No hay nada más difícil que comprender el pasado. Porque es algo abstracto difuminado en el tiempo. La Historia es el olvido y nosotros nos empeñamos en lo contrario. Por eso nuestros recuerdos todos son pedazos pálidos y rotos de un espejo deforme. Y las piezas no pueden reunirse, y mucho menos, encajar. La mejor forma para no perdernos en la inmensidad de los hechos, en éste “océano de tiempo” (Bram Stocker) es organizar una cronología. Una línea imaginaria del tiempo, y en ella, de menos a más, ir colocando los hechos que vamos a estudiar. Pocos, para no abrumarnos.
Friedrich Nietzsche (1844-1900) sostenía que los humanos somos prisioneros de los recuerdos y la angustia de la conciencia histórica, es decir, que sabemos que nos vamos a morir y esa idea nos desconsuela y atormenta silenciosamente atentando contra la vitalidad de una vida plena en el presente. Para éste filosofo del martillo, un discípulo avezado de los griegos antiguos, para vivir bien hay que aniquilar el pasado de nuestras vidas, el peso abrumador de los recuerdos. La montaña de los malos recuerdos que nacen de las experiencias traumáticas y errores que nos acontecen.
Y pone el ejemplo de los animales que no tienen vida histórica porque no tienen conciencia del fin y pueden olvidar prácticamente todo lo pasado. La invitación es a vivir en libertad y sin miedo, atajando aquellos deseos que nos castran y esclavizan, a las ataduras de una existencia pobre. El tiempo primordial en la existencia humana no es el pasado y tampoco el futuro sino siempre el presente fecundo lleno de posibilidades y nuevos emprendimientos: el Carpe Diem (coge la flor del día). Cuando la Historia, el exceso de Historia, cunde en una sociedad mata a su cultura y ciudadanos.
Y ese es el caso de la Historia de Venezuela y su imperio sobre la sociedad venezolana. Somos una sociedad paralizada por la imposición de unos recuerdos excesivos alrededor de Bolívar y los próceres de nuestra Independencia. Nuestra Historia es Monumental y Anticuaria, un desliz constante que fractura la vitalidad social. Y que nuestros gobernantes han utilizado para beneficio propio descargando sus fracasos en el presente remitiéndonos a una supuesta gloria en el pasado.
Y todo ello alrededor del culto a Bolívar y la exacerbación del mito. Hasta el nombre le cambiaron al país y de Venezuela pasamos hacer República Bolivariana de Venezuela. Sin una sana conexión entre presente y pasado seguiremos con las rutinas del fracaso y una vida social en la desdicha: “hundidos en la niebla y en la noche desapareciendo para siempre”.
Sólo la Historia Vida, propuesta de Nietzsche, en su Segunda Intempestiva, “Sobre la utilidad y el perjuicio de la historia para la vida” (1874), es una forma de historia útil porque asume que el verdadero tiempo de la Historia es el presente. El pasado murió y hay que enterrarlo sin remordimientos y mucho menos culpas. La Biblia dice que: “los muertos entierren a sus muertos”. El pasado tiene sentido sólo como Maestra de la Vida (Cicerón) y para lograr un mejor presente. Sólo así la historia adquiere una mayoría de edad.
Dr. Angel Rafael Lombardi Boscán
Director del Centro de Estudios Históricos de LUZ
@LOMBARDIBOSCAN