Cuando en Estados Unidos crece el debate y se alzan múltiples voces con peticiones de retirar los fondos y hasta de desmantelar departamentos de policía tras la muerte del afroestadounidense George Floyd, la ciudad de Camden, en Nueva Jersey, emerge con su ejemplo tras siete años de una profunda reestructuración que cambió el rostro de su comunidad a base de prevención y empatía con su gente.
Por Rosa Tania Valdés y Celia Mendoza / Voz de América Noticias
Fernando Badillo, 56 años. Ha sido oficial del departamento de la Policía del condado de Camden, Nueva Jersey por 21 años.
El teniente de la policía Gabriel Rodríguez, de 37 años, se describre como un sobreviviente cuando recuerda que siendo un niño se inventaba cada día una nueva ruta hacia la escuela para evitar el peligro que aterrorizó por años a la ciudad estadounidense de Camden, en Nueva Jersey, donde nació y creció evadiendo el crimen y la violencia que generan las pandillas y las drogas.
“Algunas personas se sorprenden cuando comparto mi historia. Nací en Camden, siendo bastante pobre, de madre soltera criando a cuatro hijos sola y en un ambiente desafiante. Tenía que tomar un camino para ir a la escuela y otro camino para regresar. Con los malos elementos que había afuera tú no te querías involucrar. No te querías ver en el medio de un fuego cruzado”, dice Rodríguez, de madre puertorriqueña.
“A una edad muy temprana yo aprendí a sobrevivir, aprendí las habilidades para sobrevivir en Camden”. Su barrio, explica, era “la meca de la heroína”.
En conversación con la Voz de América, en una humilde esquina de calles estrechas y casas hacinadas a unos cinco minutos del que fue su primer hogar, el joven oficial admite que decidió ser policía porque quería generar el cambio. Cuando Rodríguez inició su carrera en 2003, esta ciudad que colinda con Filadelfia, Pensilvania, era de las más peligrosas del país, con una tasa de criminalidad 18 veces mayor al promedio nacional.
Pero en 2013, Rodríguez y algunos de sus compañeros fueron testigos excepcionales del desmantelamiento del anterior cuerpo policial, de una reforma estructural y del surgimiento del nuevo Departamento de la Policía.
La transición, como le llaman al proceso, fue un vuelco en la forma de hacer de los agentes y oficiales, dejando atrás años de quejas sobre el excesivo uso de la fuerza policial. Nuevas estrategias en función de la comunidad fueron implementadas en el protocolo de seguridad pública.
Rodríguez explica que no es a poner multas a lo que salen por primera vez los nuevos agentes formados para servir en Camden. Antes de cumplir la primera asignación, dice, ellos son vistos patrullando a pie los vecindarios con la única intención de presentarse a la gente, de tocar a sus puertas y que los conozcan por sus nombres.
“En este cambio hemos tenido más entrenamiento, hemos aprendido cómo manejar las situaciones en las calles, cómo trabajar con la gente a nivel social y hemos mejorado nuestra relación con la gente, con la comunidad. Hemos aprendido cómo lidiar con las situaciones difíciles sin tener que crear una crisis y la gente está confiando más en la policía”, explicó a la VOA Fernando Badillo, un oficial nacido en Nueva York de padres puertorriqueños y que ha dedicado 21 de sus 56 años al trabajo policial en Camden.
En 2019, el Departamento de la Policía de Camden adoptó una guía de 18 páginas creada por New Jersey University’s Policing Project, que establece elementos específicos sobre el uso de la fuerza y cómo puede ser usada al momento de interactuar con un presunto delincuente. En ese mismo año, según datos oficiales, los crímenes cayeron un 42% respecto al 2012, el año anterior a la reforma.
“Esta policía es especial”
Un ejemplo del cambio en Camden es Carmelo Ureña, de 47 años y quien pasó más de dos décadas en la cárcel por delitos de drogas. Hoy sirve como pastor y capellán en las cárceles de su ciudad. Este hombre contó a la VOA cómo recuperó su vida y hoy se dedica a servir a los demás.
“Yo le di al sistema (carcelario) casi 21 años de mi vida”, dice y se disculpa porque no puede controlar su llanto. “Perdona, que me da nostalgia (…) Estuve preso por todos lados, pero gracias a Dios ahora puedo estar aquí. No hace sentido que alguien hable de vicios si nunca se ha recuperado de drogas. Como fui recuperado de la calle, del crimen, ahora yo puedo contar que sí hay cambios, sí hay reformas”.
Ureña ha venido a la barriada del norte de Camden a repartir comida donada por Caring for Friends, un grupo basado en Filadelfia cuya misión es brindar alimentos y amistad a niños, adultos mayores, discapacitados y personas sin hogar.
Pero no está solo. En la casa de Carmen Morales, una puertorriqueña de 74 años que ha vivido durante cuatro décadas en este barrio, lo esperan el oficial Badillo y su compañero de turno. Entre todos ayudan a descargar de su camioneta las cajas pesadas de alimentos que contienen galones de leche, panes, carnes, frutas y vegetales.
“Yo soy un ejemplo, ustedes ven, no hago esto por interés. Yo hago esto por ayudar, por animar a otros, para hacer líderes en lugares como Camden, donde mucha gente se ha olvidado, y gracias a Dios empezando con la policía (…) que están haciendo un ejemplo y yo quiero hacer un ejemplo con ellos. La unidad es lo que transforma el mundo”, dice Ureña mientras su voz se vuelve a quebrar de la emoción.
Ureña recupera el aliento y cuenta que mientras en otras ciudades como la cercana Filadelfia o el vecino estado de Nueva York ha crecido el malestar y las denuncias de racismo y abuso policial, en Camden la policía marchó junto a la comunidad que protestó por George Floyd, el afroestadounidense que murió a fines de mayo bajo custodia policial.
“Esta policía no es normal, esta policía es especial (…) antes nadie quería saber de los policías ni los policías de la gente de aquí y ahora trabajamos juntos”, dice mientras comparte con Badillo y su compañero un limbes, la bebida típica de Puerto Rico a base de frutas.
Y no es lo único. La policía de Camden repartió helados durante las protestas recientes y organiza barbacoas para acercarse a las comunidades.
“Ha sido un logro y la gente llega a nosotros y nos da las gracias. Primeramente es la relación, la confianza que debemos de brindarles a ellos para que puedan tener una perspectiva diferente de lo que es la policía”, dijo el oficial Badillo.
Del arresto a la prevención
Carmen Morales dice también que los policías son como sus hijos. Ellos, explica, le devolvieron con nuevos métodos la tranquilidad al barrio.
“Nosotros ahora podemos estar tranquilos, podemos sentarnos en el balcón. Antes, cuando esto estaba bien malo, nosotros nos sentábamos y a veces teníamos que correr porque estaban disparando. Una vez me cogieron en la escalera de casa y por poco me matan”, recuerda.
“Yo me siento bien orgullosa de ellos ahora porque ellos están ahí pendientes, cualquier cosa ahí están ellos. Caminan, andan en bicicletas, andan a pie, yo los veo (…) están haciendo un trabajo muy bueno en la comunidad y lo que mas me gusta es que están hablando con los nenes, y esos niños están viendo, están respetando, van creciendo respetando a la policía y entonces van a actuar de otra manera. Ellos están haciendo un trabajo muy bueno para la comunidad”, afirma.
A Carmen no le basta. Aprovecha para decir que los policías de Camden son respetuosos y “que no están abusando de la gente, ellos no lo hacen, como en otros sitios”, y habla de Floyd: “Es una tristeza lo que pasó con ese señor que mataron”.
Para el teniente Rodríguez es una cuestión de principios.
“Cuando la vida de alguien se pierde, todos nos vemos mal y todo comienza a analizarse con profundidad (…) la gente se merece servidores públicos que estén aquí para servirlos, no para lastimarlos (…) tomamos un juramento para protegerlos ya sea del elemento criminal o de un mal oficial de la policía”.
El teniente Rodríguez dice que si algún ejemplo tiene para exhibir Camden es la confianza que han fomentado dentro de la comunidad. Prevenir, dice, es mejor que arrestar. Aconseja que las agencias evalúen el tipo de políticas de fuerza a usar, avanzar en la capacitación y el cambio de mentalidades anticuadas, así como trabajar en coordinación con los gobiernos locales.
“Por muchos años nosotros estábamos arrestando personas para resolver el problema y el problema seguía (…) tomó mucho tiempo para que nuestra relación con la comunidad fuera fuerte, no fue de un día para otro”, afirma.
Esencial es, explica el teniente Rodríguez, que la gente comprenda que la policía está con ellos, es parte de ellos y está para ayudarlos.
“Nosotros somos seres humanos, nos gusta comer rosetas (palomitas) de maíz e ir al cine como a cualquier persona”, concluye.