Comenzó hace siglos como una señal de paz, un gesto para demostrar que no se llevaba un arma y, con el tiempo, se hizo parte de casi todos los intercambios sociales, religiosos, profesionales, comerciales y deportivos.
Pero el nuevo coronavirus ha obligado a repensar el apretón de manos. No importa cuán amigable sea, es también un intercambio de microorganismos potencialmente infecciosos.
“Las manos son como un cruce concurrido que conecta constantemente nuestro microbioma con los microbiomas de otras personas, lugares y cosas”, escribió un grupo de científicos en el Journal of Dermatological Science.
Las manos, dijeron, son el “vector crítico” para transmitir microorganismos, incluidos los virus.
Pero si ya no es aceptable, ¿qué reemplazará el apretón de manos en la etiqueta del saludo después del coronavirus? ¿Un golpe de puño o codo? ¿Tal vez una reverencia tradicional japonesa o sacerse el sombrero? ¿El saludo Vulcano del señor Spock de Viaje a las Estrellas?
Somos seres sociales. Cuando nos encontramos nos tocamos. Nuestro órgano más grande, la piel, hace contacto desnudo con el de otra persona. El coronavirus ha puesto en claro cuán íntimo es el gesto.
La mano humana es fecunda. Tenemos cientos de especies de bacterias y virus en nuestras palmas.
“Piénselo”, dice Charles Gerba, un microbiólogo e investigador de salud pública de la Universidad de Arizona, quien también responde al nombre de Doctor germen. “Cada vez que tocas una superficie, puedes estar recogiendo hasta el 50 por ciento de los organismos de esa superficie”.
Nuestras manos pueden transportar Salmonella, E. coli, norovirus e infecciones respiratorias como adenovirus y la enfermedad de la mano, el pie y la boca. Y, dada la frecuencia con que los científicos encuentran heces en nuestros dedos y palmas, nuestros hábitos de higiene son mucho menos estrictos de lo que pensamos.
EFERVESCENCIA BACTERIAL
Nada de esto se puede saber a simple vista.
Por lo tanto, confiamos en los científicos con placas de agar para hacer visibles los patrones arqueados, en espiral y explosivos de la efervescencia bacteriana, que muestran exactamente el riesgo de juntar los dedos y las palmas.
Los científicos también nos pueden mostrar virus. Deben estudiarse en células animales, en un mosaico de pequeños semicírculos que los científicos a menudo tiñen de púrpura o rojo.
Las células son hermosas, dice Gerba, “y cuando mueren, se vuelven incoloras”.
Gerba estudia el movimiento de los virus. Pone uno en el picaporte de una oficina o en la habitación de un hotel o en un hogar.
El virus en el pomo de una oficina, dijo, tarda solo cuatro horas en alcanzar la mitad de las manos y la mitad de las superficies de un edificio de oficinas, o alrededor del 90 por ciento de las superficies en el hogar de alguien. Un virus en un hotel a menudo se mueve de una habitación a otra.
Gerba dice que él mismo dejó de estrechar manos durante el primer brote de SARS en 2003. “Siempre digo que tengo un resfriado”, dice. “De esa manera no tengo que dar la mano”.
El principal experto estadounidense en enfermedades infecciosas, el doctor Anthony Fauci, opina lo mismo desde la pandemia.
“Nunca le des la mano a nadie”, dijo Fauci este mes. “Eso está claro”.
UN APRETÓN LARGO Y DURO
Los apretones de manos han sido durante mucho tiempo una forma de que los humanos se acerquen y parte de un ritual para buscar un terreno común.
“El apretón de manos es lo que se fotografía en el momento de cualquier acuerdo”, dice Dorothy Noyes, profesora de folklore en la Universidad Estatal de Ohio.
El largo y duro apretón del presidente estadounidense Donald Trump con el francés Emmanuel Macron en 2018 fue una muestra clásica de dos hombres que disputaban el dominio.
Algunos apretones de manos, como el del presidente chino Xi Jinping y el primer ministro japonés Shinzo Abe, demoran meses en negociarse.
Incómodo o suave, los apretones de manos son un hábito difícil de romper, incluso si se quiere.
Minutos después de anunciar la prohibición de estrechar la mano para combatir COVID-19, el primer ministro holandés, Mark Rutte, sacudió con entusiasmo la mano de Jaap Van Dissel, jefe del Centro Holandés para el Control de Enfermedades Infecciosas.
“¡Lo siento, lo siento! ¡No, eso no está permitido! Hagámoslo de nuevo”, dijo Rutte, soltando una carcajada.
Reuters