pequeñísima ventana en ella le permiten recibir los alimentos fríos, muchas veces casi descompuestos. Es una habitación impersonal, con literas de concreto, con el retrete o poceta dentro de la misma celda.
Por Sebastiana Barráez / infobae.com
Así transcurren los días que Juan José Márquez, tío de Juan Guaidó. Pasa en la “Casa de los Sueños”, como llaman en la DGCIM a los subsótanos recién construidos.
Márquez está ahí desde que fue detenido el 11 de febrero en el Aeropuerto Internacional de Maiquetía, al momento en que regresaba de Portugal junto con su sobrino, a quien acompañó en la gira internacional de 23 días. Comparte su celda con “El Gavilán”, un funcionario de la alcaldía de la Gran Sabana, cuyo nombre es José Barreto, y otro de la Operación Aurora.
Como él hay muchos militares y civiles, tirados casi al olvido en ese lugar inmundo, que ahora está a reventar por la gran cantidad de detenidos que hay. Allí hay gente que fue recluida hace meses, como ocurre desde diciembre con cinco detenidos del asalto al Batallón de Selva del estado Bolívar en la llamada Operación Aurora.
Con alias Gavilán también fueron detenidos, el 28 de diciembre, José Martínez y Moisés Millán, entre otros. A ellos no les han permitido visita de abogados ni de familiares, tampoco llamadas: ni siquiera han sido presentados ante el tribunal. En idénticas condiciones fue recluido el economista Juan José Gámez Maza.
En la Casa de los Sueños hay una celda de castigo de 50×50, además de las 14 celdas que hay en un lugar y las dos que están más profundas. Todo está vigilado, con cámaras y micrófonos.
“El aire acondicionado sirve y funciona, pero ordenan que sean apagados para que no llegue a quienes están en los sótanos. Lo que buscan es que sientan que se están asfixiando”, cuenta a Infobae un funcionario que no sabe explicar si la intención es torturar a los detenidos o es parte de la operación psicológica que ordenan quienes recibieron entrenamiento por parte de los cubanos.
Al estado primitivo
El director de la Dirección General de ContraInteligencia Militar (Dgcim) es el Mayor General (Ej) Iván Hernández Dala, mientras que el subdirector es el general Rafael Ramón Blanco Marrero, quien es incondicional de la inteligencia cubana. El director de Investigaciones y quien es responsable de lo que ocurre en los sótanos con los detenidos es el General de Brigada (Ej) Carlos Enrique Terán Hurtado.
Pero han surgido profundas contradicciones entre los altos funcionarios de la DGCIM, el mayor Alexander Enrique Granko Arteaga, jefe de la Dirección de Asuntos Especiales (DAES) y Nestor Neptalí Blanco Hurtado, un oficial de la Guardia Nacional, ambos sancionados por los Estados Unidos.
Hay funcionarios molestos por el “trato suave” que se les da a los detenidos. Otros en cambio no están de acuerdo porque consideran que hay mucha crueldad en las condiciones infrahumanas que tienen los presos, entre los cuales hay varios generales.
Hay detenidos desde hace más de dos años, sin juicio, sin pruebas en contra, sin mínimas condiciones de higiene. Sin salir al sol desde hace muchos meses. “Parecen fantasmas. Están pálidos y algunos se ven muy enfermos”, confiesa un joven.
El área de la visita, a la que llaman La Pecera, es de total hacinamiento. Hay tantos detenidos que, aunque solo a algunos les autorizan la visita, se llena la zona.
Por unos poquísimos meses tuvieron condiciones mínimas, pero ya no les permiten libros, tampoco cartas ni siquiera de los niños, les prohibieron las fotografías.
Juan José Márquez, a quienes los detenidos llaman “el tío”, fue señalado, no por ningún tribunal, sino en el programa de Diosdado Cabello en VTV, canal de propaganda del Gobierno de Nicolás Maduro, de haber ingresado con explosivos en el avión que los traía de Portugal, lo que inmediatamente causó la respuesta de la línea aérea diciendo que es imposible que eso hubiese sucedido porque los protocolos de seguridad lo habrían impedido.
“El tío” permanece en el subsótano mientras cumple la norma impuesta del Acostumbramiento, que normalmente es de 30 a 45 días, pero que en su caso han dicho que podría ser de 90 días. En esa etapa no hay visitas de familiares ni abogados, ningún tipo de comunicación.
Los militares, por su parte, son obligados a uniformarse para las visitas, en medio de aquel calor infernal.
Y ante todo eso la Comisión de la alta comisionada de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Verónica Michelle Bachelet Jeria, no ha podido entrar a los sitios de reclusión de la DGCIM, pero tampoco han denunciado ante el mundo lo que ha ocurrido. El silencio de Bachelet hace mucho daño ante las esperanzas de los presos por causas políticas, a quienes se las violentado sus derechos humanos y pasan las horas y los días sometidos a esas condiciones denigrantes que buscan reducirlos al primitivismo.