Jorge (*), enfermero venezolano, lleva lentes usados en áreas quirúrgicas, bata impermeable, guantes y mascarilla cada vez que en sus guardias recientes ha ingresado a los cuidados intensivos del Hospital Universitario a tratar a un paciente positivo de la COVID-19.
Por Gustavo Ocando Alex | Voz de América
El cuadro clínico del hombre aislado es “complicado” y se le dificulta respirar, detalla.
Jorge, a pesar de toda la parafernalia de su uniforme en Venezuela, sabe que no está ni remotamente protegido ante el agresivo contagio del nuevo coronavirus.
“Es una experiencia bastante dura. Piensas si te vas a contagiar o no”, confiesa.
El joven enfermero teme al riesgo de estar frente a frente a la infección en boga. “Me protejo, en realidad, con tres cosas: Dios, los equipos de trabajo; y luego, mis conocimientos”, dice.
El régimen chavista de Nicolás Maduro catalogó el hospital donde trabaja Jorge como “centinela” para atender casos sospechosos o positivos de coronavirus en Zulia, el estado más poblado de Venezuela.
La comisión de expertos para hacer frente a la pandemia, designada por Juan Guaidó, presidente encargado y dirigente de la Asamblea Nacional, denunció la vulnerabilidad del personal de salud.
La última encuesta nacional de esa comisión reporta que 50 por ciento de los médicos y enfermeros de Venezuela reciben dotación “intermitente” de guantes y 27 por ciento no cuenta en lo absoluto con ese tipo de protección sanitaria.
El sondeo reflejó que 88 por ciento de los hospitales tiene servicio de agua potable irregular o no ha recibido el líquido en los últimos siete días. También, 77 por ciento de los médicos y enfermeros encuestados dijo que no hay jabón en sus puestos de trabajo.
Jorge ha notado una “mejoría” en la disponibilidad de equipos sanitarios y medicinas en el Hospital Universitario, pero, -acota-, aún está lejos de estar listo para atender múltiples casos de pacientes portadores de la COVID-19.
“Todavía falta perfeccionar muchas cosas para poder decir: ‘estamos preparados’. Siento que no estamos preparados o no tenemos los recursos para enfrentar esta pandemia”, admite.
Todo sospechoso o positivo por coronavirus que remiten a la unidad de cuidados intensivos de su hospital ya presenta dificultades respiratorias tan acentuadas que amerita respiración mecánica.
“Es una batalla muy dura. Son muchas preguntas y dudas las que te rodean”, cuenta.
“Estamos en riesgo”
Gerardo (*), enfermero del Hospital Adolfo Pons, de 46 años, sabía que el equipo de seguridad que su supervisora le entregó al atender su primer caso sospechosos de la COVID-19, hace un par de semanas, no cumplía los estándares.
“Nos dio monos desechables, gorros, batas de cirujano, tapabocas, pero no son adecuados para abordar ese tipo de pacientes. Todos estamos en alto riesgo de contagio”, expone.
Delcy Rodríguez, vocera del gabinete madurista, anunció la semana pasada que Venezuela recibió de China 55 toneladas de material quirúrgico, 500.000 pruebas rápidas para detectar el coravirus, cinco millones de mascarillas, respiradores y ventiladores de emergencia, y 100.000 trajes de protección.
Gerardo ha atendido ya a cuatro pacientes con síntomas del nuevo coronavirus en sus guardias. No ha notado, hasta el momento, mejoras en los uniformes de protección en su hospital.
“Los hospitales no se encuentran dotados de material ni personal suficiente en caso de que llegase a empeorar la situación de contagio en la ciudad”, declara.
Advierte que ayudará “el tiempo que sea necesario” si la pandemia llegara a agravarse en Maracaibo, a pesar de la “mala” paga que recibe y de su condición de padre de dos niñas.
“Nos mantendremos en pie de lucha por el bienestar de la población”, promete.
Marta (*), enfermera del Hospital Materno Infantil Doctor Eduardo Soto Peña, conocido como “El Cuatricentenario”, no es tan optimista. Al menos dos colegas amigas han desertado.
Señala que no pocos miembros de su gremio se han ausentado de sus puestos de trabajo argumentando que no tienen cómo trasladarse hasta sus hospitales o ambulatorios.
La razón verdadera, indica, es que temen estar expuestos a contagio de la COVID-19.
“Estamos en riesgo porque no tenemos la bioseguridad. No te voy a negar que muchas veces me enojo por la ‘situación país’, pero siempre estoy dispuesta a ayudar. Nací para esto”, explica.
El Colegio de Enfermeros de Caracas denunció en febrero pasado, semanas antes de que se reportara el primer caso de coronavirus en Venezuela, que hay un solo enfermero por cada 40 pacientes en el país, cuando los estándares internacionales son de uno por cada dos pacientes.
La delegación gremial en Zulia reportó hace dos años que al menos 8.000 miembros habían emigrado por falta de “condiciones dignas” en sus puestos de trabajo y en el pago de sus salarios.
Marta trató hace 10 días a un niño de tres años con sintomatología parecida a la del nuevo coronavirus. El pequeño había viajado a Colombia con su familia.
“La doctora de guardia estaba súper angustiada. Dijo que necesitaba una sola enfermera y yo dije que sí. No había medidas de bioseguridad en el hospital, que tiene muy pocas batas. Los tapabocas y los gorros los llevamos por nuestra cuenta”, precisa.
Aislaron al paciente y lo trasladaron luego al Hospital Universitario. Marta, en el momento, sentía que siguió el protocolo a la letra. Pero, repasando después cada detalle, no se sintió tan segura.
“No me sentí que estaba muy bien protegida”, dice.
“Me sentí muy temerosa”
Fernanda (*), enfermera e intensivista, de 26 años, dice que tuvo los nervios de punta la semana pasada durante una de sus guardias nocturnas en la emergencia del Hospital Chiquinquirá de Maracaibo.
Un adolescente, de 16 años, llegó al lugar con complicaciones respiratorias y fiebre elevada, síntomas principales de la COVID-19.
“El contacto con el paciente fue sin ninguna protección. Me sentí muy temerosa. Era primera vez que algo así me sucedía. El paciente fue atendido como uno más”, comparte.
No existen ni mascarillas en su hospital “desde hace mucho tiempo”, relata la joven.
El paciente, para su fortuna y la de su enfermera, fue negativo. Según los reportes oficiales del régimen de Nicolás Maduro, solamente existen cuatro casos confirmados de la infección en Zulia.
El régimen de Maduro había reportado hasta la noche del domingo 129 pacientes positivos y tres muertes por el nuevo coronavirus en Venezuela.
Fernanda, con cuatro años de experiencia en el sistema de salud venezolano, tiene vehículo propio, pero la escasez de gasolina la han obligado a caminar 45 minutos, siempre con dos bolsos a cuestas, hasta su lugar de trabajo, en el centro de la ciudad.
Desde aquel caso sospechoso, se protege con mascarillas que ella misma compró.
“He sido responsable, pero a veces quiero colgar los guantes. Estoy en riesgo y es triste”, confiesa.
“Ellos sí parecían astronautas”
Jesús Manuel (*), enfermero, con 14 años de labor en el Hospital Universitario de Maracaibo, dijo que discutió amargamente la semana pasada con un doctor experto en epidemiología.
El médico le pidió servir de mensajero en el área aislada donde tratan a pacientes sospechosos o positivos por la COVID-19, aunque sin brindarle protección óptima de bioseguridad.
Contó que lo reportó ante su jefe inmediato, y que minutos después llegó al hospital un equipo de periodistas de Venezolana de Televisión, el canal del Estado y de línea editorial favorable a Nicolás Maduro.
“A ellos sí les dieron unos trajes. Parecían unos astronautas”, se quejó el enfermero.
Jesús Manuel dice que el personal de enfermería en Venezuela “siempre estará ahí”, en el frente de la batalla sanitaria, aun ante el agravamiento de pandemias como la del nuevo coronavirus. Pide solamente que les proporcionen las medidas máximas de protección.
“No ha habido mejora ni solución. Estamos a la buena de Dios”, concluye.