Rafael Reinosa supervisaba la fila de usuarios que esperaba ingresar al centro comercial Líder en Caracas, no sin que antes se les midiera la temperatura y atravesaran la cabina de desinfección. “Han entrado como 500 personas hoy”, dijo al rescatar la cifra como elemento diferenciador entre las dos fases de flexibilización de la cuarentena por COVID-19, que a partir de este lunes incluye a los centros comerciales.
Raylí Luján / La Patilla
Como parte del equipo de seguridad, Rafael monitoreaba que el resto de sus compañeros cumpliera con la toma de temperatura y la aplicación del gel antibacterial a cada cliente, uno tras otro y con poca distancia. El proceso ya se le hacía común, luego de que fuera implementado desde la primera semana de confinamiento, por tratarse de un establecimiento que cuenta con supermercado y farmacia, locales exentos de la medida.
“Ya salió la comitiva de la Alcaldía de Sucre y la de Sudeban. Quiere decir que todo está en orden”, sostuvo el trabajador que le comunicaba a la gerencia la presencia de periodistas en el lugar y el impedimento de registrar lo qué iba ocurriendo. Rafael se limitó a informar que el horario seguiría siendo el autorizado, de 7 de la mañana a 5 de la tarde, que hasta la hora, el 50% de los locales textiles había abierto y que el número de consumidores en el centro comercial había aumentado exponencialmente.
En una de las tiendas de ropa para caballero, ubicada en la planta baja, Luis Infante, encargado desde febrero, explicó que los consumidores no podrían medirse ninguna de las prendas a menos que existiera la seguridad de que sería adquirida. Es entonces cuando se procedería a una segunda desinfección de la pieza con una plancha a vapor.
Infante era uno de los dos únicos empleados operativos en el local, que solo permitirá el ingreso de 5 personas a la vez. Apuntó que la compañía sobrevivió en cuarentena a raíz de los pedidos por internet, aunque en la sucursal donde labora, no se aplicara esta opción.
“No es lo mismo igualmente. Acá se gana también por comisión y aunque nos siguieran pagando los salarios, no era suficiente”, expresó el joven, que estuvo dedicado a trabajar como chófer de autobús junto a su papá durante el confinamiento para obtener mayor ingreso.
Pese a que en el local no se había atendido un número grande de clientes durante la primera mañana del regreso, sus trabajadoras estaban esperanzados en que ello cambiará en el transcurso de la semana.
En una tienda de zapatos, Jonathan Ramos y su equipo pensaban en cómo lograr desinfectar con productos recomendados los artículos que estarían nuevamente a la venta. Entendieron que se trata de medidas extremas y costosas, que por la situación de Venezuela, será casi imposible cumplir en la totalidad.
Los cuatro trabajadores activos se encargaron de lavarse las manos con frecuencia y atender a un cliente por cada metro cuadrado, además de limpiar la superficie con cloro cada cierto tiempo. El personal, que estuvo recibiendo bonificaciones por parte de la empresa en cuarentena, había hecho lo posible por trasladarse en transporte público a pesar de todos los inconvenientes que ello representa para cumplir con la jornada.
Para ingresar al centro comercial Sambil en Chacao, la cola avanzaba poco a poco mientras dos trabajadores del área de seguridad les iban tomando la temperatura en dos canales asignados a cada cliente. Les solicitaban que se untaran el gel antibacterial dispuesto en dos máquinas para finalmente poder ingresar.
Frente a un agente autorizado de Digitel esperaban tres personas para ser atendidas. Un joven les suministraba alcohol y agua en la entrada mientras les consultaba sus requerimientos.
Vicente Fernández, de 55 años, es el representante de esta tienda desde hace 21 años. Al igual que su plantilla, de 6 vendedores, se encontraba protegido con una máscara y un tapabocas, los que adquirió con mucha responsabilidad para hacer frente a la epidemia COVID-19, que le hizo perder a un familiar en España.
Dijo que las ventas cayeron 80% durante la cuarentena y que ello le obligó a asumir con sus ahorros el pago de sus trabajadores. Aunque aplicaron la opción de Delivery, ventas online y horarios controlados, no representó la misma ganancia.
“Los precios se mantienen. Estamos regulados por Conatel y no hay mayor opción, en cuanto a las líneas. Lo que sí ha variado es los costos de flete y tiempo para la importación”, señaló Fernández, quien se mostraba optimista con la recuperación de las ventas y lo invertido.
“Nos hemos ido acostumbrando, la gente se ha acostumbrado a soportar lo que pasa en Venezuela y luego levantarse. Saldremos adelante”, indicó Vicente mientras continuaban accediendo más clientes a su tienda y ya sumaban más de 40 en toda la mañana.
Eleimar Magallanes, la encargada de una tienda de ropa para mujer y caballero, ubicada también en el Sambil habló sobre el temor que aún siente al subir en el Metro de Caracas o algún autobús. Reconoció que es necesario para volver a trabajar luego de haber quedado sin bonificaciones por la cuarentena.
“Seguíamos con salario y aunque a mi me alcanzaba, porque vivo sola, sé que no a todos los compañeros les pasaba igual”, puntualizó. Ella tiene 6 meses trabajando en el establecimiento, que logró salir adelante durante las últimas semanas con los pedidos por internet.
En el centro comercial El Recreo, el personal administrativo trabajará hasta las 4 de la tarde durante estos primeros días mientras les indican alguna nueva orden. Les suministraron alcohol y antibacterial para cada uno de los puestos de trabajo, de acuerdo a lo que informó una de sus trabajadoras.
“Yo trabajo con proveedores y en mi caso tengo todas las medidas. Les doy alcohol y limpio, nos recomendaron hacerlo cada 20 ó 30 minutos. No nos dieron guantes, pero sí tapabocas. La oficina la limpiaban dos veces al día, ahora son tres veces”, manifestó la joven del departamento de operaciones.
Lamentó que no todo el personal haya podido cumplir con el primer día de trabajo en esta segunda etapa de flexibilización y responsabilizó a la falta de efectivo para trasladarse.
Casi todos los locales abrieron sus puertas en el centro comercial, ubicado en el centro de Caracas, que contó con alta afluencia aunque poco distanciamiento entre los usuarios que olvidaban las normas, como ha sido costumbre en los últimos días del Estado de Alarma en Venezuela, en los que muchos han aplicado una autoflexibilización para intentar paliar la crisis general.