En el Arca de Noé -donde sigue fallando la organización y continúan sin cumplirse de forma estricta las normas de seguridad para evitar los contagios del personal- queda patente que, más allá de los problemas sanitarios, está pandemia ocasiona muchas complicaciones a los ciudadanos más vulnerables.
Este sábado he vuelto a tener turno de mañana. De lo que me enteré gracias a que un compañero hizo una foto de un cuadrante que encontró pegado en una pared y me lo mandó, porque no había recibido ninguna notificación oficial sobre mi turno.
Hemos vuelto a vivir escenas de inseguridad y nos hemos quejado de ello a los responsables de este hospital de campaña instalado en el recinto ferial de Ifema, en Madrid. No es normal que estemos apelotonados en un pasillo para recoger el pijama, la mascarilla y el gorro que nos dan para acceder al pabellón, antes de enfundarnos en el traje de protección con el que entramos a los distintos sectores para visitar a los enfermos.
El recinto es enorme y tiene numerosas salas en las que podían distribuirnos para que no estuviéramos todos pegados sin guardar la distancia de seguridad. También sería conveniente que para coger este material nos separaran por especialidades: médicos, enfermeras, auxiliares, internistas, celadores, etc, porque facilitaría el trámite. Sobre todo, cuando hay personal suficiente para poder organizarlo de esta manera.
Pero bueno, voy a dejar al margen estos problemas organizativos para contaros que he vuelto a trabajar en el mismo control del pabellón 5 en el que he estado los días anteriores. Ahora mismo hay habilitados dos pabellones: el 5 y el 9 y se prevé que en breve empiece a funcionar el 7, en el que se supone que también se dispondrá de UCI.
Al igual que en días anteriores, mi control, en el que hay 40 camas no estaba lleno. Pero este sábado es el día que más vacío lo he encontrado. Sólo había 16 enfermos. Hemos dado varias altas y por la tarde me han contado mis compañeros que al quedar tan poca gente han decidido cerrar ese área y han trasladado a los pacientes.
He valorado a cinco pacientes y todos, aunque tenían oxígeno, estaban bastante bien y creo que podrán irse de alta en breve.
Pero me he dado cuenta de que dar el alta, algo que debería ser una alegría para los pacientes, se convierte en muchos casos en un problema, principalmente para los más vulnerables y para los que sobreviven en habitaciones de pisos llenos de gente u ocupan camas calientes.
Ha estado con una mujer de unos 70 años a la que se había dado el alta hacía dos días y aun estaba allí. Antes de contagiarse, vivía con su marido, que falleció hace 5 días por coronavirus. Tenía miedo de volver a su casa donde ahora se encuentra cumpliendo cuarentena su hijo.
Ella había sido la primera en enfermar y la primera que fue trasladada a un hospital. El hijo, que vive en otro domicilio, se había trasladado a la casa paterna para cuidar del padre hasta que este fue ingresado y posteriormente falleció.
Aunque no tiene síntomas, está en cuarentena en esa casa familiar, por lo que la mujer pensaba que no debía regresar a su domicilio en esas circunstancias. Por ello, había solicitado plaza en uno de los hoteles que han habilitado habitaciones para sanitarios y enfermos, pero están llenos y la mujer no lo había conseguido por lo que seguía en Ifema esperando.
Esta mujer desconocía el protocolo de aislamiento. Al comentarme que su vivienda tenía dos habitaciones, le he dicho que podía aislarse perfectamente en una de ellas, sin tener contacto con su hijo, quien, además, le podría ayudar con la compra y la comida. Así que, le hemos pedido un taxi y se ha marchado.
El problema es que tras un alta, el paciente tiene que estar 14 días en aislamiento por prevención y sin salir por si acaso sigue contagiando.
Una situación que para mucha gente es un problema, como es el caso de una chica boliviana a la que alta le va a complicar mucho su vida. Habita, con sus dos hijos de 3 y 11 años, en el cuarto de un piso compartido con más gente.
¿Cómo se va a aislar esta chica cuando salga de aquí en su domicilio? Es imposible. No queda otra que conseguir una plaza para ella en un hotel.
Aquí se comprueba cómo hay mucha gente que vive en situaciones muy precarias.
Con esta reflexión he llegado a mi quinto día de trabajo en el Arca de Noé y a la tercera jornada que os cuento. Aunque mañana descansaré y no tendré que ir al recinto ferial, acudiré puntual a esta cita con vosotros porque me quedan aún muchas cosas que compartir. EFE