El deber fundamental de un gobierno es proteger la vida de los ciudadanos. Medido según ese patrón, es justo afirmar que el régimen presidido por Nicolás Maduro ha alcanzado ya un punto máximo de irresponsabilidad, que amerita una condena ética y política sin atenuantes.
Ello se constata de manera particular en dos ámbitos. En primer lugar, la pandemia que se desata sobre el planeta entero ha encontrado a los venezolanos en una situación de extrema precariedad, azotados por carencias de todo tipo que nos hacen severamente vulnerables. Las dificultades de acceso a la alimentación, al agua potable y al cuidado médico, entre otras necesidades vitales, son patentes y afectan a millones. Esta situación es producto de la incompetencia, la corrupción y la desidia de una gestión fracasada, que ha arruinado al país.
En segundo lugar, el delirio revolucionario, convertido gradualmente en empeño criminal, ha conducido al régimen como un todo y sus principales conductores de manera específica a un choque frontal con Estados Unidos, cuyas consecuencias finales todavía están por concretarse. La decisión de Nicolás Maduro y sus más cercanos seguidores, centrada en desafiar cualquier arreglo negociado que haga posible su salida pacífica del poder, y la apertura de una ruta de reconstrucción nacional, empuja los eventos hacia un fatídico desenlace.
Todo ello pone en evidencia el engreimiento estratégico y extravío político de un pequeño grupo de civiles y militares, que por ahora controlan el país y se encuentran dispuestos a sacrificar las vidas de muchos de sus compatriotas para mantenerse en el poder, mientras Venezuela prosigue su descenso hacia un abismo insondable.
La ciega soberbia del régimen ha acabado por transformar al pueblo venezolano, ya casi literalmente, en carne de cañón, en vista del riesgo creciente de una confrontación militar que sería catastrófica para nuestra gente. En tal sentido, importa tener presente que el Ejército venezolano, y en general todos los componentes de la Fuerzas Armada, son parte del pueblo, son ciudadanos venezolanos, gran número de los cuales seguramente no tiene aún la información suficiente para evaluar la verdadera magnitud de la amenaza a la que un gobierno insensato les está exponiendo.
No es demasiado tarde para que se produzca una rectificación, aunque descartamos que los principales cabecillas del régimen y sus más cercanos aliados, en especial la Cuba castrista, tengan la intención de llevarla a cabo. En todo caso, nuestro deber desde esta tribuna de prensa, comprometida como está con la libertad y la democracia, es denunciar lo que ocurre y puede ocurrir. Preservamos nuestra esperanza en una eventual reacción colectiva que cambie el rumbo de las cosas, impida la profundización de la actual tragedia venezolana y abra las puertas hacia un futuro mejor.
Publicado originalmente en El Nacional el 8 de abril de 2020