Gustavo Coronel: Venezuela, entre la espada de Maduro y la pared de Trump

Gustavo Coronel: Venezuela, entre la espada de Maduro y la pared de Trump

Gustavo Coronel

Hoy amaneció PDVSA prácticamente cerrada. No existen datos ciertos de producción, ni de niveles de almacenamiento, ni de actividad de refinación. Nadie en PDVSA habla. Los ascensores ya no funcionan en la Campiña ni hay proyectos para re-inaugurarlos. No hay gasolina en el país ni dinero para importarla.

PDVSA está nocaut. La combinación del gancho de izquierda que le ha propinado la directiva de “notables” nombrada por Maduro y el uppercut de derecha que le ha asestado Trump la tienen en la lona y nadie se toma la molestia de contarle. Quien lo haga podría contar hasta mil sin que la PDVSA roja haga intento de levantarse. La paliza que PDVSA ha recibido por parte de sus dueños del chavismo desde 1999 y por parte del gobierno estadounidense desde 2017 ha terminado con ella.

El chavismo le ordenó en 2006 convertirse en empresa social, lo cual significó su transformación de empresa petrolera en instituto de beneficencia. El ministro-presidente-cómplice Rafael Ramírez le entregó a Hugo Chávez la caja chica y la caja grande de la empresa, sus aviones y sus instalaciones y la endeudó para que Chávez regalara el dinero a manos llenas en la región latinoamericana, en su intento fallido de convertir a la región en bastión del socialismo del siglo XXI. Entre la regaladera a propios y extraños y el endeudamiento, Rafael Ramírez y Hugo Chávez fueron culpables de haber despilfarrado y sustraído de manera dolosa no menos de $400.000 millones de los fondos de la nación venezolana. Hoy la deuda de la Nación es superior a los $200.000 millones. La exportación petrolera ha pasado de unos dos millones de barriles diarios antes de la llegada de Chávez al poder a unos pocos miles de barriles, esencialmente para pagar deudas ya contraídas por lo cual no generan ingresos. Ya agonizante, hace unos tres años la empresa cayó en manos de la corrompida Fuerza Armada venezolana y su empresa CAMIMPEG, la cual es solo una vulgar intermediaria para el cobro de comisiones y extorsiones. Los presidentes que la empresa ha tenido han ido de mal en peor, hasta llegar al ignorante e incapaz Manuel Quevedo y a la Comisión nombrada hace poco tiempo, liderada por el narco-lavador de dinero Tareck El Aissami. De esta Comisión no hemos oído absolutamente nada porque realmente no tiene nada que decir.





Mientras tanto, las sanciones del gobierno estadounidense en contra de la actividad petrolera han tenido efectos devastadores. Los rusos y los chinos están en plena retirada de la Faja del Orinoco y las empresas estadounidenses Chevron, Schumlerberger, Halliburton, Bakerb Hughes y Weatherford ya no podrán seguir operando en el país. Esto si configura un bloqueo económico casi total. Ahora a Maduro solo le queda el ingreso derivado del narcotráfico y para eso el gobierno estadounidense ha creado un sistema de alcabalas en las fronteras marítimas y aéreas de Venezuela que le han restringido severamente esa fuente de ingresos. Estas acciones son de inusitada severidad y lamentablemente tendrán un efecto empobrecedor sobre la población, la cual ya está sufriendo los rigores del desabastecimiento de comida y medicinas y las angustias del Coronavirus.

Venezuela está en una situación que requiere urgentemente una intervención masiva que lleve a la salida de Maduro y de sus secuaces, un cambio político radical y una masiva inyección de ayuda humanitaria.

No es posible ni humano esperar más.