Se defiende, reprocha y enaltece a líderes políticos de todas las fracciones y tendencias. Cada quien, con su visión, preferencia y fobia, a veces predestinada por herencia familiar, algunas razonadas, otras arbitrarias con relación a la personalidad individual y colectiva. Hay de todo en la viña del Señor, polémicos, esforzados, valerosos, éticos, dignos, honorables, codiciosos, oportunistas y corruptos. El dirigente político es importante, pero tanto o más el partido político que lidera o al cual pertenece.
La desahuciada economía, el deterioro social, quebranto moral, ausencia de buenas costumbres y alarmante escenario político que padecen los venezolanos, es ya intolerable. La ciudadanía sufre la más aberrante pobreza, degradación, servilismo e indignidad de politiqueros convertidos en mercaderes que han traicionado por pocos sucios dólares, prebendas y repulsivos privilegios, arrollándose, poniéndose a disposición de quienes son causantes de la enorme calamidad que sobrelleva Venezuela. Solo se mantienen por el apoyo de las armas, que cobardes inclinan contra el pueblo.
Un dirigente sin organización partidista es fantasma en campo abandonado. Saben que anda por ahí, algunos le rezan, otros evitan cercanías. El líder tiene ideas y propósitos, pero le costará prender en terreno popular sin formar parte del bosque, llamado estructura política. Que no es el malo de la película, porque, así como un líder sin organización es alma solitaria, un partido con carestía de dirigencia es simple matorral que se convertirá en tierra desolada, fábrica sin productos.
Lo positivo o negativo es quien entra en ese terreno y siembra, dobla el lomo para introducir la semilla a propia mano, y según lo que haya sembrado, así recogerá. Habrá plantado flores o frutas, tendrá que recoger tras mucho cuidar; pero también cultivado violeta para producir cocaína. Como el químico, luego de estudiar, puede elaborar vitaminas o medicamentos que salven vidas, o alucinógenos mortales que las acaben.
Un partido no es bueno ni malo por sí mismo, sino por quienes lo conducen y dirigen. Esa masa que llaman militancia aportará entusiasmo, esperanzas, colaboración, pero sólo cuando sean llamados y dirigidos por el conductor, marcharán por la ruta que le señale el líder. Es posible que en ocasiones perciba orientaciones señaladas por amigos y simpatizantes, sin embargo, lo más probable, es que no se trate de rebotes de los caminos anteriores señalados.
No digamos que el partido tal o cual es perverso, juzguemos primero si posee ideología y propuestas concretas, si son o no lo que aspiramos; comprobemos si quien guía actúa para desarrollar doctrina y aplicar planteamientos. Porque si no lo hacen, son aprovechadores descarados, amorales que sólo tratan de aprovechar la organización partidista como pivote para sus ambiciones y personales codicias.
La finalidad de un partido político, como entidad de interés público, es promover la participación ciudadana en la vida democrática, contribuir a la integración de la representación, luchar para llegar al poder y aplicar desde allí su corriente de pensamiento. Dirigentes, partidarios e integrantes serán ejecutores desde el partido hacia el país. Desde el poder, y también a lo largo del proceso prolongado o breve de alcanzarlo. Para lograrlo, deben crecer, sumar voluntades; la democracia es gobierno de la mayoría, respetando derechos de las minorías de acuerdo a las reglas comunes, la Constitución y leyes.
Ésa es la canción de la democracia desde tiempos de los griegos. Sólo han cambiado los medios de comunicación, difusión y conocimiento de las opiniones. Los cantantes son los que difunden letra y música, son los intérpretes, pero la gran protagonista es la canción.
Si se transmite mal la tonada, no hay conexión y es rechaza. Si la comunican para después actuar distinto, se convierten en perjuros. Es posible que una asociación partidista, se desempeñe alrededor de un intérprete, que transmite fielmente el sentimiento. Pero la letra de la canción sigue siendo la ideología, el líder principal continúa como difusor que atrae y gusta, tanto si fue escrita, como si ya existía.
Los partidos no son los malos del juego político, los dirigentes son los que actúan de acuerdo a la doctrina que transmiten o distorsionan. Si en una agrupación política los cantantes son sacrílegos, desleales, faltos de pundonor, la solución no está en abandonar al partido, sino en hacer que los cantantes se vayan con su música a otra parte; la irrelevancia, indiferencia y olvido son sus peores castigos.
En la medida en que se quedan sin argumentos y distancian de la ciudadanía, más se complica el panorama en un contexto de crisis extendida. Fatuos extravagantes, conducen a interpretaciones divorciadas de la realidad, a conductas ineficaces, que conducen a la frustración, amargura y fracaso.
Los principios morales, la verdad y ética política, deben servir de bandera a los que no se resignan perder libertades.
@ArmandoMartini