En España, país en el cual la infraestructura de conectividad es densa y robusta incluso comparada con el resto de Europa, antes de la crisis del Coronavirus mostraba entre sus estadísticas que solo el 5 % de la fuerza de trabajo usaba la vía telemática para laborar. Obviamente, las cifras posteriores a la pandemia serán diferentes, pero si allá la incidencia del teletrabajo aún es pequeña lo más probable es que en Venezuela sea microscópica. No obstante, en vista de la previsible persistencia del Coronavirus en el horizonte, es relevante pensar en el teletrabajo como una opción a estimular para seguir económicamente activos incluso en el peor de los escenarios.
¿Cómo puede Venezuela enfrentar el desafío de incentivar el teletrabajo con fallas en la telefonía, la electricidad y altos costos de servidores, computadores y equipos? Nada fácil. Ahora bien, pocas opciones tenemos. En principio, es inaplazable emprender fuertes inversiones en la infraestructura tecnológica, no solo de mantenimiento, estamos en un punto en el cual hasta el satélite “Simón Bolívar” se salió de su órbita, debemos reconstruir, construir y crear. Preferiblemente, de la mano con el sector privado. Las alianzas público – privadas no solo serán recomendables, serán insustituibles.
La dotación de servicios de conectividad de calidad y velocidad aceptables son el mejor estímulo para las empresas en esta marcha forzada hacia el futuro. Ahora bien, hará falta legislar en materia laboral para garantizar condiciones de contratación que permitan una armónica relación entre el patrón y los trabajadores. Puede ser engañosa la idea de que trabajar en casa es más relajado, fácil o cómodo. Trabajar en casa requiere una concertación clara en relación a tópicos que en la relación laboral tradicional parecen obvios. Por ejemplo, los horarios de trabajo. Estos deben ser claros y de estricta observancia por las partes, un teletrabajador no es un esclavo disponible 24 horas al día.
Otro tema relevante es redefinir legislativamente derechos laborales como: vacaciones, la sindicalización y el derecho a huelga. Son cuestiones importantes, debemos responder cuestionamientos como ¿Qué se entiende por vacaciones si una persona trabaja en su casa?, ¿Cómo defienden sus derechos laborales los teletrabajadores? ¿Cómo harán sus protestas y sus huelgas? ¿Cómo se preservarán de prácticas abusivas de los patronos? La inexistencia de contratación colectiva sería un error que conducirían a los teletrabajadores a condiciones de explotación predemocráticas.
Aunque existan aún fundadas dudas y aprehensiones frente al teletrabajo, también es impresionante la cantidad de servicios que pueden migrar de la presencialidad a la virtualidad y que esto signifique un incremento de la productividad, la calidad y la satisfacción de clientes, proveedores y usuarios. Pienso por ejemplo, en mi área de interés, la administración pública municipal. La telemedicina, la teleducación, la vigilancia intensiva con fines de seguridad ciudadana y defensa civil con el uso de drones y cámaras, la atención al contribuyente desde Hacienda Municipal, la justicia de paz, la comunicación oficial. No es ciencia ficción, las ciudades que lograrán tener éxito en el mañana deberán ser ciudades inteligentes. No crean que estoy pensando en Caracas, Barquisimeto o Valencia… estoy pensando en Tocuyito y sus ciudadanos. Recuérdese, algún día dejaremos de sentir vergüenza de quienes gobiernan nuestra ciudad.
Julio Castellanos / @rockypolitica / [email protected]