En los últimos veinte años se abandonó esa política y no se realizaron las inversiones necesarias, los expertos consideran que las ciudades del país, tienen entre 30% y 50% menos suministro de agua que hace dos décadas. En estos tiempos de cuarentena los caraqueños estamos careciendo del suministro de agua potable, cuando una de las recomendaciones más importantes, junto al uso de mascarilla y el de nominado distanciamiento social, consiste en el lavado de manos minucioso y realizado varias veces al día.
La falla del sistema Tuy II que abastece buena parte de Caracas y al estado Miranda esta vez se debe a la explosión que ocurrió en la sala de bombeo Taguacita, el Ministro de Relaciones Interiores y de justicia, como suele explicar las fallas en los servicios públicos, la atribuyó a de nuevo a un supuesto sabotaje.
En paralelo el pasado fin de semana se anunció la llegada de 252 cisternas provenientes de China, el mismo ministro anunció que serán distribuidas en 188 municipios y se informan la aprobación de recursos para llegar al mil en los próximos meses. Esta inversión tiene varias aristas y plantea serias interrogantes: el gobierno está previendo que ante el colapso del sistema de distribución nacional, pretenderá sustituir el suministro por acueductos en numerosos lugares por cisternas, ¿ A cuánto monta ese gasto? Esa inversión ¿ es la más apropiada y conveniente? Por supuesto conocer los detalles de la operación, solo será posible como resultado de una ardua investigación, es por demás conocida, la ausencia de transparencia y la opacidad característica del régimen y la inexistencia de controles en el manejo de las finanzas públicas.
Desde la antigüedad, a principios del Siglo III los romanos ya habían construidos varios acueductos y llegaron a poseer un gran número para abastecer a las ciudades que constituían el imperio. A menudo se cita la frase famosa de Mariano Picón Salas referida al retraso con el cual Venezuela entro al siglo XX, al siglo XXI no sólo estaremos entrando con retraso, sino que hay demasiados indicadores que señalan un grave retroceso.
La magnitud y profundidad de la crisis general no podrá ser resuelta por el modelo que la provocó y por sus promotores actuales, para superarla es imprescindible cambiar el rumbo, la macoya del régimen gobernante está imposibilitada de producir un viraje de dimensión requerida, si no estuvieran aferrados a la vetusta predica seudo revolucionaria, de permanecer en el poder para siempre, “porque llegan para quedarse”, buscarían la manera -bien sino no todos, algunos de sus factores- de facilitar un proceso de transición; tal como exitosamente en otros países, las transiciones , han posibilitado salir de las crisis que han confrontado.
La situación tiende a complicarse cada vez más, con la inflación más alta del mundo, la sensible disminución de la producción petrolera, el estado en que se encuentra PDVSA, la baja de los precios del crudo, la carencia de gasolina, el desastre del sistema eléctrico, la escasez de gas doméstico, se le añade la existencia de la pandemia y el estado en que se encuentra los servicios de salud, más el desastre de la distribución del agua, constituyen todos ellos elementos que describen un panorama sumamente complejo y de desmejora cada vez mayor de las condiciones de vida de la inmensa mayoría.
El régimen cree que solo desenvolvimiento en el área política le puede garantizar sus objetivos, a costa del sufrimiento de los venezolanos, la involución a la que han llevado al país puede ejemplificarse como una revolución que nos ha llevado al uso masivo de las cisternas.