El caso más reciente de esta brutalidad policial ha ocurrido con la muerte de George Floyd, allende a nuestras fronteras, pero que aquí también ocurre con frecuencia, aprovechando el confinamiento y la práctica paralización de la justicia.
Las detenciones a periodistas, médicos y lideres políticos y el incremento de muertes simuladas de enfrenamientos han sido consecuencia de una justicia asumida por los cuerpos policiales como consecuencia de un cofinamiento pandémico sin previsiones, para evitar practicamente, la paralización de la justicia.
El confinamiento prescrito en ocasión de la pandemia no solo ha restringido el derecho de circulación o movilidad del ciudadano y otros derechos derivados del derecho fundamental de la libertad, como lo es el derecho a la libertad de expresión e información sino también ha restringido el sagrado derecho a una justicia continua y permanente, como elemento esencial de un Estado democrático y social de derecho.
El gobierno del poder judicial, usurpado desde el 23 de diciembre de 2015 con designación de actores políticos en el TSJ, de un Parlamento que había vencido su periodo, no ha presentado un plan preventivo y alternativo para el funcionamiento integral y continuo de la administración de justicia sino que solo se ha limitado al funcionamiento precario de los tribunales de control penal, generando un retraso procesal e injusticia sin precedentes en todo el poder judicial. Es el “comodín” de Maduro para obtener lo que los votos no han alcanzado.
Ese instrumento político, si ha sido eficaz y eficiente en decidir asuntos políticos, como lo relacionado con la junta directiva de la AN y el de recibir la solicitud del Ministerio Público sobre Voluntad Popular, lo que devela que el confinamiento de la pandemia no solo paraliza a la justicia sino que ello se ejercita con móvil político subyacente.