Lo habían decidido con anterioridad. Siguieron un guión constantemente, de tal manera que no debía ser un acto sorpresivo. Estaba cantada. El primer paso fue el de anular con una trampa los diputados de Amazonas, para impedir la votación de dos tercios que posibilitaría, entre otras cosas, elegir el Consejo Nacional Electoral. Inventaron la figura del desacato y designaron de manera ilegítima la constituyente. Desataron una acción represiva y de persecución permanente contra los diputados electos, violando el precepto de la inmunidad parlamentaria.
Promovieron la constitución de la mesita y una presunta directiva de la Asamblea Nacional ilegalmente, ahora reconocida por el TSJ en una decisión de mero contenido político. Durante todo este tiempo una sola vez el organismo electoral fue electo por la A.N cumpliendo lo establecido constitucionalmente, con esa sola excepción todas las otras designaciones fueron realizada por el Tribunal Supremo. Mientras la califican en desacato, ahora sin el menor rubor, nuevamente apelan a la figura de la denominada omisión legislativa. Tal como lo señalado en un tweet el jurista Román Duque Corredor : “Estoy tratando de descifrar: ¿Cómo alguien qué no existe por estar supuestamente en desacato, puede incurrir en una omisión?”
El régimen tanto en la época de Chávez como en la actual ha seleccionado esa vía, para así poder garantizarse el control del CNE, los pasos efectuados fueron dirigidos a proceder de igual forma en esta oportunidad.
Lo de la incorporación al poder legislativo -presentado como un logro de la mesita- y su integración al comité de postulaciones, fue una maniobra contradictoria y de distracción a la vez, mientras participaban de la “operación alacrán” para designar a unos tránsfugas tarifados para una directiva paralela.
En una derivación de esa propensión en que a veces incurren algunos, de igualar las responsabilidades de Maduro, con las de Guaidó, hay quienes critican a los diputados por no avanzar en el trabajo del Comité de Postulaciones, en mi opinión si se conocía de antemano la imposibilidad de alcanzar la votación calificada, salvo que mediara un acuerdo, al que el oficialismo no estaba dispuesto como era el de elegir un organismo equilibrado, cuando menos significaba una ilusión pensar en esa opción como una posibilidad real.
Era público y notorio su disposición a lograr una mayoría en los rectores para garantizarse el control de la institución, todos los pasos se encaminaban en esa dirección, contando para ello con la Asamblea espuria y con los sectores representados en la mesita, quienes no cuentan con representación parlamentaria, por esa razón solicitaron la omisión legislativa, contando además con lograr el objetivo de tener una representación en el CNE, imposible de lograrlo si se respetaba lo dispuesto en la Carta Magna.
No pretendemos ignorar los errores que se han cometido en el ejercicio del presente periodo legislativo, sobre todo habiendo obtenido una mayoría tan holgada, sin embargo el reconocimiento de las fallas y las carencias, no pueden soslayar las acciones que incluso antes de la elección de la primera directiva, el oficialismo actuó para desconocer y esterilizar el poder legislativo y contralor.
La estrategia oficialista está clara, los tiempos de su desarrollo están condicionados a la forma cómo evolucione Covid 19, las cifras de los últimos días los tiene verdaderamente preocupados, si logran una relativa contención de la pandemia convocarán elecciones para el mes de diciembre, de lo contrario la aplazarán para los primeros meses del próximo año por causa de fuerza mayor, los dos propósitos definidos permanecen intactos por una parte estimularán la abstención, y por otra intentarán incidir en las divergencias en el seno del campo opositor. Las definiciones de la fuerzas democráticas tendrán necesariamente que tomar muy en cuenta el planteamiento estratégico del adversario, a la hora de diseñar sus orientaciones políticas.