Un siglo atrás, la llamada “gripe española”, causada por el virus de la influenza, redujo drásticamente la densidad de la población mundial. Como ocurre ahora, con el Covid-19, no se sabía mucho sobre aquel enemigo invisible, por lo que la humanidad estaba inerme. A esto, hay que sumarle los efectos devastadores de la Primera Guerra Mundial que finalizaba al tiempo que se desataba esta pandemia. En dos años, entre 1918 y 1920, el virus se llevó la vida de unos 50 a 100 millones de personas, entre ellas Sophie, la quinta hija de Sigmund Freud.
Por: Clarín
Ella cursaba su tercer embarazo (no deseado, como consta en las cartas que le escribía a su padre, quien –incluso- le aconsejaba sobre los métodos anticonceptivos conocidos en la época y de hecho, llegó a tildar de “retrógrados” a los médicos que no informaban a sus pacientes sobre ellos, además de manifestar al doctor Arthur Lippmann, del Hospital de Hamburgo, su malestar ante “una ley necia e inhumana que obligaba a las mujeres a continuar con embarazos no deseados»).
“Esta tarde nos dieron la noticia de que la neumonía por el virus de la influenza nos arrebató a nuestra dulce Sophie en Hamburgo. Nos la arrebató a pesar de que tenía una salud radiante y una vida plena y activa como buena madre y amante esposa, todo en cuestión de cuatro o cinco días, como si nunca hubiera existido”, escribió Sigmund Freud al pastor Oskar Pfister en una carta fechada el 27 de enero de 1920.
Hasta ese entonces, Freud había considerado al duelo, un proceso natural y necesario, que nos enfrentaba acaso con nuestra propia finitud y que debía ser trabajado y superado pero a partir de haber perdido a su propia hija, de tan solo 26 años y sobre todo, al no haberla podido despedir, por no haber encontrado transporte para llegar a tiempo, sintió que todas sus teorías se desmoronaban.
Sophie Freud había nacido el 12 de abril de 1893. Fue la quinta hija del padre del psicoanálisis y se dice que la más bonita. Al menos así lo revela otra Sophie Freud, nieta de Sigmund, quien -en una entrevista en 2006, a sus 82 años- desliza que lleva el mismo nombre que su tía pero no la misma suerte en materia de belleza. También cuenta la nieta que, por su personalidad determinada y entusiasta, Sophie era la favorita de su abuelo ilustre, al punto de haber “ablandado su carácter tiránico y patriarcal” y que eso había motivado los celos de su otra tía, Anne, contra su hermana.
Casada desde los 20 años con un fotógrafo y retratista de 30, llamado Max Halberstadt, Sophie Freud tuvo su primer hijo Ernst Wolfgang al año siguiente. En una carta a su colega Karl Abraham, su abuelo Sigmund escribe: «Mi nieto Ernst es un pequeño y encantador compañero que se ríe de manera atractiva cuando uno le presta atención. Es una criatura decente y valiosa en estos tiempos donde solo crece la bestialidad desatada». Así describe Freud los días de finales de guerra y de comienzos de pandemia que se vivían.
El 8 de diciembre de 1918 nació su segundo nieto, Heinz y las dificultades económicas preocuparon a Sophie. Freud la ayudó con dinero e, incluso, le recomendó métodos de anticoncepción. Pero, pronto, Sophie anunció a su padre su tercer embarazo.
“Si crees que la noticia me tiene muy enfadado o consternado, te equivocas. Acepta este bebé, no te desilusiones. En unos días te llegará el pago de una parte de mis nuevas ediciones”, respondió Freud.
Pero ese tercer bebé nunca llegó a nacer. Sophie Freud fue ingresada en el hospital por complicaciones en su embarazo y allí contrajo influenza, lo cual le provocó la muerte por neumonía severa.
Freud escribió a su yerno Max Halberstadt: “La muerte es un acto absurdo, brutal del destino (…) del cual no es posible culpar a nadie (…) sino solo bajar la cabeza y recibir el golpe como los seres pobres, desamparados que somos, librados al juego de la fuerza mayor”.
Sigmund Freud no pudo, siquiera, despedir a su hija ya que no consiguió manera de llegar a tiempo: “Aunque estuvimos preocupados durante un par de días, manteníamos la esperanza, pero juzgar desde la distancia es muy difícil. Y esta distancia debía seguir siendo distancia, no pudimos partir inmediatamente, como habíamos previsto después de las primeras noticias alarmantes, porque no había ningún tren, ni siquiera para una situación de emergencia. La evidente brutalidad de nuestros tiempos pesa sobre nosotros. Mañana la cremarán”, escribió.
Durante un tiempo, el creador de la técnica psicoanalítica intentó sostener sus postulados sobre la elaboración del duelo pero, nueve años después de la muerte de Sophie, Freud escribió a su amigo y colega Ludwig Binswanger una carta en la que se evidencia su dificultad para superar la pérdida: “Trabajo todo lo que puedo, y estoy agradecido por lo que tengo. Pero la pérdida de un hijo parece ser una lesión grave. Lo que se conoce como duelo probablemente durará mucho tiempo”.
A partir de este sentimiento, concluye: “Sabemos que el dolor agudo que sentimos después de una pérdida seguirá su curso, pero también permanecerá inconsolable y nunca encontraremos un sustituto. No importa lo que suceda, no importa lo que hagamos, el dolor siempre está ahí. Y así es como debería ser. Es la única forma de perpetuar un amor que no queremos abandonar».