En las elecciones parlamentarias y presidenciales que deben darse más pronto que tarde y que, finalmente, se efectúen de acuerdo con la constitución y sean reconocidas internacionalmente por su cualidad de ser libres, justas y competitivas, los electores deberán plantearse con sumo cuidado la pregunta que da título a este artículo. ¿Por quién votar?
Por Julio Cesar Castellanos Lozada
Votar por los candidatos del PSUV, de Maduro y Diosdado, equivale elegir como futuro el presente que tenemos. El presente de crisis humanitaria compleja, de violencia y represión, es votar por el FAES y sus escuadrones de la muerte y por el control social. Votar por el PSUV sólo tiene sentido para quien es enchufado y, además, dejó de interesarle el bienestar del prójimo.
Votar por Vente Venezuela y por María Corina Machado, o por su lugarteniente en Carabobo, Pablo Aure, implica votar por la inconsistencia. Esa opción política solo expresa deseos más no acciones a seguir, reales y prácticas, frente a la dictadura. Desmovilizan a la población apelando a una batería de argumentos que van desde “no ser carne de cañón” al “no podemos solos” (esto último para que la gente espere en su casa o refugiado en el twitter una salvadora y mítica invasión). Desde hace mucho denigran de participar en elecciones pero hace unos días la autora de la “ruta del coraje” anunció su candidatura presidencial.
Votar por Javier Bertucci, Timoteo Zambrano, Claudio Fermín o Henry Falcón es votar por la Mesa de Diálogo Nacional, es decir, por el intento de blanqueamiento de la dictadura, por desconocer las responsabilidades del régimen en la violación sistemática de derechos humanos y por la “normalizacion”. Por la aceptación vulgar de simulacros electorales donde la gente vote pero no pueda elegir. Votar por el MAS, por Soluciones o por el “Candidato de Cristo” se reduce a cambiar la promesa de una democracia real por el pote de Nutella que la dolarización de facto y la chinización pueden ofrecer.
Votar por los alacranes, por dirigentes políticos que de un día para otro cambian de bando al recibir pagos, en dólares o euros, no es una apuesta segura. Los electores saben que esos ciudadanos anteponen sus intereses económicos personales al mandato de los electores. Venderse por dinero tiene un nombre muy antiguo y feo que no merece ser escrito aquí.
Abstenerse, sea por la razón que sea, nos reduce a la posición de indiferentes ante la realidad. Argumentos como “si no trabajo no como” o “todos son iguales” nos conducen a la inacción, a la desesperanza y a la victoria segura del régimen porque, al final, los enchufados y sus desvergonzados panas si votarán.
¿Cuál es mi opción entonces? ¿Acaso no hay alternativas? Pues si, para mí hay una opción. Voy a votar por el partido que derrotó a Hugo Chávez el 4 de Febrero de 1992, el partido que lo metió preso como merecía, por el partido que siempre se ha plantado contra la “revolución”, desde 1999, desde la manifestación popular denominada “El Catiazo” hasta la pasada movilización junto a Juan Guaidó el 10M. Voto por los diputados que no se venden, por el verbo encendido de Henry Ramos Allup, por los indetenibles gobernadores opositores que luchan contra los ilegítimos “protectores”, por el partido cuyos militantes prefieren morir antes que ceder a la dictadura. Por el partido que tiene por tradición derrocar tiranías. Yo votaré por AD. Hoy el partido está ilegalizado, pero si gracias a la presión interna y externa al régimen, finalmente somos legalizados, votaré blanco y no solo votaré, haré campaña, defenderé los votos en mi centro de votación y celebraré el triunfo popular frente a la barbarie. No contento con eso, daré mi respaldo para que el futuro gobierno ejecute el Plan País y nuevamente Venezuela sea reconocida por la comunidad internacional. Esa es mi opción, invito a todos los lectores que mediten en que acera desean estar.
Julio Castellanos / [email protected] / @rockypolitica