Empujados por la necesidad, cientos de comerciantes mantuvieron sus actividades en un atiborrado mercado popular en Maracaibo, en el oeste de Venezuela, burlando las estrictas medidas que impuso el régimen de Nicolás Maduro el pasado marzo, y generando un foco de contagio que hizo saltar todas las alarmas en los últimos días.
El brote se produce en un área de 120.000 metros cuadrados, en la ciudad de Maracaibo, en la que cientos de vendedores, la mayoría al aire libre, reciben diariamente a decenas de miles de compradores que hasta ahora habían ignorado un riesgo evidente.
La ausencia de datos sobre afectados por el COVID-19 en la zona permitió que un problema de gran alcance, considerado ahora por el Ejecutivo como un “verdadero desafío”, creciera en lo que es un ambiente perfecto para que el virus campe a sus anchas y se nutra de la suciedad y la podredumbre.
Pero de un día para otro, se reportaron, al menos, 17 casos diagnosticados, una cifra que si bien puede parecer insignificante, no lo es tanto, teniendo en cuenta la dificultad para localizar a las personas en contacto con los contagiados y el tiempo transcurrido desde que se implementaron las medidas, obviadas por comerciantes y compradores.
Conocido como “Las Pulgas”, la actividad en este mercado siempre ha sido anárquica, un escenario que no cambió en medio de la cuarentena, pues hubo poca disciplina con las medidas de protección como el uso de mascarillas o con el distanciamiento social, algo impensable en este revoltijo comercial, ajeno a la realidad del resto del mundo.
“ALTA PELIGROSIDAD”
El presidente Nicolás Maduro informó el domingo de nueve casos en Maracaibo, capital del estado Zulia, tras calificar el lugar como un “foco” de contagio por el que ordenó un estudio especial y medidas inmediatas de atención.
Pasadas 24 horas, la situación escaló y se convirtió en “un foco de alta peligrosidad”, o al menos así lo calificó el ministro de Comunicación, Jorge Rodríguez, al informar de ocho casos nuevos y advertir de la posibilidad de que esto se convierta “en el foco más importante del país”.
Pero, seis días antes, el gobernador de ese estado rico en petróleo, el chavista Omar Prieto, ya había anunciado “un brote importante” con la “presunción” de que el epicentro se ubicara donde terminó confirmándose 120 horas más tarde.
Entre las primeras medidas, se decretó el cierre del lugar un día por medio, un plan que solo duró una semana hasta que este lunes las autoridades tomaron el control total del mercado en una jornada que se tornó violenta e incluyó el uso de bombas lacrimógenas por parte de los cuerpos de seguridad.
“Vamos a garantizar que el ciudadano que va a comprar y que va a vender cumpla con los protocolos de la Organización Mundial de la Salud (OMS)”, dijo a periodistas Prieto, que participaba en una actividad paralela a la “toma cívico militar” que él mismo había ordenado en “Las Pulgas”.
Ni limpiar cada 24 horas el mercado ni el túnel de desinfección que habían instalado allí la semana pasada bastaron para contener esta amenaza que ha alcanzado al menos a 17 personas, según balances oficiales, entre ellas vendedores, clientes y vecinos del mercado.
Las informaciones sobre un número mayor de casos sospechosos han sido desestimadas, inicialmente, por las autoridades, que mantienen el total nacional de contagiados en poco más de un millar, al duplicarse el dato en la última semana, y solo 10 decesos, datos puestos en duda por la comunidad internacional.
COMPARACIÓN CON WUHAN
El gobernador ya había dicho que las autoridades estarían “más pendientes en el tema de los mercados” al señalar que en estos sitios se pueden multiplicar los contagios, como ocurrió en Wuhann (China), donde se registraron los primeros infectados por esta pandemia que ha dejado cerca de 350.000 fallecidos en todo el mundo.
La existencia de pacientes asintomáticos que seguían visitando el mercado y el “poco de anarquía” que impera en el lugar -insistió Prieto- podría acelerar “de manera masiva los contagios”, una combinación que -dijo- ya estremeció los sistemas sanitarios de otros países, “empezando por China”.
La meta de las autoridades es hacer una “gran reestructuración” de todos los puestos, la mayoría de estos elaborados con chatarra y cartones, para que “pueda circular el aire” y se cree “un promedio de distancia “entre un puesto de venta y otro”, que ponga fin al hacinamiento habitual.
Esto deja pendiente el eslabón de los vendedores ambulantes que por decenas recorren todas las cuadras de “Las Pulgas” mientras pregonan lo que venden bajo el mismo sol que todo el año hace subir hasta 40 grados centígrados la sensación térmica.
Además, el Gobierno anunció el lunes que practicará pruebas masivas de COVID-19 en Maracaibo, al considerar que cerca de 800.000 personas están en riesgo por encontrarse en zonas cercanas al mercado o a los lugares de residencia de los infectados hasta ahora.
COMERCIANTES ESCÉPTICOS
Luego de una hora de trifulca contra agentes de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB), algunos de los comerciantes que fueron expulsados de “Las Pulgas” este lunes desestimaron la gravedad del asunto y se manifestaron en contra del desalojo.
“Eso es ilógico, (el desalojo) es por la (falta de) gasolina, eso es lo que están tapando”, dijo a Efe Ana Fernández, quien vende golosinas en el mercado junto a su esposo, a quien -denunció- detuvieron en medio de las refriegas del lunes.
La escasez de gasolina que registra el país es una de las hipótesis más comunes de los comerciantes, quienes critican la forma violenta en la que les impidieron entrar a sus puestos de trabajo o retirar sus mercancías.
“Es una estrategia política porque no hay gasolina”, considera Yelitza Sandoval, otra comerciante que asegura haber tenido fiebre en días recientes pero, al igual que su colega Aníbal Suárez, cree que se trata de “una fiebre que está dando pero no es” coronavirus. EFE