Ciertamente, el proceso iniciado en 1999 en Venezuela se inscribió bajo bandera socialista como “Socialismo del SXXI” y emprendió el catecismo ortodoxo de expropiaciones, controles de todo tipo, asedio a la economía privada, estatizaciones y monopolio de todos los poderes públicos. Acertado en la devastación de la economía y el empobrecimiento de la población.
Pero la prominencia de la realidad de hoy es aun mas grave: es un país donde se trafica con alimentos lo mismo que con cocaína, oro, coltán; donde se establece un contrabando legalizado para suplir las carencias cotidianas de bienes primordiales. Bandas ilegales diezman impunemente el ambiente en las explotaciones minerales. Circulan a caudales divisas de origen oscuro. Fuerzas paramilitares del régimen devienen en poderosas bandas hamponiles…
Son realidades de un país arrastrado a la devastación bajo promesas de justicia socialista, pero que, como lo definen Moisés Naím y Francisco Toro en un reciente articulo en Foreign Affairs, “El impulsor mas profundo de la implosión de Venezuela no es la adhesión doctrinaria de Maduro al socialismo sino, más bien, la caída del país en la cleptocracia.”
El poder en la Venezuela actual corresponde al modelo de Estado que soñaba el antioqueño Pablo Escobar Gaviria para Colombia. Afortunadamente para nuestros hermanos del vecino país, aquel no pasó de ser suplente de una curul en el Senado…