La crisis general venezolana se ha agudizado gravemente en las últimas semanas, primero por la escasez creciente y generalizada de gasolina y ahora también por la amenaza de la pandemia mundial que encuentra al sistema de salud y a los servicios públicos en general, totalmente destruidos. Además, en medio de esta situación, el régimen de Maduro ha estado viendo sus ingresos legales e ilegales colapsar dramáticamente, mientras los actores internacionales, encabezados por los EE. UU., incrementan incesante y considerablemente la presión sobre él. En la ultima de estas acciones le han puesto precio en dólares abundantes, constantes y sonantes a su cabeza y a la de varios de sus secuaces. Tampoco le ayuda para nada que sus principales aliados internacionales, Rusia y China, se encuentren hundidos hasta el cuello en sus propios problemas. Solo le queda Cuba, que no se sabe si es una ayuda o un parasito que lo desangra mas de lo que ya está.
Lo anterior, más otros factores no menos críticos, han debilitado la dictadura haciéndola perder progresivamente el control en áreas claves de lo que había sido su zona de gobierno. Su poder ya no es el que solía ser; se viene desmoronando, primero paulatinamente, y ahora a creciente velocidad. Pierde espacios de control territorial frente a bandas de distinto pelaje que cada vez lucen más alzadas. Pierde espacios de control económico frente a las fuerzas del mercado que le obligan a bajar la cabeza; frente al dólar que aplasta al bolívar y se convierte en la moneda de referencia, inclusive para el Banco Central. Hace tiempo que perdió el espacio del afecto popular con una aceptación en la opinión pública que no llega hoy al 15%, según las últimas encuestas y que ahora, a pesar de la represión, se está alzando por aquí y por allá, inclusive en forma de pobladas que espantan y ponen a correr a los Guardias Nacionales encargados de controlar el suministro de la gasolina, cuya escasez ya agobia también a Caracas, y no solo al interior de país y que el gobierno inútilmente trata de manejar. Aquí también el mercado negro se está llevando por delante al régimen, impotente ante las fuerzas que antes controlaba y que ahora lo controlan. Incluso el poder de sus fuerzas represoras se está viendo seriamente afectado.
Parte importante del poder que se diluye en las manos de Maduro, está siendo conquistado progresivamente por Juan Guaido y su equipo de gobierno, con el apoyo de la Asamblea Nacional. Desde el inicio de la presidencia interina, el equipo de Guaido ha ganado importante terreno en el ámbito internacional, primero con un amplio reconocimiento de las principales democracias del mundo y luego tomado control de valiosos activos del país, como Citgo, preservando su integridad ante la presión de los acreedores y la rapiña del régimen.
Ahora el presidente Guaido está comenzando a manifestar su poder en Venezuela, realizando múltiples acciones dirigidas a aliviar la crítica emergencia humanitaria que sufre la población en Venezuela. Ya han logrado el ingreso al país de varios cargamentos de ayuda, provenientes de diferentes entes internacionales y países aliados, sin la participación del régimen usurpador, e igualmente han hecho efectiva su distribución con el esfuerzo de muchas organizaciones de la sociedad civil no contraladas por Maduro. Ante la presión de la crisis y su debilitamiento, el régimen no ha podido utilizar las fuerzas militares, ni las fuerzas irregulares de sus colectivos para impedir la entrada y distribución de estas toneladas de ayuda humanitaria o para tomarlas bajo su control.
Recientemente, frente a la crisis del Coronavirus, el Presidente Guaido anunció una jugada brillante que es al mismo tiempo, una acción humanitaria valiosa y una demostración de poder real, contando para eso con el respaldo de la OEA. Se trata del apoyo al personal de salud del país, con 100 dólares mensuales por tres meses El país la aplaude, mientras que no existe argumento o forma que el régimen de Maduro lo bloquee.
En el mismo espíritu de esta medida, tal vez Guaido pudiera, en coordinación y con la protección de sus aliados internacionales, traer a las costas venezolanas algunos tanqueros cargados de gasolina, empezando la operación, por ejemplo, con suministros para la Isla de Margarita, que se ha convertido en uno de los focos de la pandemia del Coronavirus en Venezuela. Esa gasolina pudiera aliviar la crisis, apoyando a algunos actores críticos, como los de salud, alimentación y transporte, e incluso a otros sectores afectados de la población, quienes deberían registrarse para recibir el combustible, de la misma manera que se está haciendo con el personal de salud que habrá de recibir el bono especial antes mencionado. La supervisión general, operación de distribución a estaciones de servicios y venta o entrega final a los consumidores, podría estar a cargo de operadores privados y organizaciones de la sociedad civil como las que han estado atendiendo la emergencia humanitaria en distintas partes del país. No es una operación para nada sencilla, pero valdría la pena explorar su posible ejecución. ¿Podría el régimen de Maduro bloquear una iniciativa como esa? El país entero se le vendría encima. Tal vez, incluso, algunos de los suyos. ¿Y los militares se atreverían a bloquear tal operación humanitaria, que solo el gobierno de Guaido está en capacidad de implementar?
Se está produciendo un vacío de poder en Venezuela, que lentamente hoy, pero tal vez muy rápidamente mañana, lo está haciendo cambiar de manos.
¿Quién manda aquí?
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