Para Freedom House la calidad democrática de Venezuela viene en declive desde que se inicio el presente siglo en manos Chávez. La orientación gubernamental de ir asfixiando cada vez más los espacios democráticos ha continuado hasta el presente. Para esa organización la calidad democrática de Venezuela es sensiblemente baja: dos indicadores toman para fundamentar su afirmación: “…la continua concentración de poder en el ejecutivo y las medidas más severas contra la oposición.”
Se tratan de dos indicadores cuya existencia es tan palmaria que cualquier ejercicio por parte del gobierno por ocultarlo resultaría inútil. En alguna medida, el régimen ha creado las condiciones para que ellas existan, pero también la política opositora, sistemáticamente errática desde entonces y muy notoria en el último lustro, ha servido para que el gobierno avance en sus propósitos.
Una ligera revisión de ambos indicadores, comenzando por la segunda, no los confirma: la actuación del gobierno contra el partido Voluntad Popular por presuntamente estar vinculado a actividades insurreccionales pudiera ser concebido como un estrangulamiento del derecho de los ciudadanos a asociarse en organizaciones partidistas, pero, hay que señalarlo, tal disposición no se inicia con Maduro, sino desde el momento en que Chávez hizo, junto a sus constituyentes, desaparecer del texto de la Constitución la figura del partido político. El gobierno a través de todas las instituciones del Estado que controla a placer, ha ejercido un tutelaje grosero sobre las organizaciones partidistas, bien despojándolas de su derecho a existir o imponiéndole directivas. Se recuerda a Copei, pero antes ocurrió con Podemos y el PPT y la pretensión de constituir un partido único socialista.
La deriva autoritaria ha llevado a inventar protectorados en regiones donde electoralmente pierde. Así, busca infructuosamente hacerles sombra a gobernadores exitosos como los de Táchira y Nueva Esparta. Antes se había inventado una Constituyente taylor-made para ejercer desenfrenadamente y sin control legislativo todo su poder.
Los medios de comunicación, desde el difunto hasta hoy, forman parte del manjar que a diario consume la cúpula roja. La reciente presión para obligar a la salida de Globovisión del comunicador Vladimir Villegas forma parte de los avances que da el régimen para liquidar la libertad de expresión e información, derecho vital para la existencia de la democracia. La prohibición a la cableras la inclusión en su parrilla algunos canales, el cierre de emisoras de radio y la proliferación de otras ilegales favorables al gobierno, forman parte del control que desde el ámbito comunicacional se desea ejercer.
Ayuda de sus enemigos
El gobierno de Maduro adelanta sus planes porque no tiene quien le oponga inteligentemente resistencia. La oposición con sus acciones antidemocráticas: llamados a la abstención (2005 y 2018) y los planes insurreccionales (11 de abril, 30 de abril, distintas versiones de La Salida, Macuto, Chuao) tan fracasadas como la intentona golpista de Chávez el 4F, pueden permitir identificarlos como los principales colaboracionistas en la deriva autoritaria del gobierno y, por supuesto, de la consolidación del régimen en el poder y de liquidar toda posibilidad de transición.
El surcoreano Byung-Chul Han recientemente advierte que la pandemia que azota a la humanidad permitiría un control social que coloca en peligro la libertad: “El choque pandémico hará que la biopolítica digital se consolide a nivel mundial, que con su control y su sistema de vigilancia se apodere de nuestro cuerpo, dará lugar a una sociedad disciplinaria biopolítica en la que también se monitorizará constantemente nuestro estado de salud”.
Así, las circunstancias internas, una oposición abstencionista que apuesta a la insurrección y huye de la arena democrática, aunada a factores externos: el avance a un régimen de vigilancia biopolítica -señala el surcoreano- fertilizan los espacios por donde se deslizan los planes autoritarios.
Salta de inmediato la pregunta: ¿Qué hacer? Pues bien, lo que más estorba a un gobierno autoritario que aún no ha podido cerrar todas las formas democráticas, es que emerja una oposición que se plante en la arena democrática, justo en esa que tanto dificulta el desarrollo de las visiones y prácticas autoritarias. Dejar de hacer uso de esas formas conducen a la extinción de una salida democrática.
@LeoMoralesP