Sentimos que el problema de los grandes o pequeños arsenales atómicos, nos fueron completamente ajenos. Las distancias geográficas y políticas, dijeron autorizar una exclusiva atención por la región y subregión, con las excepciones de rigor, creyéndonos a salvo de un accidente, filtración o estallido de las remotas instalaciones de uso militar o civil.
Mutatis mutandi, la aparición del coronavirus equivale a una suerte de extendida radiación nuclear, actualizando un fenómeno inevitable: la globalización. Por muy lejana que esté China, por ejemplo, la pandemia nos ha dado alcance, sorprendiéndonos – incluso – con nuestras vergüenzas al aire.
Abierta una puerta maldita, definitivamente mundializados, sufrimos las consecuencias del COVID19, al igual que padecemos de una terrible expansión del narcotráfico o el terrorismo hecho sistema en Venezuela. Todavía está pendiente por abrir de par en par, la puerta bendita de los beneficios reportados por una globalización que exhibe otras resistencias al igual que ocurrió con la pausada emergencia del Estado Nacional al que le costó integrar a determinadas poblaciones y territorios, frente al feudalismo.
Una nota nada fútil, uno de los tres satélites artificiales que acarrearon una inversión antes inimaginable, unilateralmente decidida por el socialismo venezolano, se ha descarriado o desorbitado. Nadie supo ni sabe de sus beneficios en el terreno de las comunicaciones, la educación, la medicinao, en definitiva, la debida integración nacional y, menos, universal, con la excepción de sus probables empleos militares o televisivos al promover a esa transnacional del engaño, como TeleSur.
Estamos conscientes de la modesta influencia que pueda tener en un futuro Venezuela en el foro político internacional, quebrada la industria petrolera que nos dio un estupendo soporte en los más difíciles escenarios. Empero, epicentro de un terrible virus totalitario que pronto superaremos, ya sabemos que no son muchas las distancias que nos separan del mundo entero (y viceversa) por lo que es necesario repensar ese tradicional alejamiento de los grandes problemas del planeta