Con al menos 8 muertos y medio millar de infectados, Latinoamérica no solo se enfrenta a la expansión del coronavirus y al reto de contenerlo. Pese a ser una de las zonas menos afectadas en el mundo, en la región confluyen esta nueva enfermedad, deficiencias de sus sistemas de salud, problemas de desigualdad social y situaciones particulares que complican dar una respuesta del todo apropiada, pese a los esfuerzos de los Gobiernos.
Países como Uruguay, cuentan con una cobertura universal de salud que incluye 10.000 médicos y 826 centros de salud, a los que se puede acceder desde cualquier punto del país con una demora máxima de una hora caminando. Las autoridades empezaron a aplicar un protocolo de contención tan pronto se supo del primer contagio -van 29-: prohibir espectáculos públicos, cerrar la frontera con Argentina y suspender los vuelos desde Europa y EE.UU.
Al contrario, en Nicaragua, donde oficialmente aún no hay contagiados, el Gobierno decidió no restringir la entrada ni la movilidad en el territorio a ningún viajero, ni tampoco establecer ningún tipo de cuarentena a los potenciales afectados.
En Latinoamérica “hay variedad entre los sistemas (de salud), no podemos decir que todos están preparados por igual, pero son muy resilientes porque ya tienen mucha experiencia manejando estas epidemias, como pasó con la de la A(H1N1) en 2009 y más reciente con el zika o el dengue”, aseguró a Efe desde Washington Marcos Espinal, director de Enfermedades Transmitibles y Determinantes Ambientales de la Salud de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
Experiencias que han permitido que, por ejemplo, Colombia, que ya superó el medio centenar de casos del COVID-19, cuente con el primer laboratorio certificado en América Latina capaz de detectar casos de coronavirus en menos de 24 horas. Pero el ministro de Salud, Fernando Ruiz, reconoció que el mayor reto es evitar la propagación autónoma del virus, por lo que el Ministerio de Hacienda asignó unos 3,9 millones de dólares adicionales al presupuesto sanitario.
Algo clave a la hora de enfrentar la pandemia, ya que se deben tener en cuenta dos fases. “La de contención, cuando se detecta un caso, se aísla, se busca a sus contactos y se busca cortar la cadena de transmisión. Pero después cuando hay transmisión comunitaria, se debe pensar en la mitigación, en disminuir el avance del virus”, agregó Espinal.
LASTRE ECONÓMICO
Latinoamérica tiene una situación compleja, partiendo de las desigualdades económicas de los países en “los que la inversión en los sistemas públicos de salud es mucho menor que en Europa, o donde el gasto per cápita en ese renglón es de 949 dólares frente a los 1.420 de Oriente Medio, por ejemplo”, afirmó a Efe Miguel Lago, director ejecutivo del Instituto de Estudios para Políticas de Salud (IESP) de Río de Janeiro, un think tank brasileño.
Brasil es justamente un buen caso de esos contrastes: pese a ser, como recordó Lago, “el único país del mundo con más de 100 millones de habitantes que ofrece un sistema gratuito de salud”, el gasto en el sector es del 4 % del producto interno bruto (PIB), lejos todavía del 6,5 % que destinan en promedio las naciones más desarrolladas.
Con al menos 234 casos y una muerte, preocupa la falta de camas en unidades de cuidados intensivos y aunque el Gobierno anunció el jueves pasado la contratación de 2.000 adicionales, todavía se está por debajo de las 3.000 que se necesitan, según la Asociación de Medicina Intensiva Brasileña (Amib).
Es una problemática que también se ve en Venezuela. El presidente Nicolás Maduro asegura que aprobó “todos los recursos necesarios” para “enfrentar esta epidemia tan peligrosa” que deja hasta el momento 17 casos confirmados. Panorama que contrasta radicalmente con la realidad del sector de la salud, en el que la mayoría de sus trabajadores devengan menos de 100 dólares al mes, los hospitales tienen una operatividad por debajo del 60 %, según el mismo gremio, y la escasez de medicamentos es superior al 50 %, de acuerdo con la Federación Farmacéutica de Venezuela.
DESIGUALDAD QUE AFECTA LA SALUD
A esto se suma la desigualdad social, como en Chile, que es el otro país de la región junto a Uruguay considerado por el Banco Mundial como de ingresos altos, pero que está sumido desde octubre en una crisis social por la inequidad. Los chilenos, que cotizan al menos el 7 % en sus planes de salud, pueden elegir entre el sistema público, con muy mala atención, y el privado, con planes más caros pero coberturas más bajas para mujeres, enfermos y ancianos.
En Perú, el Gobierno ha anunciado la habilitación de hospitales y espacios para posibles cuarentenas y autorizó bonos específicos para el personal sanitario, medidas insuficientes que no hacen olvidar que aunque los trabajadores formales tienen acceso a un seguro médico que permite la atención en centros privados, el 80 % de la población labora en el sector informal, a lo que se suma que en el interior del país, los centros de salud son escasos, dispersos y poco preparados.
Por su parte, en México, donde hay 82 casos positivos, la sanidad pública cuenta con un sistema diferenciado de atención para empleados públicos y trabajadores privados e independientes pero en 2019, el 15 % de la población no tenía ningún tipo de cobertura médica.
“UN POCO DE EUROPA, UN POCO DE ÁFRICA”
“Tenemos la misma situación en Europa, enfermedades no transmisibles y crónicas, una población cada vez mayor. Pero seguimos teniendo al mismo tiempo prevalencia de enfermedades infecciosas, por ejemplo el dengue, con cifras históricas en 2019. Así que se mezcla un poco lo que pasa en Europa, un poco lo que sucede en África”, dijo Lago.
Por ejemplo, la propagación del coronavirus en Argentina, que ya suma 65 contagiados y 2 fallecidos, se suma al brote de dengue en el norte y centro del país y el ministro de Salud de la provincia de Buenos Aires -la más poblada y rica-, Daniel Gollán, afirmó este lunes que “ningún sistema sanitario en el mundo está preparado para una crisis” de estas características, en la que “en un día te aparecen miles y miles de pacientes”.
Algo similar sucede en Paraguay, uno de los países más afectados por el brote de dengue en la región (47 muertos y 20.000 infectados en 2019) y con graves falencias sanitarias: solo cuenta con 734 camas de cuidados intensivos, el 50 % de los requerimientos de la OMS.
El Gobierno ha implementado medidas drásticas pero aplaudidas: prohibición de eventos masivos, restricción nocturna de movimiento y cierre de 27 puestos fronterizos, además de la liberación de 80 millones de dólares para equipamientos y suministros y la autorización a los laboratorios privados para realizar pruebas de detección de la enfermedad.
COLABORACIÓN CON EL SECTOR PRIVADO
“La idea es que sea un abordaje de toda la sociedad, todo el mundo es responsable. Los Gobiernos más por contar con los recursos, pero también la gente tiene que hacer cosas. Las autoridades son las llamadas a pedir al sector privado que colabore”, afirmó el doctor Espinal.
En Ecuador, las autoridades realizan gratis las pruebas para determinar contagios. Sin embargo, el Gobierno solo dispone de reactivos durante 45 días y es consciente de las limitaciones por lo que, tras ampliar de 15 a 22 los hospitales destinados a tratar el coronavirus, autorizó a las aseguradorasas privadas para realizar test de detección, con precios entre 250 y 300 dólares.
VIOLENCIA, FACTOR SUI GÉNERIS
Dentro de las limitaciones que el responsable del IESP admite está un elemento sui géneris: Latinoamérica “es el continente más violento del mundo de lejos, con solo el 8% de la población pero con un 37 % de los homicidios a nivel mundial, lo que congestiona los hospitales (…) El coronavirus es un test de la capacidad de respuesta, aunque es probable que haya una sobrecarga del sistema. Lo bueno por el momento es que todavía está en fase de expansión”.
También están los temas de educación e información, fundamentales a la hora de enfrentar esta enfermedad, como refleja en Bolivia el caso de una de las 12 personas contagiadas en el país, que tuvo que peregrinar por más de siete centros de salud hasta ser atendida porque personal sanitario, familiares de enfermos y vecinos de hospitales bloquearon su ingreso temerosos de infectarse.
DIVERSAS REALIDADES, DIFERENTES MEDIDAS
Los siete países que suman algo más de 50 millones de habitantes en Centroamérica afrontan la pandemia con desigual impacto y diferentes medidas, pero con los denominadores comunes de unos sistemas sanitarios muy frágiles, en una región que contabiliza 122 casos y 2 muertes.
A pesar de no tener casos hasta ahora, El Salvador decretó la alerta roja, cerró sus fronteras e invirtió 70 millones de dólares para convertir el Centro Internacional de Ferias y Convenciones de San Salvador en el hospital “más grande de Latinoamérica”. Mientras, en Panamá y en Costa Rica, aunque el combate de la pandemia es la prioridad, kits de detección del virus, camas hospitalarias y espacios de cuidados intensivos son insuficientes.
Y Cuba, donde solo hay cuatro contagiados, asegura que el Sistema Nacional de Salud está totalmente preparado para enfrentar al coronavirus y que, entre otras, la industria farmacéutica local ha garantizado la producción de 22 medicamentos para su tratamiento.
Lo importante es que, según afirmó el representante de la OPS, “los países están muy comprometidos, tenemos un sistema de gestión del evento, tenemos un centro de manejo de emergencias, conectados 24 horas con los países. No es un fracaso que haya casos, lo importante es detectar los casos, aislarlos, frenar el avance”.
“Los países se han dado cuenta al menos de que la amenaza era real y están tomando medidas importantes”, concluyó Lago.
EFE