Los franceses comenzaron a votar este domingo para elegir a sus autoridades locales en unos comicios que se celebran en un contexto inédito y en medio de medidas sanitarias extraordinarias por el coronavirus, que amenaza con disparar la abstención.
Pese al cierre de sus escuelas, restaurantes y comercios no indispensables, Francia decidió, contra todo pronóstico, mantener sus elecciones municipales para “asegurar la continuidad de la vida democrática y de las instituciones”.
“No hay nada que impida a los franceses, incluso a los más vulnerables, ir a las urnas”, declaró el jueves en un discurso a la nación el presidente francés, Emmanuel Macron, que aseguró haber consultado a científicos sobre el tema.
Las autoridades del país, uno de los principales focos europeos del coronavirus con 4.500 infectados y 91 fallecimientos, pusieron en pie una serie de normas para que la votación se realice en las condiciones sanitarias más estrictas.
Antes de entrar a su centro de voto, los electores debían desinfectarse las manos, y para evitar pasarse el virus, se invitó a todos los ciudadanos a llevar su propio bolígrafo para votar.
Los votantes debían también conservar entre ellos una distancia de seguridad de un metro durante cada etapa del voto y los encargados de las mesas electorales tenían a su disposición gel antiséptico y guantes para protegerse.
“Hay que ir a votar. Es importante. Solo hay que tener cuidado y lavarse las manos antes y después”, estimó Vanessa Bouissou, de 40 años, que aguardaba su turno para votar en un centro electoral de París.
– Igual que “ir de compras” –
¿Pero estas medidas bastarán para convencer a las cerca de 48 millones de personas inscritas en las listas electorales a ir a las urnas?
En tiempo normal, las elecciones municipales atraen cada vez menos franceses desde hace 30 años –63,5% en 2014– y, según una encuesta, una de cada tres personas estima que se exponen a un “riesgo alto” por el coronavirus si van a votar este domingo.
El inmunólogo Jean-Francois Delfraissy, presidente del Consejo Científico sobre el coronavirus en Francia, insiste en que el riesgo de ir a votar no es mayor que el de “ir de compras”.
Aún así, según el politólogo Jean Guarrigues, “no hay duda de que muchos electores se quedarán en sus casas”. Para los especialistas consultados por la AFP, la abstención por el coronavirus se verá sobre todo entre el electorado de la tercera edad, lo que penalizaría a la derecha.
La incertidumbre es aún mayor para la segunda vuelta, prevista una semana más tarde, sobre todo teniendo en cuenta el rápido avance de la epidemia en este país, donde los casos se han multiplicado por dos en las últimas 72 horas.
– ¿Derrota para Macron? –
En el plano político, los resultados de los candidatos del partido presidencial, La República en Marcha (LREM), que no existía en los últimos comicios municipales en 2014, serán observados con lupa.
Tras más de dos meses de manifestaciones y paros en los transportes, la crisis de los “chalecos amarillos” y el escándalo sexual que obligó al candidato de Macron, Benjamin Griveaux, a retirarse de la carrera por la alcaldía de París, los pronósticos no son buenos para el partido presidencial.
En la capital, la exministra de Sanidad, Agnès Buzyn, que remplazó a último minuto a Griveaux, está rezagada en tercer lugar en los sondeos, por detrás de la exministra de Justicia de Nicolas Sarkozy, la conservadora Rachida Dati, y la actual alcaldesa de París, la socialista Anne Hidalgo, empatadas a la cabeza.
En Marsella, la segunda ciudad de Francia, el macronista Yvon Berland, no supera el 10% de intenciones de voto. Incluso el primer ministro, Edouard Philippe, candidato a la alcaldía de Le Havre, su feudo electoral, no tiene asegurada la victoria, lo que pondría en peligro su puesto a la cabeza del ejecutivo.
“Una nueva derrota tras la de las elecciones europeas de 2019 sería una muestra más de que los poderes mágicos de Macron ya no son tan mágicos, lo que puede despertar las ambiciones de sus adversarios para las presidenciales de 2022”, comenta Bruno Cautrès, investigador en la universidad Sciences Po. AFP