Carlos* (cuyo nombre real no será revelado) camina hacia la farmacia más cercana de su hogar en Caracas para adquirir un par de productos. Le cubre su rostro un inusual protector. Lo diseñó en su casa como herramienta de prevención contra el coronavirus, que llegó a Venezuela el 13 de marzo, según información oficial.
Raylí Luján / La Patilla
El hombre, mayor de 70 años, usó una tela verde tipo POP, una malla y un envase plástico que ajustó al tamaño de su cara. También llevaba un tapabocas creado con la misma tela. Quiso estar bien preparado ante la pandemia que ya suma 7 muertos en el país y más de 150 contagiados.
Desde que las autoridades anunciaron el primer caso positivo en Venezuela, se decretó una cuarentena preventiva a nivel nacional así como el uso obligatorio de mascarillas, pese a que la Organización Mundial de la Salud (OMS) indicaba que la población general sana no necesitaría utilizarlas.
En los principales establecimientos farmacéuticos y supermercados, los tapabocas quirúrgicos se agotaron en cuestión de horas. El costo aproximado por uno de ellos pasó de 50.000 bolívares a casi 300.000 bolívares en los días siguientes. Para la población, que ubica su salario mínimo en menos de 5 dólares y enfrenta una hiperinflación interanual de 3.276%, de acuerdo a datos de la Asamblea Nacional, se hacía imposible el adquirir la mascarilla que debía ser desechada a diario.
Textileras, emprendimientos familiares y organizaciones en todo el país se dedicaron a la donación de tapabocas diseñados en centros esterilizados, tanto en hogares como espacios industriales. La demanda, sin embargo, aún no podía ser cubierta. Los venezolanos entonces hicieron prevalecer la creatividad y muchos se dedicaron a la creación de sus propias mascarillas “home-made”.
Daniel* camina por los alrededores de Altamira con un tapabocas azul que tiene el símbolo de reciclaje en el centro. Parece de jean, pero es de tela POP. Lo hizo él mismo en casa aunque en su trabajo ya le habían asignado uno. Prefería este por sentirse más a gusto.
Otros no corren con la misma variedad de telas en sus viviendas y han optado por usar franelas de algodón. No se sienten tan seguros pero al menos les permite estar en las calles para la adquisición de alimentos o medicinas, otros para dirigirse a sus puestos de trabajo.
Yuleidi usa una de estas franelas. Dice que solo es para trasladarse hasta su centro de trabajo, donde sí le proporcionan una mascarilla a diario junto con un par de guantes, que debe desechar al salir. Se dedica al área de mantenimiento y aseo.
“Lo importante es que pase la prueba del yesquero”, dicen algunos que se han instruido con tutoriales en Youtube o que han recibido donativos de mascarillas reutilizables, a las que se les debe cambiar diariamente el protector interno que puede ser sustituido con papel absorbente. Es así, como el compromiso y la conciencia también la adoptan como parte del combate contra el virus.