El Reino Unido y la Unión Europea (UE) iniciaron este lunes la negociación sobre su futura relación con un “espíritu constructivo” que no esconde la dificultad de llegar a un acuerdo sobre los temas espinosos para finales de 2020.
“Abordamos estas negociaciones con un espíritu constructivo. Queremos acordar una asociación ambiciosa y justa”, tuiteó el negociador europeo para el Brexit, Michel Barnier, tras reunirse con su homólogo británico, David Frost.
Aunque Londres, de boca de un vocero, indicó que “se comprometerá constructivamente” también en la discusión, ya dejó claro que su objetivo es “un acuerdo de libre comercio que respete plenamente la autonomía política y normativa del Reino Unido”.
Pese al tono “constructivo”, ambas partes campan en sus posiciones al inicio de una discusión sobre la que pesa también la presión del tiempo, al deber cerrar en pocos meses un acuerdo comercial cuya negociación suele tomar años en la UE.
Tras la publicación la semana pasada de los mandatos de negociación de Londres y Bruselas, que ya dejaron relucir sus líneas rojas y sus profundas diferencias, la cuestión ahora es saber si es posible llegar a un terreno de entendimiento.
Si no hay acuerdo, las consecuencias económicas serán importantes tanto para el Reino Unido como para el continente tras el final del período de transición el 31 de diciembre, tras décadas de estrechas relaciones económicas y comerciales.
El gobierno británico de Boris Johnson fijó junio como plazo para realizar un primer balance de las negociaciones y amenazó con cerrar la puerta a partir de entonces si las discusiones se estancan.
“En cualquier negociación, siempre hay un poco de pose. Cada parte quiere presentar su posición lo más fuerte posible”, explica Fabien Zuleeg, del European Policy Centre (EPC).
Para una fuente europea, la posición de Johnson es “un mensaje político destinado a su opinión pública en caso de que se pase mal”. “Pero sería irresponsable cerrar la puerta entonces, cuando se puede discutir hasta finales de año”, agregó.
Las negociaciones se organizan en torno a diez grupos temáticos (comercio, transporte, energía, condiciones de competencia, pesca, cooperación judicial, etc.) y tendrán lugar entre Londres y Bruselas, alternativamente, cada dos o tres semanas.
La primera ronda de negociación finalizará el próximo jueves, al término de la cual Barnier hará un balance ante los medios de comunicación.
– “No hay plan B” –
Visto el corto período de negociación, las discusiones se centrarán en tres puntos, los más sensibles que auguran acaloradas discusiones: acuerdo de libre comercio y condiciones de competencia, solución de diferendos y pesca.
La UE no está dispuesta a regalar el acceso de su mercado de 440 millones de consumidores, advirtiendo que el acuerdo no será a “cualquier precio”.
El acceso de los británicos a este mercado con condiciones de “cero cuotas, cero aranceles”, como propone la UE, estará condicionado al respeto de las normas europeas de trabajo, medio ambiente, fiscalidad y ayudas de Estado, para evitar la competencia desleal de su ex socio.
Londres reitera su rechazo a alinearse con las reglas europeas, pese a los temores del bloque sobre una eventual rebaja de los estándares actuales en estas áreas, y a que el Tribunal de Justicia de la UE desempeñe un papel en la resolución de diferendos.
La pesca es otro de los asuntos sensibles en la negociación. La UE, presionada por países como Francia para lograr un “acceso recíproco” a las ricas aguas británicas, ya advirtió que sin pacto sobre pesca no habrá un acuerdo comercial global entre ambos.
“Si Londres se mantiene en su línea, no puede haber acuerdo. El Brexit siempre fue una cuestión política, ideológica, pero no económica”, apunta Zuleeg, que duda sobre el alcance de la presión de los ambientes económicos sobre Johnson.
Una fuente europea considera posible un eventual acuerdo, si sus condiciones no aparecen como “un ‘diktat'” europeo. “Solo hay un plan A y no hay un plan B”, ya que los británicos rechazan cualquier prórroga de las negociaciones, advierte.
AFP