Después de publicar el artículo “los generales de hoy”; cuando dijimos: “…basta ya de escuchar la expresión: ¡Un general de los de antes!, por menosprecio a ¡la generalidad!…”, varios lectores asumieron un pedante rol de críticos burlescos, que no solo trataron de ridiculizar nuestra expresión, sino que nos tildaron de disquisidores mediáticos, algo así como revoltosos de las letras; no obstante, creemos que tienen razón, por cuanto nuestra idea siempre tiende a encontrar el contenido ideológico de los hechos, dejando de lado tanto los pesimismos consecuentes, como los maximismos edulcorados con calificativos de autoconvención.
No se es mejor general por ser de ayer o de hoy, sino que su calidad se mide por su excelencia intelectual y su racional liderazgo. Cuando se asciende a general como premio a su lealtad y a su obediencia sumisa, no puede asumirse el rol del “artista de la estrategia”.
Este introito, para referir la tragedia generalizada hoy en nuestra Fuerza Armada, al tener en manos de todas las unidades a generales politizados, que asumen el rol de jefes militares y políticos, y con pocas excepciones, debaten el karma creado por la crisis del COVID-19 con acuarelas y piruetas circenses, ya que al haber asumido irracionalmente la administración del poder ejecutivo, no saben ni entienden la gravedad del momento para enfrentar la pandemia.
Como después de una guerra, Venezuela militarizada por el chavismo, tendrá una prueba de fuego a muy corto plazo. Hoy, la FAN se despliega en la calle para apoyar a los valientes profesionales de la salud para evitar el triunfo de la pandemia, en labores distintas a las que han estado acostumbrados con el gobierno que creyó forjar el socialismo, entendiendo que no hay diferencia entre ciudadanos. En esto, los centenares de generales tendrán que enfrentarse a una estrategia peor que la de la guerra, e irremediablemente deberán separarse de la batalla para no contaminar a la población que pasa hambre.
Deberán asumir las perspectivas que se vislumbran como resultado inesperado, donde tendrán que unirse a los políticos que piden el cambio de régimen, porque la crisis agarró al país con la desnudez del desequilibrio sociopolítico “forjado en socialismo”; esa que propaló el mando militar y que sigue en la mente de los generales.
Tendrán que ayudar a entender el cambio, siempre con la esperanza de que toda solución será para bien. Así, tomamos del catedrático británico John Gray algunas de sus profecías: “Solo podremos defendernos de esta peste sirviéndonos de la ciencia; los análisis masivos de anticuerpos y la vacuna serán decisivos, pero, si en el futuro queremos ser menos vulnerables, tendremos que hacer cambios permanentes en nuestro modo de vida.
La textura de la vida cotidiana ya ha cambiado. En todas partes existe un sentimiento de fragilidad…, la sensación de inestabilidad no afecta solo a la sociedad; lo mismo sucede con la posición de los seres humanos en el mundo. Imágenes virales muestran la ausencia humana de distintas maneras…”
Da terror pensar en el futuro inmediato, que ubicamos de gravedad en el país Venezuela, cuando muchos piensan, que nunca las grandes crisis son el fin del mundo y lo que se suele calificar de apocalipsis es el curso normal de la historia; donde muchos salen de él con traumas duraderos, pero el animal humano es demasiado fuerte y versátil para que esos trastornos lo quiebren. ¡La vida sigue, aunque diferente de como era antes!
Como expresa el mismo Gray, “…la tecnología nos ayudará a adaptarnos en nuestras presentes condiciones extremas. La movilidad física se puede reducir trasladando muchas de nuestras actividades al ciberespacio. Es posible que las oficinas, los colegios, las universidades, las consultas médicas y otros centros de trabajo cambien para siempre. Las comunidades virtuales organizadas durante la epidemia han hecho posible que la gente llegue a conocerse mejor que nunca…”
Sin embargo, dada la debacle ocurrida en Venezuela durante los últimos 20 años, pensamos en lo peligroso de este pronóstico: “Al mismo tiempo que se desvanece la perspectiva de un nivel de vida que aumente sin cesar, vuelven a emerger otras fuentes de autoridad y legitimidad. Ya sea liberal o socialista, el pensamiento progresista detesta la identidad nacional con apasionada intensidad. La historia está llena de episodios que muestran cómo se puede hacer mal uso de ella. No obstante, el Estado nacional se está reafirmando como la fuerza más poderosa para conducir la acción a gran escala…” He aquí nuestra preocupación, porque ha sido este mal entendido nacionalismo lo que nos ha conducido a este estado de debacle socio político.
¡Es un buen tema para los generales de ayer y de hoy!