Si pretendemos prevenir nuevos brotes de COVID-19 debemos estudiar la transmisión del SARS-CoV-2. Conocer las vías de contagio, la capacidad de transmisión en diferentes grupos de población, los lugares relacionados con mayor riesgo de exposición, así como desentrañar como ocurren los eventos de transmisión local, resulta clave. Tanto para comprender cómo se comporta el virus como para desarrollar intervenciones destinadas a controlar su expansión.
A continuación resumimos lo que, a día de hoy, conocemos sobre cómo se transmite el virus, intentado dar respuesta a los principales interrogantes y haciendo hincapié en temas que suscitan especial interés, como la transmisión por personas asintomáticas o en la población infantil.
Superdispersores: ¿individuos o eventos?
Al contrario que en otras enfermedades infecciosas, el evento de superdispersión es común y podría estar detrás del éxito inicial del virus. ¿En qué consiste la superdispersión? El término hace referencia a que unos pocos infectados son capaces de infectar a un gran número de personas, mientras que la gran mayoría no transmite el virus. En el caso del coronavirus se estima que un 10% de los infectados contribuye a un 80% de las transmisiones.
Si bien es una palabra con la que cada vez estamos más familiarizados, es importante cuestionarse: ¿quién es el superdispersor, el evento o el individuo? Identificar a un individuo como superdispersor puede llevarnos, prejuiciosamente, a suponer que, o bien actúa deliberadamente, o bien lleva una vida con prácticas de riesgo.
Pero lo cierto es que no disponemos de evidencias sobre características comunes de los potenciales superdispersores, ya que de hecho muchos transmisores son asintomáticos o presintomáticos. Sin embargo sí tenemos evidencias de que el contagio masivo se presenta bajo circunstancias comunes. Nos referimos, sobre todo, a la presencia de personas infectadas en espacios cerrados y en contacto continuo con otras personas. De ahí que resulte más correcto hablar de eventos superdispersores.
Actualmente, dadas las dificultades para detectar todas las personas capaces de transmitir que desarrollaremos más adelante, una estrategia preventiva eficaz es la de evitar situaciones de riesgo con medidas específicas de confinamiento y desescalada.
¿Dónde se transmite el virus?
Por lo general, la transmisión tiene lugar principalmente en espacios cerrados en los que existen contactos próximos y gran cantidad de personas. Cualquier actividad que se asocie con una respiración agitada también puede representar un riesgo para la transmisión el virus. Por ejemplo, en un gimnasio tuvo lugar un brote entre los asistentes a una clase de zumba, pero no entre los de yoga y pilates, a pesar de que compartían espacio.
Revisando una recopilación de los brotes mejor conocidos, podemos observar que la mayoría se dan en lugares interiores de muy diversa índole (desde centros religiosos hasta cruceros y residencias de estudiantes). Lugares en los que suele producirse una alta aglomeración de gente o con un uso compartido de zonas comunes por multitud de personas.
¿Pueden transmitir el virus los individuos asintomáticos?
Es importante puntualizar que en esta categoría se mezclan los asintomáticos reales con los presintomáticos, es decir, los que transmiten justo antes de presentar síntomas. En cualquier caso, se estima que representan alrededor de un 20-40% de los infectados, dependiendo del segmento poblacional. Y se ha documentado que sí son transmisores. De hecho, se consideran un factor muy importante en el ‘éxito’ del SARS-CoV-2.
En el caso del SARS, la transmisión del virus se asociaba a unos síntomas concretos. Por eso el diagnóstico precoz permitía aislar los casos antes de que transmitieran a individuos sanos. En esta experiencia previa se basó la respuesta inicial de España y otros muchos países a la COVID-19: identificación “pasiva” de casos. Es decir, esperar a que los individuos infectados presenten unos síntomas concretos y acudan a los servicios sanitarios para hacer diagnostico precoz.
Sin embargo, con COVID-19 esta estrategia no es válida, puesto que existe un periodo presintomático de unos varios días y hay un alto porcentaje de casos asintomáticos. Todos ellos son capaces de transmitir antes de que los detecte el sistema de salud. De ahí la importancia de adoptar una búsqueda activa de casos durante la desescalada. Dicho de otro modo, plantear una estrategia basada en la tríada: test, seguimiento y aislamiento (test, trace, isolate).
Este método consiste en diagnosticar a cualquier persona con algún síntoma mínimo, aislarla, buscar a sus contactos, diagnosticarlos, aislarlos… Y detener así las cadenas de transmisión antes de que el número de casos secundarios sea tan grande que no se puedan trazar. Esto último es lo que ocurrió en la primera oleada de la pandemia.
Sin embargo, esta estrategia sólo es válida mientras el número de contagios sea bajo. Cada caso tiene entre 5 y 10 contactos que estudiar (como mínimo). Esto hace que el número de contactos totales aumente rápidamente a dimensiones incontrolables. Por tanto, la acción individual ciudadana de distanciamiento social y adopción de medidas de protección es esencial para mantener el número de contagios bajos.
En ese sentido, recientemente se ha publicado la primera evidencia robusta sobre la efectividad de la distancia social y las mascarillas.
¿Cuándo se transmite el virus?
Relacionado con el punto anterior, surge la duda de cuándo es capaz una persona infectada de transmitir el virus. Un estudio reciente indica que una parte importante de los pacientes infectados que han transmitido el virus (44% de los eventos analizados) lo han hecho durante el periodo presintomático (hasta 2-3 días antes de mostrar los primeros síntomas). De hecho, este estudio muestra que la mayor capacidad infectiva se alcanza justo antes de mostrar los primeros síntomas. En otras palabras, estos individuos son capaces de transmitir el virus antes de que el sistema de salud los haya detectado.
¿Influye la edad en la capacidad de transmisión del virus?
La capacidad de transmisión del SARS-CoV-2 parece la misma en los diferentes segmentos poblacionales, exceptuando los menores de diez años. Las hipótesis más sólidas sugieren que la capacidad de contagio depende de la carga viral, aunque es necesaria mayor evidencia científica. Asumiendo que esto es así, podríamos predecir si existen diferencias en la tasa de transmisión entre los diferentes grupos etarios analizando su carga viral.
En un estudio realizado hace poco en Alemania con cerca de 4000 pacientes de COVID-19, se midió la carga viral de los participantes concluyendo que no existen diferencias significativas en la carga viral en función de la edad. Una limitación del estudio es que se ha realizado sólo con pacientes hospitalizados, excluyendo a los individuos con sintomatología leve o asintomáticos.
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