La economía de Venezuela podría contraerse un 15% adicional en 2020, con un impacto muy negativo sobre los índices de pobreza, abastecimiento y empleo. El crudo West Texas Intermediate en el mercado de futuros (marcador de los Estados Unidos), para entrega el martes 21 de abril, cerró en valores negativos de $30 por barril. La cesta petrolera venezolana se ubicó en $13,04/b a mediados de abril (por debajo de su costo). La OPEP y sus aliados llegaron a un acuerdo histórico para rebajar la producción en cerca de 10 MMBD. Las economías petroleras son particularmente endebles, excepto aquellas que en la bonanza 2003-2014 lograron ahorrar grandes sumas de petrodólares en fondos soberanos, como Arabia Saudí y Noruega.
La venezolana es una de las economías más vulnerables por su alta dependencia de la renta de hidrocarburos. Ha revivido el debate acerca de la inconveniencia de depender tan integralmente de un recurso natural tan volátil, que no proviene del trabajo de los venezolanos, sino que es un regalo fortuito de Dios y la naturaleza. Pero desde el boom de precios de los años 70 del siglo XX, Venezuela no ha sabido administrar su inmensa riqueza con sabiduría ni prudencia. Casi todos los sectores de la sociedad (con excepciones) se acostumbraron, no a trabajar ni a producir, sino a importar y repartirse en forma clientelar la ingente renta petrolera (los “caza rentas”).
Hoy estamos sufriendo las graves consecuencias de la exacerbación rentística de las bonanzas petroleras de los años 70 y los años 2000. Nuestro COVID-19, es decir, La Maldición de los Recursos y la Enfermedad Holandesa, nos han interrumpido la respiración sana del cuerpo social venezolano. Sufrimos una tos seca, con fuertes dolores estomacales, alta fiebre y decaimiento corporal de rentismo encolerizado e intoxicación económica dentro de un Petro-Estado obeso y con poca capacidad de moverse.
El mundo superará el coronavirus. La ciencia conseguirá la cura. Se restablecerá el equilibrio económico mundial. Surgirá una economía global más sana, humana, verde y descarbonizada. Pero si los venezolanos no nos ponemos de acuerdo en implantar un nuevo modelo de desarrollo, productivo y no rentístico, y no aprovechamos la pandemia para formular una nueva estrategia de desarrollo sustentable, seguiremos padeciendo la Maldición de los Recursos y la Enfermedad Holandesa, con instituciones democráticas frágiles e insensibles al ciudadano de a pie.
@lxgrisanti