David Mendoza: ¡Se busca un problema para esta solución!

David Mendoza: ¡Se busca un problema para esta solución!

El sentido común nos indica claramente, que para que exista una solución debe existir en primera instancia un problema. Un problema que sea el resultado de analizar un fenómeno que genera una situación no deseada. Es decir, un problema que obliga a buscar una solución. Sin embargo, en política puede ocurrir y de hecho ocurre con frecuencia lo contrario. Soluciones que buscan desesperadamente problemas. Sé que suena un poco extraño. Sin embargo, imaginemos un presupuesto público para obras de infraestructura. Imaginemos que ese presupuesto pertenece a un municipio en particular. Imaginemos (aquí hay que hacer un gran esfuerzo) que la vialidad está en buen estado y que en la agenda social de la comunidad que habita ahí, no existen demandas por obras de infraestructura. Pero el dinerito está allí en el presupuesto, y el contratista aliado está esperando que le asignen vía emergencia (por la guerra económica) una obra sin licitación ¿Qué hacer? Se tiene una solución presupuestaria más no existe un problema que resolver. Quizá ocurra que el político responsable de la ejecución de dicho presupuesto, se invente que debe hacerse una plazoleta para adorar a la lluvia, y que, de seguro traerá beneficios a la comunidad, ya que “atraerá gente de otras comunidades que harán turismo en este municipio”. La plazoleta entra en la agenda política antes de estar en la agenda social. No surge de las necesidades de la gente, sino de las necesidades de un político. 

¿Y cómo hace ese político para anteponer su proyecto  a las verdaderas necesidades de la comunidad en la agenda social?

Convenciendo a la gente. Utilizando todo el poder discursivo para ir convirtiendo el problema para su solución en un anhelo de la comunidad. Si es astuto incluso quedará como un héroe por haber traído “prosperidad, progreso y desarrollo a la comunidad”, haber creado “puestos de trabajo” alrededor de la plazoleta. Buscará apoyo de los líderes de la comunidad, ofrecerá a sus adversarios políticos acuerdos para apoyarles en sus proyectos en reciprocidad por el apoyo de éstos. Irá a programas de entrevistas directamente o enviará a miembros de su equipo, para que expliquen la idea de la plazoleta, y ésta sea “etiquetada” como la gran solución a los problemas comunitarios. Tocará puntos sensibles en los valores y cultura de la comunidad y los asociará positivamente a la bendita plazoleta. Al cabo de un tiempo de construida la plazoleta, la misma estará ruinosa por falta de mantenimiento, ya que no se frecuentemente no se prevén recursos para tal fin. Tiempo después, otro político vendrá y realizará acciones similares para “rescatar” la plazoleta “símbolo de la cultura y la historia” de la comunidad que habita el municipio. Probablemente contratarán para el mantenimiento al mismo contratista que la construyó, y se brincarán el proceso de licitaciones, adjudicando la obra directamente por ser ésta “de valor histórico” y a ligar que no  pase lo de Odebrecht.





¿Y las necesidades de la gente?

¡Bien gracias! La agenda social contiene la solicitud de soluciones a los problemas más sentidos de la comunidad. Sin embargo, el que un problema forme parte de la conciencia colectiva de la comunidad, no lo lleva automáticamente a formar parte de la agenda política. La agenda política se compone de problemas que deben cumplir con ciertas características. La comunidad tendrá la plazoleta, pero el problema de la pésima calidad de las escuelas, la pobreza, la delincuencia, la corrupción, el maltrato doméstico y demás, serán atendidos una vez tomen suficiente potencia para ser considerados de relevancia e incluso, pasen a formar parte de la supervivencia electoral de algún actor político. Dicho en criollo, es más efectivo el resultado que obtienen los políticos buscando problemas a sus soluciones, que las soluciones que encuentran los problemas potenciados colectivamente de manera plural. La agenda política muchas veces está divorciada de la agenda social y de las preferencias de los ciudadanos. Esto ocurre por la habilidad de diversos actores que tienen suficiente poder e influencia para hacer que las personas apoyen políticas que van en contra de sus intereses. Además, el grado de conflictividad que se genera cuando las políticas públicas otorgan beneficios reales a unos ciudadanos, cargando el costo de esos beneficios a otros ciudadanos, es alto. Por otra parte, hoy los gobiernos son vistos muchas veces como los salvadores de la gente y eso le facilita el trabajo a la demagogia y al clientelismo. ¿Y cómo no verlos así, en un mundo que acentúa las desigualdades, a través de la corporativización global  hasta de los insomnios de las personas, y en el cual se imponen furias nacionalistas que restan pluralismo y libertad a los ciudadanos? Termina la libertad y la democracia siendo amenazada por los estados clientelistas, antidemocráticos y demagogos por una parte,  y por otra por las corporaciones que no asumen compromisos con los bienes públicos globales y con los verdaderos problemas de la humanidad de forma transparente y decidida. 

¿Y cómo es aquí?

En Latinoamérica es más o menos así como lo describimos. En el caso de Venezuela, la agenda política del gobierno tiene años completamente divorciada de la agenda social y de los intereses de la ciudadanía. Desde hace mucho tiempo, la gran mayoría de las políticas públicas han sido producto de la agenda de los políticos y no de la agenda social. Los problemas sociales son reducidos a simples “consecuencias del sistema” del “capitalismo” de “la guerra económica” entre muchas otras, lo cual absuelve por definición al gobierno del fracaso de sus políticas y de su responsabilidad como decisores. Este gobierno invierte la mayor parte de sus esfuerzos buscando problemas para sus soluciones (de políticos y de contratistas). 

Post data

 A cuidarse que más allá de todas las teorías conspirativas y estridentes, esto del coronavirus es serio y va para rato. Y al gobierno una nota adicional: la mayoría de las personas que alquilan inmuebles no son ricas ni oligarcas ni nada por el estilo, son personas que con mucho esfuerzo guardaron por años un dinerito muy duro y lo invirtieron en una casita, en un local comercial. Cuando se suspende el pago de los alquileres ¿el decisor piensa de qué van a vivir estas personas? Sugiero que los alquileres sean cancelados como las nóminas por el gobierno. Suele ser en muchas oportunidades el único ingreso de los propietarios de tales inmuebles. 


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