1. “El estilo de Trump” –como se le denomina con excesiva indulgencia- ha estado embutido en la política venezolana desde el día cero de su mandato y más aún desde que Guaidó se juramentó como Presidente Interino. El apoyo del gobierno de EEUU ha sido el más importante, al lado de los de Colombia y Brasil. En la medida en la cual ha pasado el tiempo y Guaidó ha dado los traspiés conocidos, el apoyo internacional se mantiene, aunque más frío; Washington por su parte, siempre se ha mantenido allí, con un discurso fuerte, sanciones y movimientos militares en el Caribe.
2. Hace pocos días ocurrieron, en cadena, acontecimientos significativos. La aparición del libro de John Bolton mostró una vez más a Trump como un hombre complejo, excesivamente contradictorio y, en el caso de Venezuela, con una opinión adversa hacia Guaidó; además exhibió las contradicciones internas del gobierno de EEUU sobre la magnitud, conveniencia y ámbito de las sanciones.
3. En la entrevista con Axios mostró desdén hacia Guaidó, en un trato que contrastaba con el recibimiento que le dio hacía pocos meses; como si fuera poco, dejó caer la posibilidad de reunirse con Maduro; de acuerdo a mi libre traducción habría dicho: “Tal vez pensaría en eso… A Maduro le gustaría reunirse. Y nunca me opongo a las reuniones, ya sabes, rara vez me opongo a las reuniones”. Luego: “Siempre digo que pierdes muy poco con las reuniones. Pero hasta este momento, las he rechazado”.
4. El revuelo en la oposición venezolana fue brutal y el retruque hacia Washington tuvo similar calado. Parecía que se había suspendido el apoyo al interinato y que el camino era una negociación con Maduro sin propósito definido. Sin embargo, el lunes 22 de junio pasado, la posición del gobierno de EEUU fue precisa: sigue el apoyo a Guaidó y Trump directamente aseguró que sólo se reuniría con Maduro para urgir día y hora de su salida del poder.
5. En este batiburrillo algunas cosas parecen estar más claras; la posición oficial es que el apoyo al interinato sigue invariable y que no va a haber “arreglo” con Maduro para que éste siga allí. Sin embargo, las anécdotas revelan falta (o pérdida) de entusiasmo hacia Guaidó y una especie de sorpresa por la capacidad de resistencia del régimen y de su actual jefe. Cualquier análisis serio sobre las perspectivas actuales tiene que pasar por tales consideraciones.
6. Esta situación se expresa en muchos campos. Hay quienes dicen que no hay votos en la OEA para una invasión. Aparte del truco que significa decir que la intervención humanitaria es “una invasión” o no es nada, por supuesto que no hay votos para la aplicación integral del Artículo 8 del TIAR. En el pasado hubo la mayoría de 13 votos y hoy no los hay. ¿Por qué? Sencillamente porque se abandonó la agenda del TIAR en el altar de las negociaciones con el régimen; y el interinato no se dedicó a mantener la ruta que habría sido cónsona con la aplicación del TIAR. Por tal razón, intentar chotear el TIAR porque ningún país está dispuesto es olvidar que quienes tienen que construir esa oportunidad son los dirigentes opositores venezolanos encabezados por el reconocido Presidente interino.
7. Más allá de las declaraciones, el enfriamiento es real. Lo que se corresponde con la situación doméstica en la cual el régimen se ha sentido suficientemente fuerte como para marear a los dialogantes con un CNE paritario y luego nombrar el suyo, con el abuso de El Maikel en su disfraz judicial, cambiar a los jefes de los partidos y montarse en sus elecciones.
8. Todo un sueño pastoral para Maduro despiadadamente interrumpido por la pesadilla del arresto de Alex Saab; con lo que es y representa porque con su prisión se deshace una de las pocas, aunque poderosas, columnas que sostiene el tinglado rojo.
Por Carlos Blanco