He empezado un poco disgustado mi cuarto día de trabajo en el Arca de Noé. El jueves había mejorado mucho la organización, pero este viernes hemos dado unos pasitos hacia atrás. No nos llegaron los cuadrantes, lo que ha provocado bastante lío a la hora de distribuir las entradas de los médicos a los distintos controles en que se han dividido los pabellones de Ifema para atender a los pacientes.
Además, nos han empezado a formar en la utilización del sistema informático de gestión clínica Selene para que podamos hacer las historias y el seguimiento de los enfermos mediante tabletas, en vez de en papel, como lo hacemos ahora, y nos han metido a todos juntos en una sala.
No es lógico que, estando en la zona cero, nos hagan situarnos muy pegados en un recinto pequeño, protegidos únicamente con mascarillas y gorros, sin guardar las distancias de seguridad. Encima nos han pasado un papel para firmar con un boli que iba de mano en mano.
Después de atender este curso informático, sobre las 11 de la mañana entraba en mi control para ver a los enfermos. Al igual que pasaba ayer, las 40 camas no estaban ocupadas: había incluso menos pacientes y estaban en mejor estado. A primera hora habían dado algunas altas y no había gente que se encontrara en estado crítico.
Al entrar me he dirigido al control central, donde hay una serie de mesas con todos los materiales que necesitamos para empezar las valoraciones a los enfermos, que solemos hacer de dos en dos.
Me ha tocado una compañera muy razonable y maja con la que me he entendido muy bien. Está muy bien lo de trabajar por parejas, porque yo, por ejemplo, por mi especialidad en Atención Primaria, me dedico a tabaquismo, alcoholismo, etc., y el martes coincidí con un médico experto en reanimación cardiopulmonar, del que aprendí mucho.
He dado el alta a una paciente que llevaba ya tres días sin fiebre y estaba bien de saturación de oxígeno, con 90, y le he dicho que estaba mejor que yo. Pero, por si acaso, le he pedido que se levantara y anduviera 100 metros para que se fuera más segura.
Hay que ver los temores del enfermo. Por eso, cuando les doy el alta, les explico qué criterios he utilizado para tomar esa decisión. En este caso, esta mujer llevaba ya 14 días desde que empezaron los síntomas y desde hacía tres no tenía fiebre.
Lo más preocupante del proceso del coronavirus sucede alrededor del octavo día, que es cuando empieza la neumonía. Así que el que lleva ya 14 y está bien, es mejor que se vaya a su casa. Le he dicho a la paciente que tenía que estar contenta, porque, además de estar bien, ya ha hecho anticuerpos contra el virus.
Una de las cosas que funciona bien es que, cuando se produce un alta, el aviso pasa a una base de datos y se pide un taxi al paciente para ir a su casa sin pagar nada. Eso se agradece. Esta mujer vivía con su hijo, que ya había pasado el virus y estaba bien, pero no era cuestión de que saliera de casa para recogerla.
Ahí se produce un momento muy bonito, porque el resto de los enfermos se ponen muy contentos y empiezan a aplaudir. Para los que están ahí es muy esperanzador ver cómo la gente sale. Cuando estás aquí metido y tienes la incertidumbre de no saber cómo va a reaccionar el virus en tu cuerpo, es muy esperanzador ver que la gente se levanta, se pone su ropa de calle y se va.
Ha sido un día más tranquilito de pacientes. No nos han dejado ningún problema de ninguno en estado crítico y hemos dado dos altas sin que haya habido ningún ingreso nuevo.
Quizá ha sido porque ya estaban ingresando en los nuevos pabellones que han habilitado, los números 7 y 9, que, según nos han dicho, tienen mejores condiciones. Incluso en uno de ellos hay una UCI, que creo que aun no ha empezado a funcionar.
Y así termino el día, con la incertidumbre de no saber si mañana tendré que acudir de nuevo al recinto ferial de Ifema o me tocará librar. Creo que trabajamos seis días seguidos y tenemos uno de libranza, pero aún no sé si me contabilizarán los días previos que trabajé en mi Centro de Salud para hacer este cuenteo: lo dicho, desconozco si mañana podré estar aquí para contároslo. EFE