Q’totas, es una tienda virtual de repostería con suculentas tortas de diferentes presentaciones, texturas y colores: todo un festín de sensaciones. Es una iniciativa que comenzó en Venezuela y se extendió hasta Argentina. Una venezolana hizo el milagro. Carlota Firnhaber, se aventuró a crear su propio negocio que tiempo después se convirtió en una compañía familiar exitosa. Conoce la historia de esta joven entusiasta que con algunos gramos de buena actitud, un toque de disciplina, una pizca de talento, y muchas porciones de perseverancia creó su propia receta para cumplir un sueño.
Por Elizabeth M. Gutiérrez. G. / La Patilla
Carlota, nativa de Maracaibo, lo tiene todo muy claro. A sus 26 años sin miedo dice lo que piensa y comparte sus experiencias. Esa parece ser la única manera de llegar a donde está. “Me considero disciplinada para lo que quiero”, asegura.
Es una repostera empírica. Esto no se aprende en las escuelas, se lleva en el ADN. Creció entre las recetas y saberes culinarios de sus padres. Por sus venas corre el chocolate y de hecho, es el ingrediente protagonista entre los postres que más vende. “Mi mamá siempre cocinó y siempre la vi. La primera receta que probé fue un brownie famoso de ella. De aquí deriva hoy en día nuestro producto estrella”, comenta y a su vez afirma “Soy amante del chocolate en todas sus formas”.
El nombre particular de Q’totas nació de manera inesperada pero acertada. “En mi ciudad, había un boom de emprendimientos de dulces pero con nombres en inglés. Todo era bakery, sweet algo y así. Me molestaba porque decía: ‘ya va, vivimos en Venezuela, hablamos español. Tiene que ser algo en español’. Y en el salón de clases, comenté que quién me ayudara con el nombre se ganaba unos brownies. Fue una lluvia de ideas: que ponquecitos, que ponqué, qué tortas, qué totas. Resulta, que mi sobrenombre desde bebé es Tota, y bueno así nació Q’totas”.
A la maracucha le iba bien con las ventas en Venezuela y a pesar de contar con el apoyo de su familia, anhelaba aumentar sus ingresos. Fue entonces cuando decidió emigrar y comenzar un nuevo ciclo. Aunque admite que no fue fácil, Argentina fue la anfitriona que le concedió la oportunidad de conocer otros sabores y desarrollar sus talentos. “Me impactó el hecho de no reconocer las calles, desconocer a dónde iba, de regreso en taxi desde el aeropuerto hasta el primer departamento donde llegué, pero lo tomé como algo emocionante. Eso también ayudó”, afirma.
“Argentina es un país amable con los migrantes. Contrario a lo que muchos creen, son muy abiertos y curiosos a cosas nuevas. Esto contribuyó demasiado y siempre lo agradezco. Pero no niego que vine con mi mente abierta. Visité las mejores cafeterías y preguntaba siempre: ‘¿qué es lo que más llevan?’. Probé tortas, y así conocí qué punto de dulce era el que gustaba, qué intensidad de chocolate. Me amigué con ingredientes emblemáticos de la región, ¡el dulce de leche!”, cuenta.
Carlota se dio a conocer en los locales de la ciudad hasta convertirse en una referencia importante entre los reposteros de la región. Para lograrlo, contó con el apoyo de venezolanos que conocían su trabajo. “Corrí con la suerte de llegar con clientes que habían emigrado. Los mismos que me compraban en Maracaibo. Algunos por suerte, estaban aquí. Fue una bendición, sentir que podía seguir vendiendo acá… Agradezco enormemente a la comunidad venezolana, puesto que somos fuertes, nos apoyamos y gracias a ellos, pudimos llegar poco a poco al público argentino”, argumenta.
En compañía de su familia ha expandido este negocio. Actualmente, trabaja junto al “mejor team”, como menciona, su mamá, tía, hermano, primo, esposo y otros colaboradores que regalan dulces alegrías semana a semana. “Solo hacemos tortas… Aproximadamente, unas 35 semanales. Todo es elaborado por nosotros”, asegura.
Carlota hizo del oficio de la repostería un estilo de vida. Fue un sueño que se cristalizó a fuego lento pero finalmente encontró la estabilidad que necesitaba y ahora, comparte con sus seguidores cada una de sus vivencias sin filtros. “Apuesto más en mostrar todo lo del proceso. Los días malos, re malos y las semanas que no entiendes por qué te metiste en esto. Las redes están llenas de fotos lindas, pero no somos un molde. Somos personas de verdad y quiero transmitir eso, que aun con error, con desaciertos, si lo que deseas es desde el bien y para ayudar a los demás, el camino se hace”, indica.
Carlota se encuentra lejos, en kilómetros de distancia, pero cercana de corazón y es precisamente su principal motivación. “Me siento bien donde estoy. Pero como migrante, extraño estar en casa. Cuando hago una torta siento que les puedo transmitir un ratito de estar allá y así es más fácil seguir”.
Continuar con este negocio fue un riesgo. Sin embargo, se transformó en una experiencia formidable que cautiva a los argentinos. Y aunque la zuliana no llegó “buscando el postre que más gustara”, en sus palabras, aun añora hacer la torta de chocolate perfecta. Además, se prepara con un postgrado en pastelería. También, confiesa que le gustaría obtener un edificio espacioso de seis pisos, según imagina, para ofrecer sus postres y crear la academia de Q’totas en Buenos Aires. Eso sí, todo sin abandonar la esperanza de regresar en algún momento a su país.
Para conocer más detalles sobre sus creaciones pueden seguirla a través de su cuenta en Instagram @qtotas.