Por cierto no les avergüenza, a Maduro y sus adláteres, porque pedirles vergüenza es mucho pedir, haberse visto obligados a “dolarizar” la economía. A convertir nuestras transacciones comerciales a la sólida, estable, moneda de los estadounidenses, de cuyo capitalismo y modos de actuar libres en todo despotrican los agentes rojos del mundo, por pura vocinglería de provecho político para con los ignorantes arrastrados a las creencias de una supuesta revolución salvadora. Ni se percatan de que resulta lógico que en la “República Bolivariana de Venezuela” la moneda se designe con el apellido famoso del gran héroe.
Así, corren a la par los dólares con unos extraños billetes cada vez más desconocidos a los que denominamos aún bolívares. Creo que la moneda, nuestra moneda, por más rémora que sea o fardo que nos pese, debemos mantenerla hasta su reconstitución junto con la reconstitución económica del país por venir. Allí difiero de la postura de Ecarri, a pesar de sus innegables conocimientos económicos que respeto. No es cuestión de darles el gusto de acabar también con la representación simbólica de nuestro signo monetario, por las implicaciones en todos los campos que ello significa, especialmente en los relativos a la sociología y la psicología. No por ningún prurito ante los verdes recursos monetarios que circundan hoy con mayor fortaleza nuestras transacciones, para nada. Sino por el valor histórico, cultural, simbólico, que representa el bolívar. Los hubo de plata con valor intrínseco en sí mismo, por ejemplo. Hasta mediecitos de plata. Tampoco se trata de un romanticismo baladí. No.
Hay que dar, con respecto a nuestra moneda nacional, por aquello de la preservación del gentilicio, el impulso necesario para transformarla nuevamente, con el esfuerzo colectivo, personal, laboral, industrial, creador, en una moneda con valor real. Que esa sea una de las metas fundamentales a alcanzar por la recuperación económica venidera, al salir del desastre acabador del Socialismo del Siglo XXI: recuperar el bolívar que estos sátrapas, sin contención alguna, nos hicieron perder. Movilizar a la gente en función de ese loable propósito puede ser disparador de las energías productivas también, junto a muchas otras acciones, derivadas seguramente del desplazamiento absoluto e inmediato de estos criminales.
Por otro lado, no ha habido ninguna enmienda o extinción de los artículos constitucionales que señalan con claridad absoluta el sustento legislativo y la protección de nuestra denominación monetaria, hoy acabada por completo por la tiranía. La constitución lo establece con claridad: “La unidad monetaria de la República Bolivariana de Venezuela es el bolívar” (Artículo 318). El mismo artículo que señala la responsabilidad del Banco Central de Venezuela, aunque luzca hoy como chiste de mal gusto: “El objetivo fundamental del Banco Central de Venezuela es lograr la estabilidad de precios y preservar el valor interno y externo de la unidad monetaria”. Una vez más queda demostrado que ¿somos un país? sin leyes ni constitución en funcionamiento.
En fin, mantengamos el bolívar hasta restituirlo en su valía, con nuestro esfuerzo apoyado por la indispensable ayuda internacional; atendamos sin demora dentro y fuera del país el llamado desesperado y valiente de la Academia de Ciencias Económicas. Hemos rebasado todo lo soportable. El país requiere una solución inmediata, de donde quiera que esta provenga para empezar ya su recuperación sin los lastres del depauperador régimen despótico y tiránico del que precisamos salir ya, así sea por un bolivita.