Imagino que Huber Matos, el corajudo maestro de escuela cubano convertido en comandante de las guerrillas castristas de la Sierra Maestra junto al Che Guevara y Camilo Cienfuegos, tenía presente el título de este estremecedor relato de Jan Valtin, La noche quedó atrás, cuando le dio a sus memorias el título Cuando llega la noche. Y su terrible y espantoso desarrollo aún está por delante. Éste al comienzo, el otro al final del viaje a los infiernos del marxismo leninismo. Lo que nos lleva a pensar en el feroz stalinismo tiránico – retratado con lujo de detalles en el libro del comunista alemán que Roosevelt considerara la más impresionante lectura de su vida – que Matos esperaba sería llevado a la práctica por su ex amigo y compañero Fidel Castro. Como en efecto. De hecho, dos lecturas desgarradoras que debieran ser obligadas para quienes consideran que la democracia es, por ahora, la única forma de existencia posible. Y el comunismo, o socialismo, su dulce y avieso enmascaramiento, formas de vida absolutamente indignas de una existencia verdaderamente humana.
Ni Dulces guerreros cubanos ni la Autobiografía de Fidel Castro, obras notables del gran escritor cubano Norberto Fuentes que van a la esencia de la crueldad, la maldad y la desaforada ambición de los Castro, que también debieran ser obras de cabecera del anticomunismo latinoamericano militante, describen de manera más minuciosa y acabada el montaje de la maquinaria de sumisión internacional con que el Comintern, bajo las órdenes del Partido Comunista de la Unión Soviética y el control directo de Stalin, dirigieran el asalto al Poder mundial por el bolchevismo. Una maquinaria cuidadosamente montada durante los años veinte que terminaría por apoderarse de la mitad del planeta y que aún hoy, a las órdenes de Putin, en Rusia, de Raúl Castro, en Suramérica, y de los mandarines rojos, en China, continúa controlando a las huestes del marxismo. Que en el colmo de la inescrupulosidad y la ambición, no trepidan en usar letales y apocalípticas armas de destrucción biológica para someter la humanidad a sus designios.
Sólo para dar una idea de lo que decimos cuando hablamos del aparato de organización del Partido Comunista alemán, citamos un pasaje de Jan Valtin: “Trabajando silenciosa y eficazmente en la sombra del poderoso edificio comunista, se encontraba la clandestina GPU del partido alema?n. Sus secciones inclui?an el Apparat S para el contraespionaje; el Apparat M para la penetracio?n comunista en el eje?rcito y la armada; el Apparat P para la destruccio?n moral de la polici?a; el Apparat BB para el espionaje industrial a favor de la Unio?n Sovie?tica; existi?an tambie?n los Parteischutzgruppen, es decir, los cuerpos armados del partido; el Apparat N para pasaportes, censura del partido, servicio de correos y comunicaciones; y los distintos Apparat para el contraespionaje y destruccio?n del partido socialdemo?crata, del Zentrum cato?lico, del partido mona?rquico, y para los trabajos dentro de las formaciones paramilitares del movimiento nazi. Cada seccio?n del partido y cada organizacio?n auxiliar eran dirigidos por un emisario especial de Moscu?, investido de poderes dictatoriales extraordinarios… el Komintern tiene sobre la mente de sus siervos juramentados un poder que so?lo puede compararse al de la Compan?i?a de Jesu?s sobre sus miembros.”
Jan Valtin, seudónimo de un marinero alemán que navegara todos los océanos, narra con una extraordinaria y pintoresca variedad de recursos literarios, su vida y sus andanzas por todas las ciudades, costas y puertos del planeta. Con una indudable superioridad sobre otras obras de la literatura de aventuras y navegaciones, como Nostromo o El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad: las suyas son estrictamente apegadas a la verdad de los hechos. Y testimonian de las desventuras e infortunios de un leal y disciplinado militante del comunismo soviético, al que sirvió en las cubiertas, cocinas y bodegas de los más destartalados y extravagantes veleros y vapores en los cinco continentes. Que enfrentara la brutalidad de los interrogatorios de los nazis, cuando en lucha contra Hitler y sus SS cayera en las garras de sus servicios de inteligencia, y los no menos brutales interrogatorios del estalinismo. Los dos extremos de la tenaza a la que podría verse sometido un activista revolucionario convencido de su causa y dispuesto a asesinar a su madre y traicionar a los suyos por servir a la causa de la conquista del Poder. Héroes de los primeros tiempos de la revolución, “el arma más poderosa inventada por el hombre”, como los describiría Carl Schmitt en su libro sobre los partisanos, hoy narcotraficantes, ladrones y traidores al servicio de las formas degradadas del poder al que descendieran los sacrificados y generosos impulsos revolucionarios de comienzos del Siglo XX. Lo encontré en una librería de viejos de Caracas, en su primera edición, de 1941, de la Editorial Claridad, de Buenos Aires. Hoy a la disposición gratuita de quien quiera buscarlo por la red.
Sólo el humanismo cristiano y la filosofía idealista alemana podían generar las condiciones espirituales para que del seno del industrialismo emergiera Behemot, el monstruo terrenal capaz de enfrentarse al Leviatán del Estado. La Ilustración, el mayor esfuerzo civilizatorio de la humanidad que nos entregara La Enciclopedia y la Revolución Francesa, culminaría en El Manifiesto Comunista. Y con él, el totalitarismo soviético y dos guerras mundiales.
Cuando llega la noche y La noche quedó atrás constituyen dos de los más ilustrativos y valiosos testimonios de la tragedia de que son capaces los hombres en su fragorosa y desesperada búsqueda de la sociedad perfecta. Nos dan las razones para comprender y aplaudir las medidas con las que la democracia norteamericana pretende hacerle frente y vencer la acometida del castro comunismo en América Latina. Esperemos que bajo su esfuerzo nuestra noche quede atrás