Cuatro mujeres que dirigen una funeraria de Harlem, en Nueva York, se niegan a rechazar un entierro para las víctimas de coronavirus, aunque están desbordadas.
El número de muertes por la enfermedad COVID-19 bajó más de la mitad en Nueva York desde el récord de 799 muertes en 24 horas el 9 de abril, pero el teléfono en el International Funeral & Cremation Services no cesa de sonar.
Los familiares “están desesperados, dicen ‘Van a enviar a mi ser querido a una fosa colectiva, los hospitales ya no pueden guardar su cadáver. ¿Pueden ayudarme? ¿Pueden ayudarme?'”, contó la directora de funerales Nicole Warring, una de las cuatro mujeres que dirige la empresa funeraria.
“Y es tan duro decirles ‘Vuélveme a llamar en dos días’. Eso me rompe el corazón”, dijo a la AFP.
Desde que Nueva York se convirtió en el epicentro de la pandemia de coronavirus en Estados Unidos, la empresa está inundada de trabajo.
Para muchas familias del estado de Nueva York, donde se calcula que han muerto más de 20.000 personas debido al coronavirus, encontrar una funeraria que acepte el cadáver de un familiar es un desafío.
– “Es abrumador” –
“Teníamos a gente de todos los distritos llamando porque muchas funerarias ya están llenas a tope. Ni siquiera responden más llamados”, dijo Warring.
La gerente Alisha Narvaez odia aumentar el dolor de la familia en duelo, así que acepta todos los cuerpos, aunque eso implique que el personal debe trabajar día y noche.
“Es frustrante para mí no poder atenderlos como me gustaría. Lo más duro es rechazar a las familias, algo que intento no hacer”, dijo Narvaez.
La semana pasada, la AFP constató cómo dos cadáveres de víctimas de la COVID-19 llegaban a la funeraria en la parte trasera de una camioneta.
Muchas veces recogen los cuerpos de los camiones blancos regrigerados estacionados frente a los hospitales, que hacen las veces de morgues temporarias.
“En algunos de los camiones los cuerpos están en el piso”, dijo Warring. “No quiero pisar a nadie. Es una enormidad de cuerpos y es abrumador”.
Narvaez, de zapatos de taco, y la empleada Lily Sage Weinrieb bajaron los cuerpos en bolsas plásticas con la leyenda “COVID-19” de la camioneta y los ingresaron a la funeraria en camilla.
Dentro, el equipo prepara los cuerpos, completa los trámites administrativos y realiza velorios en un cuarto especial donde solo se permite la entrada de 10 personas a raíz de las restricciones de distanciamiento social.
Los cuerpos son cremados en otros sitios. Cuando es un caso de COVID-19, los familiares casi nunca asisten.
“La gente está en cuarentena y no asiste a la ceremonia. Así que somos solo nosotros, el director con el ser querido en el cementerio. Lo grabamos y se los enviamos. Es duro”, dijo Narvaez.
Esta mujer, de unos 30 años, ha estado trabajando siete días a la semana durante la crisis y no sabe cuándo podrá descansar.
“Estamos atrasados. Tenemos todavía unos dos meses un poco caóticos por delante”, sostuvo. “Espero que las cosas se calmen un poco porque realmente necesito un descanso. Necesito unas vacaciones después de esto”. AFP