La metamorfosis de la víbora
La conocí, por eso hablo de ella, porque la conocí, incluso la vi de cerca…, con grima, pero la vi de cerca. Se me aproximó –como es– sinuosa, encubriendo su perfidia, reptil baboso, víbora. Sí, la hija pervertida del comunismo tiene el siniestro y esquelético rostro de una víbora…, es una víbora y en el menor descuido te muerde y te hinca su depravación venenosa. Es una depravada. Hablo de ella porque la conocí, la vi de cerca, nunca sentí tanto asco. Sí, asco.
La espina del mal
La hija pervertida del comunismo –obviamente– fue chavista, dice que ahora no lo es, pero lo fue. Se hace pasar por activista de la resistencia, pero no resiste nada, es comunista, vive del desprecio, del rencor; vive de la perversión y el miedo. Sí, como todo comunista –espina del mal– es perversa y miedosa. Sus padres la hastiaron de complejos, de prejuicios, de resentimientos. Por eso la hija del comunismo tuvo como único destino prostituirse. Es sólo eso una prostituta.
La lágrima de la nada
Se me acercó llorando, sí, llora todo el día las nostalgias de sus padres comunistas, lo que supuestamente fueron, lo que supuestamente son. Para mí son la nada, la más triste decadencia, el ocaso venezolano, la caída del disparate, sí, porque encarnan el disparate. Alabaron a Chávez, lo enaltecieron, lo veneraron de rodillas. Por eso su hija tuvo que prostituirse, de la vergüenza; no pudo cargar con el peso de la criminal infamia.
La redención de la mentira
Hija del comunismo, obviamente es autodestructiva, suicida. Sentí lástima por ella e intenté salvaguardarla de sí misma. Pero es difícil, por no decir imposible. Lo único que la salva es su capacidad de mentir, incluso, de mentirse a sí misma. Miente, miente y miente más. Cada vez que puede miente. Vivir de la mentira le permite creer que es alguien, pero no, no lo es, no es nada. Me equivoco, sí es algo: es la hija pervertida del comunismo.
La migaja por sentir
La prostitución de la hija del comunismo es penosa. Se ofrece –y vende– por la migaja de que la hagan sentir alguien. Algo difícil, muy difícil, que la convierte en ninfómana de correspondencia. Angustiante, asfixiante, atosigante, nadie la corresponde. Ni moneda ni pan, sólo reconocimiento, por eso repugna. Es una limosnera de atención que, en su miseria extrema, urge que la toquen, que la manoseen, que la golpeen. Hija del comunismo, al fin y al cabo, su placer es masoquista.
La ninfómana de gargajos
Todo mendigo de atención al final disfruta que lo humillen, que lo abofeteen, que le escupan. Por eso a la hija del comunismo la excita que la llamen prostituta, es una ninfómana de gargajos, al menos siente algo. Sé que resulta incomprensible esa actitud, pero es así, el comunismo pervierte con especial énfasis a sus hijos. Que la vida te libre de ser acosado o acosada por una hija o hijo pervertido del comunismo. Si te ha ocurrido me entenderás, si te ocurriese te acordarás de mí.
El velo de la perfidia
Este texto, a pesar de ser lacerante y ofensivo, no me convierte en un poeta maldito. No lo soy, tampoco aspiro serlo. Yo soy la víctima; tú también lo eres. Venezuela lo es con nosotros. La hija pervertida del comunismo se ha quitado el velo y nos ha mostrado su cadavérico rostro, su repulsiva perfidia. Está aquí entre nosotros, mintiendo, haciéndose pasar por activista de la resistencia y de la libertad, pero no lo es. La verdad es que la víbora intenta seducirte para envenenarte. ¿Caerás?
El beso negro del chavismo
A veces las abstracciones son más ilustrativas que las certidumbres. La parábola de la hija pervertida del comunismo no es un agravio, es una advertencia. Los venezolanos estamos rodeados por hijas e hijos del comunismo, de ahí el alzamiento y permanencia del maldito beso negro chavista. Si no hubiese conocido y visto de cerca la repugnante perversidad de la hija del comunismo no reconocería la urgencia de internarla en un manicomio o confiscarla en un circo. Sonrío frente a ella con gusto porque no sólo la estigmatizo, sino porque pongo su cadavérico rostro en evidencia para el universal desprecio.
Le devuelvo el beso al comunismo… y mi veneno…
FIN