En algunos países europeos se ha venido estudiando la variación de los hábitos de consumo desde los inicios de la presencia del Corona Virus, así han establecido que en la primera semana los productos más demandados eran alimentos enlatados y aquellos dedicados a la higiene personal, llamó especialmente la atención el requerimiento excesivo de papel toalet.
A partir de la segunda semana se modificó el comportamiento inicial, adquiriendo equipos para ejercitarse desde los domicilios que han pasado a ser los solicitados en primer instancia, situación comprensible a partir de la realidad de esos países, radicalmente distinta a la que confrontamos en el nuestro.
Estamos convencidos que, de realizarse investigaciones semejantes en Venezuela, nuestro comportamiento mostraría una constante durante toda la cuarentena. La mayoría sale a buscar la manera de obtener algunos ingresos, para así poder adquirir los alimentos imprescindibles. Incluyendo a los empleados públicos que con sus modestísimos sueldos les resulta imposible resolver las necesidades básicas de sus familias.
Entre tanto la hiperinflación sigue haciendo estragos, junto al alza violenta del dólar y la escasez de la gasolina, han agudizado aún más la grave crisis que ya veníamos arrastrando y que imposibilita el cumplimiento estricto del “aislamiento social”. La intensificación de las protestas durante la semana pasada, en diversas regiones del país, son manifestaciones claras del hambre que está azotando a millones de venezolanos.
Los anuncios de, régimen de Maduro de la ocupación por ciento ochenta días de la empresa COPOSA, en el estado Portuguesa, el denominado mecanismo de ventas supervisadas de alimentos Polar, Plumrose y el matadero de Turmero, junto a la regulación de veinte y siete productos, en lugar de operar como un paliativo, agravará la situación y sus consecuencias serán nuevamente la escasez y la reaparición de los bachaqueros.
La regulación de los productos en dólares constituye el reconocimiento de una realidad; ya el bolívar no es la referencia para el intercambio comercial, con su devaluación ha dado paso a la moneda norteamericana. En una economía distorsionada igualmente el salario mínimo, el monto de las pensiones o jubilaciones y los sueldos de la mayoría de los empleados del Estado, (por esa razón se viene produciendo numerosas deserciones de el personal técnico y profesional en Corpoelec, el Metro etc…) nuestra moneda dejó de ser desde hace mucho tiempo una medida para calcular los costos de los alimentos y de los bienes y servicios en general.
Para ser coherentes si mantienen la política de anunciar aumento de sueldos y del salario mínimo, a propósito de la conmemoración del Primero de mayo, en esta oportunidad deberían ser efectuados en dólares, para eliminar esa inmensa brecha existente entre el salario mínimo mensual, que no alcanza los dos dólares, mientras el más barato de los productos regulados ronda la unidad de la divisa norteamericana.
Para nosotros, lamentablemente, no habrá regreso progresivo a una supuesta “normalidad”, antes de la pandemia ya lo que vivíamos no podía ser definido de esa manera. Ahora si añadimos la disminución de los precios del petróleo, la escasez de gasolina, las recientes medidas del régimen y la existencia del Corona Virus, por más que no lo deseamos, el panorama luce cada vez más triste y sombrío.
Existe una alternativa sobre la mesa: la conformación de un Gobierno de Emergencia y Unidad Nacional, para poder abordar acorde con las exigencias planteadas los graves problemas que confrontamos, agravados por las serias dificultades que se avecinan, si no estuvieran tan aferrados a conservar el poder a como dé lugar, procederían a dar un paso lateral, para facilitar una transición lo menos traumática posible